Opinión

La decadencia europea: Aborto sin objeciones

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Por Juan Manuel de Prada

Sólo existe una cosa que nos fastidie más que ejercer de profeta de calamidades; y es tener razón. Pues a nadie odian tanto los hombres mostrencos que viven ensimismados en el presente como al hombre que avizora el futuro; y mucho más todavía cuando el futuro se torna presente.

Hace unos pocos días, el pudridero europeo aprobaba el conocido como Informe Matic, que proclama el aborto como un derecho humano universal, solicitando en consecuencia que las colonias del pudridero eliminen de sus legislaciones la objeción de conciencia, por considerarla una grave denegación de «atención médica esencial» y como un «acto de violencia de género». Particularmente grotescos han sido los alegatos de las derechitas cobarde y valiente, que se han negado a aceptar que el aborto puede ser proclamado un derecho porque (‘risum teneatis’) «sólo son derechos humanos los que están en la Declaración Universal de 1948». Estos pobres ilusos todavía no se han enterado de que, por fundarse en una visión progresista de la naturaleza humana, los llamados ‘derechos’ pueden ser remodelados, redefinidos y desnaturalizados, negados o creados de nuevo cuño, mediante mayorías parlamentarias.

La cruda realidad es que la objeción de conciencia (frente al aborto o cualquier otra aberración criminal) ha sido siempre un subterfugio por completo ineficaz. Dejaba a salvo la conciencia personal (a costa de agravar su aislamiento, en un mundo donde la mayoría de las conciencias eran condicionadas en la dirección contraria), que sin embargo se abstenía de emitir juicios objetivos sobre la naturaleza de las cosas. Pero la objeción de conciencia sólo era eficaz en coyunturas antañonas ya superadas, cuando todavía las leyes inicuas querían guardar hipócritamente cierta apariencia de justicia y no se atrevían a proclamar que las aberraciones que protegían constituían derechos inatacables. Pero esa etapa ya se ha superado, como prueba este informe aprobado en el pudridero europeo.

En el ínterin, la objeción de conciencia ha servido para ‘privatizar’ la verdad y defender el bien particular del objetor. Es decir, ha sido una medida antipolítica; pues sólo podemos hablar de política verdadera allá donde se defiende el bien común y se formulan mediante ley juicios objetivos sobre la naturaleza de las cosas. Todo lo demás es vomitiva componenda liberaloide, fundada en el puro relativismo y en el interés personal. A la postre, la objeción de conciencia ha contribuido a arraigar en las conciencias que no hay un orden moral objetivo garante del bien común, sino que cada uno puede montarse su propia moral subjetiva y buscar su interés particular, propiciando a la postre una más encarnizada intervención del Leviatán, que termina imponiendo un orden aberrante y criminal, como hace ese Informe Matic. Los supuestos defensores de la vida pudieron elegir entre leyes que castigaran el aborto y objeción de conciencia; eligieron objeción de conciencia y ahora tendrán leyes que obligan a abortar sin objeciones.

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