Religión

Bergoglio no es un antipapa

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Martes 16 de abril de 2024

Por Tadeo Campogrande

Se aduce que como como nunca fue contestada la elección de Bergoglio, él es el Papa reinante y, por tanto, no puede ser juzgado por nadie y menos aún destituido.

Y ahí reside, precisamente, el error. Y esto en razón de que nada puede estar por encima del ser de la cosa; entonces no es posible alegar que una norma positiva -que hace a la armonía y al orden de la convivencia pacífica- prevalezca sobre la verdad de la naturaleza del ser.

“Agere sequitur esse”, el obrar sigue al ser, reza el antiguo adagio. El obrar de Pedro es el que manifiesta que es Pedro. Quien obra contra lo que nuestro Señor dispuso y comprometió con su Palabra, nunca puede ser Pedro.

Con su obrar, Bergoglio, en estos 11 años, ha demostrado que no es quien debería ser por voluntad y mandato divino, sino que es todo lo contrario.

El ser Pedro es dado por la Palabra del Señor, es Él quien lo constituye Pedro. “Simón … yo te digo: tú eres Pedro” (Cfr. Mt 16,17-18). Junto al nuevo ser de Simón, ahora a Pedro, le es conferido ser la fundación de la Iglesia (“sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”), con la seguridad que esa Iglesia, la única de Cristo, fundada sobre Pedro, será victoriosa (“el poder del infierno no la derrotará”) (Cfr. Mt 16,18).

Bergoglio no es la roca sobre la que se asienta la Iglesia, sino la arena sobre la que no es posible construir nada seguro (Cfr. Mt 7,28).

Su oficio no es el petrino que fomenta la unidad, hace de garante de ella y asegura la claridad en materia de doctrina y de moral, siendo el fiel custodio del depósito de la fe.

Por lo contrario, desde el comienzo de su accionar desde Roma se ha caracterizado por la ambigüedad y la ruptura con el magisterio anterior, volviéndose agente de división en la Iglesia y de desprestigio de la institución divina del papado en su camino a la destrucción de ella.

Por eso, no cabe alegar su supremacía en la Iglesia, de la que goza el Papa, para no poder ser juzgado ni destituido.

Bergoglio no es Pedro, no es Papa, no es un mal Papa, ni siquiera -yendo a la historia de la Iglesia- califica como Antipapa. Es, simple y tristemente, el Papa de la Anti Iglesia.

No estamos asistiendo a la derrota o demolición de la Iglesia por obra bergogliana, sino a la edificación de la Anti Iglesia.

Si Bergoglio fuera Papa de la Iglesia, ésta habría sido derrotada por las fuerzas infernales, con lo cual las palabras de Cristo no se habrían cumplido y, si no se habían cumplido, su palabra estaría condicionada, no sería absoluta ni criterio de verdad.

Dado que eso no puede ser, la única conclusión posible es que Bergoglio continúa siendo Bergoglio, pero nunca jamás sucesor de Pedro, vicario de Cristo.

Bergoglio hizo, como dice el refrán inglés, la cosa justa por la razón equivocada, cuando se quitó el título de Vicario de Cristo.

Quiso mantener la farsa de ser Obispo de Roma porque eso convenía a la sinodalidad, o sea, ninguna primacía del Papa.

La sinodalidad impulsada por Bergoglio es la de una Iglesia, por supuesto falsa, gobernada por una suerte de cuerpo colegiado donde entren todos.

Y, como para esa falsa religión incomodan y son resabio del pasado los títulos de Papa, de Sumo Pontífice, etc., entonces, fuera con ellos.

Que nadie se engañe ni se deje engañar, que nadie pierda la esperanza, porque la Iglesia de Cristo no ha sido ni jamás será derrotada, nunca desaparecerá, puesto que su permanencia está garantizada por las palabras de nuestro Señor.

Bergoglio es ajeno a la Iglesia, es enemigo de la Iglesia, por tanto no pertenece a ella. No hay lugar, por eso, a ninguna destitución, porque con su operar contra Cristo, por oponerse a la Ley de Dios, por sus declaraciones gnósticas y paganas, por sus actitudes subversivas… se declara él mismo fuera de toda comunión con la única Iglesia de Cristo.

Jamás podría reclamar autoridad alguna para pronunciar sentencias doctrinales o tomar decisiones disciplinares.

Como mostró la señal del día de su cumpleaños: el rayo que fulminó las llaves de san Pedro, en el santuario de Nuestra Señora del Rosario, en San Nicolás, Argentina, las llaves no le pertenecen.

Se las llevó consigo el Papa Benedicto al morir. Nuestro Señor no las restituirá hasta que aparezca el Papa verdadero. ¿Cuándo? No lo sabemos.

Pedimos a nuestra Madre, Madre de la Iglesia, que interceda para que, como hizo ante la muerte de su Hijo, el tiempo se acorte.

Habrá entonces un verdadero Pastor que apaciente las ovejas fieles del Señor y llame a otras a participar del único rebaño de la Iglesia.

Habíamos escrito: “Bergoglio está a las antípodas del Pedro sobre quien nuestro Señor fundó su Iglesia. Aquellos que lo siguen o justifican tampoco son Iglesia”.

Esa sentencia no pretende invalidar las celebraciones eucarísticas en las que se mencione la comunión con el “Papa Francisco”, principalmente por los siguientes motivos:

Aun cuando afirmamos que no es Papa de la Santa Iglesia, no habiéndose los obispos pronunciado todavía sobre el tema, muchos sacerdotes y fieles ignoran la real situación; y, porque, hasta entonces, si el sacerdote que oficia la Santa Misa le nombra, ello no es óbice para que se produzca la consagración, si se dan los requisitos habituales de materia, forma, ministro e intención.

Además, hay sacerdotes que en el momento de nombrarlo realizan una reservatio mentalis, para no entrar en comunión con él.

A lo que sí aludía aquel comentario es, sobre todo, a aquellos pastores apóstatas que aceptan lo que dice y lo que hace.

En el momento de escribir este artículo sale la noticia de una autobiografía que se llama “Sucesor”, en la que -según trascendió- Bergoglio alega que no había conflicto alguno con el Papa Benedicto y que éste avalaba su “magisterio”, aún cuando podría en algún punto haber una discrepancia ocasional.

Ya el título, “Sucesor”, delata la intención de mostrarse en continuidad con el magisterio anterior (en lo que han de estar alegremente de acuerdo los modernistas, puesto que ellos sostienen que no ha habido ruptura y que Bergoglio, que para ellos es Papa, es sólo peor que los anteriores pontífices).

¿Cómo es posible no ver la abrupta ruptura de este falso magisterio con el verdadero de la Iglesia?

Basta comparar “Veritatis Splendor” y “Familiaris Consortio” con “Amoris Laetitia” y sus interpretaciones heréticas convalidadas por Bergoglio.

Basta, en materia de moral, ver qué hizo con los institutos fundados por san Juan Pablo II. Ejemplos huelgan.

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