Religión

Monseñor Schneider habla de la última ofensiva del Vaticano contra la Tradición

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Texto completo de la entrevista realizada por la periodista Diane Montagna

(Diane Montagna): Excelencia, el pasado 18 de diciembre, el arzobispo Arthur Roche, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, publicó unas nuevas pautas que imponen más restricciones a la Misa y los sacramentos tradicionales por medio de respuestas a 11 dubia que, según el Vaticano, son las preguntas más frecuentes que han recibido a la carta apostólica de Francisco Traditionis custodes. ¿Qué impresión general tiene del documento?

(Monseñor Athanasius Schneider): Mi primera impresión fue que se han reabierto sin necesidad viejas heridas en el cuerpo de la Iglesia so pretexto de alcanzar mayor unidad. Al justificarlas de ese modo, tales medidas rozan la burla, pues contradicen descaradamente la norma habitual del papa Francisco de sanar las heridas de la Iglesia actual que expresó, por ejemplo, con estas palabras: «Lo que la Iglesia más necesita hoy en día es poder sanar heridas y alentar a los fieles; necesita cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña después de una batalla. No tiene sentido preguntar a una persona gravemente herida si tiene alto el colesterol o el azúcar en sangre. Hay que curarle las heridas. Luego ya se podrá hablar de todo lo demás. Curar heridas, curar heridas…» (Entrevista de Antonio Spadaro al papa Francisco, L’Osservatore romano, 21 de septiembre de 2013).

Estas nuevas pautas delatan un endurecimiento hostil, por decirlo con las palabras que Francisco ha empleado alguna vez para amonestar a obispos (V. por ej., 18 de octubre de 2014, Discurso del Santo Padre Francisco en la clausura de la Tercera Asamblea General extraordinaria del sínodo de los obispos, 18 de octubre de 2014). Hablamos de un texto que manifiesta un endurecimiento inusitado y una rígida uniformidad que recuerda a ciertos veredictos inquisitoriales o respuestas a dubia de épocas que se caracterizaron por un exacerbado legalismo litúrgico. Con una frialdad burocrática, las nuevas pautas imponen unas normas tan despiadadas y discriminatorias a muchos jóvenes católicos, tanto sacerdotes como fieles laicos, que no tendría nada de extraño que espiritualmente se sintieran sometidos a una lenta tortura.

Cualquier observador objetivo verá se dará cuenta del mensaje diáfano que transmiten estas pautas a los católicos que gustan de la Misa Tradicional: «¡Con vuestra experiencia religiosa no sois bienvenidos en la Iglesia! ¡Vuestra experiencia de la liturgia tradicional es falsa e impostada, vivís engañados! En la Iglesia de hoy no hay pluralismo litúrgico, porque sólo hay una expresión de la lex orandi, que es la liturgia reformada. Hay una sola ley, y conforme a ella debéis morir, o sea: ¡abandonar la liturgia de vuestros antepasados y de los santos!»

Se nota que los autores de estas pautas han olvidado este principio establecido por el Concilio: «La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia» (Sacrosanctum Concilium, 37). Las nuevas pautas derogan lo que había dicho el papa Francisco: «El discernimiento (…) Es un proceso creativo que no se limita a aplicar esquemas. Es un antídoto contra la rigidez, porque las mismas soluciones no son válidas en todas partes» (Discurso a los obispos ordenados durante el año, 14 de septiembre de 2017).

DM: Hay muchos obispos católicos que interpretan de un modo bastante libre y laxo Traditionis custodes. Las nuevas pautas dan a entender muy claramente que la Santa Sede está apretando los tornillos para que los prelados se atengan sin falta al rumbo indicado por la Congregación para el Culto Divino. ¿Qué diría V.E. a sus hermanos en el episcopado?

AS: Animaría a mis hermanos obispos a ser verdadero pastores y aplicar ese proceso creativo a sus fieles que se hayan criado en el rito romano antiguo o han experimentado un encuentro decisivo con Cristo según el tradicional que los colmado de gracia. Ciertamente, Francisco ha pedido en muchas ocasiones a los obispos que apliquen un proceso creativo pastoral a personas marginalizadas cuyas aspiraciones religiosas son objeto de juicios erróneos. Muchos fieles vinculados a la liturgia romana tradicional, sobre todo jóvenes, ni de lejos se meten en polémicas litúrgicas sobre el Concilio y el Novus Ordo. Por eso, si son verdaderos pastores, los obispos deben estudiar soluciones originales para que esos fieles no sean estigmatizados ni tratados como católicos de segunda. En este caso los obispos podrían aplicar el principio moral de la epiqueya, porque la que una ley no se cumple, en parte o en su totalidad, en aras de un bien mayor.

DM: En la carta que acompañaba a Traditionis custodes, Francisco decía a los obispos de todo el mundo que había tomado la decisión de escribir su motu proprio en repuesta a lo que le habían pedido. Pero, como se ha demostrado con lujo de detalles en tres artículos basados en fuentes confiables que contienen numerosas citas de los prelados consultados en el minucioso informe que la Congregación para la Doctrina de la Fe preparó para el papa Francisco, el mensaje de los obispos era, «en esencia, dejar Summorum Pontificum tranquilo y continuar con una aplicación sensata y cuidadosa». ¿Ha llegado la hora de que los obispos pidan a la Santa Sede que publique el informe principal más detallado de la CDF?

AS: En repetidas ocasiones Francisco ha pedido absoluta transparencia en la vida de la Iglesia, y sobre todo en la Curia Romana, como atestigua esta declaración: «La meta a alcanzar es siempre la de favorecer mayor armonía en el trabajo de los diversos dicasterios y oficinas, con el fin de realizar una colaboración más eficaz en la absoluta transparencia que edifica la auténtica sinodalidad y la colegialidad» (Saludo a los cardenales reunidos para el consistorio,12 de febrero de 2015). Aunque no se haga un futuro inmediato, sabemos que «nada hay oculto que no haya de descubrirse, ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz» (Lc.8,17).

DM: El jesuita italiano, doctor de la Iglesia, San Roberto Belarmino (1542-1621), dijo: «Del mismo modo que sería lícito resistir al Papa si agrediese a una persona, también es legítimo resistirlo si agrede a las almas, o altera el orden público, y mucho más aún si intentara destruir la Iglesia. Afirmo que es lícito resistirlo incumpliendo lo que manda y poniendo trabas a la realización de su voluntad». Como sucesores de los Apóstoles que son, ¿tienen los obispos el deber de resistir estas medidas?

AS: Los obispos tienen derecho a resistir con respeto y prudencia estas medidas, pues está claro que perjudican a toda la Iglesia al poco menos que abolir una experiencia litúrgica milenaria que ha dado buenos frutos visibles. Eliminar así como así el rico tesoro de ritos del Pontificale romanum, incluidos ritos de tanta riqueza litúrgica y teológica como los de las órdenes mayores y menores, el de la Confirmación y las diversas consagraciones (altares, templos y vírgenes) que la Iglesia ha acumulado, no a lo largo de cincuenta años como los ritos reformados sino a durante más de mil, perjudica a la totalidad de la Iglesia. Quienes ejercen actualmente la autoridad en Roma –que llevan muy poco tiempo en su cargo en comparación con los dos milenios de historia de la Iglesia– no pueden comportarse como si fueran dueños y señores de un tesoro litúrgico milenario. No sólo eso; una mayoría considerable de católicos ejemplares vinculados a la liturgia tradicional que en modo alguno carecen de fidelidad al Papa actual y a sus obispos están siendo objeto de calumnias y discriminación. Los obispos, empezando por los miembros del Sacro Colegio Cardenalicio, deberían expresar preocupación al Sumo Pontífice alertándole de inmenso daño y la flagrante injusticia que se está cometiendo contra un número considerable de buenos católicos.

DM: ¿Qué cuestiones canónicas plantea la respuesta a los dubia? ¿Es legítimo ese documento?

AS: Desde el punto de vista formal, el documento es legítimo porque lo promulgó una autoridad legítima de la Santa Sede, la Congregación para el Culto Divino, con la aprobación del Romano Pontífice. La respuesta a los dubia es un ejemplo palmario de la conocida máxima summum ius, summa injuria. O sea, que una ley formalmente correcta puede convertirse en una injusticia tremenda. Este documento pasará a la historia como un trágico caso en que la Santa Sede recurrió a la violencia para resolver un problema pastoral delicado.

Las nuevas pautas de la Congregación para el Culto Divino no han resuelto nada; al contrario, han ocasionado un punto muerto pastoral y creado serios problemas de conciencia a muchos sacerdotes y fieles. Es palpable que asistimos a la puesta en práctica de intransigentes métodos inquisitoriales en un pontificado que presume de ternura y sensibilidad pastoral, como atestiguan las siguientes palabras del papa Francisco: «Si nosotros no llegamos a ser esta Iglesia de la cercanía con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor (…) No olvidemos el estilo de Dios que nos ha de ayudar: la cercanía, la compasión y la ternura» (Momento de reflexión para el inicio del proceso sinodal, 9 de octubre de 2021).

DM: ¿En qué situación quedan los institutos ex Ecclesia Dei con este nuevo documento? ¿Podrán seguir ordenando sacerdotes según el rito tradicional?

AS: El documento de la Congregación para el Culto Divino no menciona explícitamente a los institutos ex Ecclesia Dei. De todos modos, no está claro si esos institutos y comunidades podrán seguir empleando el Pontificale Romanum antiguo en las ordenaciones menores y mayores, así como para el sacramento de la Confirmación, según el pontifical tradicional en sus parroquias personales y otros lugares en que ejerzan su apostolado. La Santa Sede tiene que tener en cuenta que ella misma, al erigir esos institutos, les garantizó que podrían seguir utilizando todos los libros litúrgicos que eran válidos antes del Concilio. El punto neurálgico de esta cuestión está en los ritos para conferir el Orden. Si la Santa Sede llegara a prohibir a esos institutos y comunidades los ritos de ordenación tradicionales, daría un ejemplo terrible al faltar a su palabra solemne. Con ello también perdería credibilidad e integridad en las relaciones ecuménicas con las comunidades no católicas. Esas comunidades están observando, y está claro para ellas que la Santa Sede está faltando a la palabra que dio a un grupo de católicos con los que había llegado a una solución pacífica y reconciliadora. Desde luego, ese tratamiento violento y traicionero de  los católicos ligados a la liturgia de siempre no contribuirá a que las comunidades ortodoxas se reconcilien con la Sede Apostólica.

DM: ¿Cómo es que la Santa Sede va a permitir que el apostolado New Ways Ministry, que promueve el proyecto LGTB. participe en el Sínodo sobre la sinodalidad , y se niega a escuchar a los católicos tradicionalistas o a consultarles antes de tomar medidas así? ¿Qué idea van a sacar los católicos de la sinodalidad si la jerarquía escucha a una agrupación contraria a las enseñanzas de la Iglesia pero no a los católicos que apoyan la Tradición y la doctrina católica?

AS: La arbitrarias exigencias de la Santa Sede demuestran a cualquier observador objetivo que la sinodalidad, que tanto habla de escuchar, es en realidad un empeño ideológico parcial. No es verdadera sinodalidad, sino un empeño egocéntrico de un grupo de intolerantes que tienen un plan para que la Fe y la liturgia católicas sean cada vez más vagas y nebulosas. Todo lo que suponga un obstáculo a ese plan, como los muchos católicos, entre los que se cuentan numerosos jóvenes, ligados a la Misa Tradicional, es excluido de la toma de decisiones.

DM: El padre Claude Barthe, historiador, jurista y experto en la liturgia tradicional de la diócesis francesa de Fréjus-Toulon, dijo al National Catholic Register a raíz de la publicación del documento: «En nombre del sensus fidelium, debemos oponernos a Traditionis Custodes y su aclaración negándonos a aceptarlos, porque es una ley doctrinal injusta.» ¿Cómo considera V.E. que deben reaccionar los laicos a las nuevas pautas?

AS: Por el bien espiritual de toda la Iglesia y el honor de la Sede Apostólica, que siempre ha guardado y transmitido celosamente la totalidad del patrimonio litúrgico, los laicos deben seguir pidiendo a las autoridades de la Santa Sede, empezando por el propio Papa, que concedan plena libertad a la liturgia tradicional. Lo cual incluye la totalidad del patrimonio litúrgico de la Iglesia Romana, sin condiciones humillantes ni discriminatorias. Podrían hacerlo dirigiendo peticiones, y sobre todo con una cadena mundial de oración. Imitar a la viuda importuna de la que habló el Señor en la parábola, que no dejaba de insistirle al juez injusto (V. Lucas 18, 1-89).

Podrían también seguir el consejo del propio Papa, que pidió a los laicos que importunasen a sus sacerdotes, y lo hizo citando a San Cesario de Arles (+542). Esto fue lo que dijo Francisco:

 «Una vez leí algo bellísimo sobre cómo el pueblo de Dios ayuda a los obispos y a los sacerdotes a ser buenos pastores. Es un escrito de san Cesáreo de Arlés, un Padre de los primeros siglos de la Iglesia. Explicaba cómo el pueblo de Dios debe ayudar al pastor, y ponía este ejemplo: cuando el ternerillo tiene hambre va donde la vaca, a su madre, para tomar la leche. Pero la vaca no se la da enseguida: parece que la conserva para ella. ¿Y qué hace el ternerillo? Llama con la nariz a la teta de la vaca, para que salga la leche. ¡Qué hermosa imagen! “Así vosotros —dice este santo— debéis ser con los pastores: llamar siempre a su puerta, a su corazón, para que os den la leche de la doctrina, la leche de la gracia, la leche de la guía”. Y os pido, por favor, que importunéis a los pastores, que molestéis a los pastores, a todos nosotros pastores, para que os demos la leche de la gracia, de la doctrina y de la guía. ¡Importunar! Pensad en esa hermosa imagen del ternerillo, cómo importuna a su mamá para que le dé de comer» (Regina Caeli, 11 de mayo de 2014).

DM: Lo que al parecer se desprende del documento es que éste supone el triunfo del positivismo magisterial en lugar de la Fe transmitida. Dicho de otro modo: que ahora nos dicen lo que tenemos que creer de la liturgia, en vez de lo que habíamos aprendido de nuestra Santa Madre Iglesia sobre lo que es verdadero, bueno, bello y santo.

AS: A mí me parece que todos haríamos bien, y en primer lugar los que ejercen cargos de autoridad en la Iglesia, en recordar la constante actitud de la Iglesia Romana a lo largo de milenios: respeto al peso decisivo de la Tradición en la Fe y la liturgia. El principio de los primeros siglos, formulado por el papa Esteban I (†357), sigue siendo un ejemplo magnífico: nihil innovetur nisi quod traditum est. Es decir: no se innove con nada que no haya sido transmitido. Aplicando este principio a la reforma litúrgica, no sólo habría que preservar la sustancia, sino también otras partes pertinentes de la liturgia. En la Misa Novus Ordo tenemos un ejemplo de una reforma en la que se introdujeron en partes importantes de la Misa innovaciones que no habían sido transmitidas, como por ejemplo el nuevo Ofertorio o una gran variedad de oraciones eucarísticas. La verdadera Misa del Concilio Vaticano II es el Ordo Missae de 1965, en la que se habían introducido novedades cuidadosamente estudiadas y no revolucionarias.

En momentos de confusión grande y generalizada en la doctrina y la liturgia, de experimentos e innovaciones, el católico tiene que adherirse a la antigüedad, como enseñaba San Vicente de Lerins (†445):

 «¿Qué haría, pues, un cristiano católico si una pequeña porción de la Iglesia se aparta totalmente de la comunión de la fe universal? Ciertamente, ¿qué haría sino preferir la salud de todo el cuerpo a un miembro pestilente y apestado? ¿Qué pasaría si una nueva dolencia intentara contagiar no una parte insignificante de la Iglesia sino toda? Velaría, pues, por apegarse a lo antiguo, que hoy no puede desde luego dejarse seducir por fraude  ni novedad algunos. ¿Y qué pasaría si en la propia antigüedad se encontrase error en dos o tres hombres, o en alguna ciudad o incluso provincia? Pondría todo su desvelo en anteponer los decretos, de haberlos, algún concilio general a la temeridad e ignorancia de unos pocos. ¿Y qué sucedería si surgiese algún error sobre el cual no se encontrara decreto alguno? Habrá de cotejar, consultar e inquirir la opinión de los antiguos; es decir, de quienes habiendo vivido en épocas y lugares diversos, perseverando en la comunión y la fe de la Iglesia una y católica, siguen siendo reconocidos y aprobados como autoridad. Así como todo cuanto compruebe que ha sido sostenido, escrito y enseñado no por uno o dos de aquéllos, sino con unanimidad, abiertamente, de modo frecuente y persistente, de forma que crea que él también debe creerlo sin la menor duda o vacilación» (Conmonitorio, 3,7-8).

En tiempos de incertidumbre, sigamos la antigüedad, apeguémonos a ella. O sea, no nos apartemos de la Tradición que era válida antes de que se introdujesen las novedades. Éste es el principio orientador de la Iglesia de Roma a lo largo de los tiempos.

DM: ¿Qué efecto cree V.E. tendrá este documento en los seminarios? ¿Y qué mensaje daría a los sacerdotes y los seminaristas?

AS: Los sacerdotes y los seminaristas deben profundizar en el estudio de los documentos de la Tradición de la Fe y la liturgia católicas, cultivando de esa forma su amor a lo que creyeron, estimaron y vivieron nuestros ancestros y los santos: la liturgia tradicional de la Iglesia de Roma. Tienen que pedir constantemente a sus superiores y obispos que autoricen la celebración de la liturgia tradicional y aplicar el principio de epiqueya, y en una situación gravísima como la crisis sin precedentes que atraviesa la Iglesia, celebrar al menos en privado la Santa Misa según el rito tradicional.

DM: Si el papa Francisco desbarata el legado de Benedicto XVI (Summorum Pontificum) y contradice abiertamente las enseñanzas de Benedicto en algo tan importante como la sagrada liturgia (así como la doctrina de San Pío V en Quo primum), ¿significa eso que cualquier enseñanza de un pontífice puede ser derogada por un sucesor suyo? Entonces, ¿qué pasa con la autoridad de San Pedro?¿Sienta esto algún precedente en lo que se refiere a la autoridad de futuros pontífices, y en cuanto a la de la Iglesia en general?

AS: En este caso, la Tradición y la antigüedad siempre van primero. Cuanto más fielmente observe y transmita un papa los tesoros vivos de la Fe y la liturgia de la Iglesia Romana –que en modo alguno son piezas de museo, sino realidades vivientes, como lo fueron para muchos grandes santos– mejor cumple su cometido y ejerce la debida autoridad como sucesor de San Pedro. Un papa sólo puede anular las decisiones de un predecesor suyo si está claro que se trató de una novedad que suponía una ruptura con la fe y la liturgia. Se han dado algunos casos en la historia. Las cartas del papa Honorio I (†638), sumamente ambiguas desde el punto de vista doctrinal, fueron derogadas por sus sucesores; por ejemplo, San León II, que declaró: «En vez de purificar la Iglesia Apostólica, Honorio permitió que se mancillara la Fe inmaculada con profana perfidia». Otro ejemplo: en 1535 Paulo III promulgó un breviario compilado por el cardenal Quiñones que conoció más de cien ediciones. Pero como no tenía en cuenta la Tradición, Paulo IV lo prohibió en 1558.

Traditionis custodes y el nuevo documento de la Congregación para el Culto Divino están desmoronando la paciente labor de pacificación, reconciliación y comunión eclesial que realizaron Juan Pablo II con el motu proprio Ecclesia Dei y Benedicto XVI con Summorum Pontificum. Ellos tendieron puentes a la Tradición y a una parte considerable del clero y de los fieles, demostrando con ello que lo que significa realmente pontifex. En cambio, el papa Francisco ha desmantelado el puente que construyeron sus predecesores.

DM: V.E. tiene mucho trato con el clero ortodoxo. Los dirigentes religiosos ortodoxos se acercaron a la Iglesia Católica durante el pontificado de Benedicto más que nada porque apreciaban su respeto a la sagrada liturgia. ¿Cómo cree que reaccionarán a las medidas que se están tomando para aplastar la liturgia tradicional y los sacramentos de la Iglesia de Roma? ¿Qué consecuencias puede tener a su juicio esta situación para las relaciones ecuménicas con los ortodoxos?

AS: Las medidas dispuestas por la Santa Sede, que manifiestan evidente desprecio por la tradición litúrgica, ampliarán sin duda la brecha de la desconfianza que existía hacia la Santa Sede por parte de las iglesias ortodoxas, sobre todo la rusa. Guardo el grato recuerdo de cuando Benedicto XVI promulgó un motu proprio tan histórico y magnánimo como Summorum Pontificum y varios sacerdotes y obispos ortodoxos rusos me felicitaron. Un prelado ortodoxo llegó a proponer que celebráramos Misa Tradicional cada domingo en nuestra catedral.

DM: ¿Cómo se puede resolver esta situación? ¿Qué tiene que pasar para que terminen estas guerras litúrgicas que, según los católicos tradicionalistas, han vuelto a estallar con estos últimos documentos?

AS: Debemos tener presente que los actos de violencia son efímeros. La violencia y la injusticia infligidos a una cantidad considerable de hijos modélicos de la Iglesia mediante este documento reciente de la Santa Sede suscitarán una reacción en contra. La tradición litúrgica será objeto de más amor y estima. Habrá sacerdotes y fieles que se vean obligados a asistir a Misa en las catacumbas, por así decirlo. Pero no deben desanimarse ni resentirse. La Divina Providencia ha permitido esta dolorosa prueba en la que estamos presenciando como las autoridades vaticanas persiguen a los buenos católicos apegados al milenario tesoro litúrgico de la Iglesia Romana. Deben seguir amando al Papa y a sus obispos, aumentar las oraciones y actos de reparación y penitencia implorando humildemente a Dios que abra los ojos al Papa y a los obispos y despierte en ellos el amor por el tesoro que constituyen estas ancestrales tradiciones litúrgicas. Ojalá el papa Francisco y muchos otros prelados recuerden la alegría de su niñez y su juventud, cuando oyeron, o ellos mismos pronunciaron, estas conmovedoras y siempre juveniles palabras: Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam: me acercaré al altar de Dios, el Dios que alegra mi juventud. Esperamos firmemente que un día el Romano Pontífice vuelva a pronunciar estas palabras al pie del altar en la Basílica de San Pedro en Roma.

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