Opinión

Imprudencia inoportuna y oportunidad perdida

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Lunes 5 de junio de 2023

En el devenir de los partidos y la gente, hay situaciones y circunstancias que no podemos sino calificar como imprudentes o inoportunas, por no suscitarse en el momento adecuado o el instante más propicio al efecto.

Por ejemplo, pudiéramos pensar en el padre de familia que estimulado por los vapores etílicos, tras varios días de no acudir a casa y no aportar el sustento correspondiente a la manutención de su prole, decide invitar a sus compañeros de parranda a su hogar, para presumirles las comodidades de su casa, lo bien portados de sus hijos y las excelsitudes culinarias que prepara su mujer.

¿Es malo llevar amigos a casa? En absoluto. ¿Es censurable presumir a la familia? Rotundamente no. Es simplemente que el contexto de la invitación no es el adecuado y lo más probable que suceda, es que el anfitrión e invitados, sean echados a la calle con cajas destempladas.

Exactamente lo mismo podemos decir de la invitación hecha por el comité municipal del PAN (que en palabras de su propio presidente, está integrado por un sesenta por ciento de militantes a los que hace agua la canoa) a Liborio Vidal para acudir a la sede del blanquiazul meridano, a impartir una ponencia magistral, sobre programas educativos.

Los calificativos más generosos que podemos endilgar, es que la invitación fue inoportuna e imprudente. Veamos porqué:

En primer lugar, porque Liborio no es un intelectual y pretender que un individuo con su perfil profesional y académico, sea capaz de impartir una ponencia magistral, es un verdadero despropósito.

En segundo lugar, porque su asistencia fue percibida como una verdadera ofensa hecha a la militancia. Cantidad de panistas se comunicaron con nosotros quejándose (mentando madres) por el agravio que a su criterio les infería su dirigencia.

La dirigencia del comité meridano es evidente que desconoce o no recuerda, los sucesos acaecidos en Valladolid en los años noventas.

No podemos suponer otra cosa que no sea la ignorancia o el desconocimiento, respecto de como Vidal Aguilar mismo fracturó a patadas las costillas a una militante panista que reclamaba el fraude electoral perpetrado en los comicios de entonces.

No podemos suponer sino que en el comité meridano ignoren que Vidal Aguilar persiguió y encarceló militantes blanquiazules en la época en que le convenía ser, para satisfacción de sus intereses, priista. Porque de otro modo, no podemos entender la invitación, porque es evidente que ofende, agravia e injuria a toda la militancia blanquiazul.

Quizá por eso, por lo inadecuado, por lo inoportuno de la convocatoria, entre 25 y 30 subcomités no acudieron, demostrando así su descontento.

Otros, simplemente fueron quizá en espera de que surgiera algún valiente que reprochase a Vidal Aguilar lo sucedido. Pero no ocurrió tal. Quizá sea verdad que los panistas meridanos han sido emasculados y carecen de los atributos necesarios para reclamar ser ofendidos de tal suerte.

El punto es que la presencia (cuestionable) de un amigo (supuesto) no fue la mejor de las decisiones y solo causó malestar, haciendo evidente que hay personas a las que se pasa, pero no se traga.

Las redes sociales se inundaron de mensajes crípticos de panistas, que entre medias palabras y mensajes velados, dejaron ver su indignación.

Nos resulta inaudito creer que el propio interesado en allegarse la simpatía blanquiazul no lo haya percibido y nos sorprende mucho más que no hubieran de su parte, señales claras de arrepentimiento o contricción.

Porque pese a lo inadecuado, inoportuno o imprudente de la invitación, Vidal Aguilar se habría cubierto de gloria y robado los reflectores, si hubiera hecho un mea culpa público y pedido perdón, pero sería demasiado esperar. Su soberbia no se lo permite.

Lástimosamente desperdició la oportunidad de echarse al panismo a la bolsa, porque con una pública profesión de arrepentimiento, habría sembrado una muy razonable duda, pues a nadie puede negarse la rehabilitación.

Liborio debió haber entendido que le servían en bandeja de oro, no de plata, la posibilidad de redimir su imagen.

Debió haber hecho referencia a lo sucedido en los noventas, debió haber pedido perdón, debió haber ofrecido salir a competir como el panista más humilde, pidiendo ser cobijado, ofreciendo trabajar por y para los panistas.

Pero no tuvo los alcances, el genio, la sensibilidad (ni los asesores), que le hicieran notar la conveniencia de algo semejante. Habría dejado sin argumentos a todos sus críticos y detractores. Pero fue más fácil fingir que no había pasado nada.

No podemos más que evocar una frase que en el momento presente, viene como anillo al dedo: Dios mío, cuídame de mis amigos, que de mis enemigos, me cuido yo…

Seguimos pendientes…

Dios, Patria y Libertad

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