Espectáculos

Gardel sigue vivo y cada día canta mejor

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Viernes 17 de noviembre de 2023

Al mausoleo de Carlos Gardel llegan a diario admiradores de todo el mundo. Al cantante le siguen colocando un cigarrillo entre los dedos. Si se consume hasta el final, una gracia, cuentan, será concedida

Han pasado 88 años desde su muerte y la tumba de Carlos Gardel, la voz más célebre de la historia argentina, sigue siendo la más visitada en Buenos Aires por admiradores nativos y extranjeros.

Allí El inmortal, uno de sus muchos apodos, posa de cuerpo entero, sonriente para siempre bañado en bronce.

A su lado sobre el sepulcro donde también descansan los restos de su madre, la figura de Euterpe, musa griega de la música, que yace en cuclillas, cabizbaja, apoyada sobre una lira rota, símbolo de la pérdida irreparable que significó la muerte de Gardel para el mundo del tango.

El mausoleo es el más concurrido del Cementerio de la Chacarita, lejos del centro de la ciudad. En 2006 fue declarado Sepulcro Histórico Nacional.

La estatua del autor de Volver tiene una mano en el bolsillo, una pose canchera, diría un porteño.

La otra mano tiene los dedos índice y corazón lo suficientemente separados como para que entre allí un cigarro.

Empleados del camposanto cuentan que hay un ritual de la visita que consiste en colocarle uno encendido, como para darle vida. Si se consume hasta el final, «una gracia será concedida», dicen.

Las flores nunca faltan en la tumba del autor de Mi Buenos Aires querido. Pero los visitantes también dejan cartas, rosarios, medallas, fotos.

La lira rota de Euterpe funge como florero y receptáculo. Hay quienes arrojan allí cenizas de familiares que se decían fanáticos del cantante.

El conjunto escultórico está enmarcado por paredes repletas de placas con mensajes de homenaje y agradecimiento que se han ido acumulando con los años.

Hay también escritos en los muros. «Te vine a ver», dice uno, con la fecha y el nombre del visitante.

Hay fans habituales que hablan con El Mudo mientras lo acarician. Muchos le cantan y entonces el tumulto se expande. De ahí viene el dicho «Andá a cantarle a Gardel», para desembarazarse de alguien pesado.

Gardel nació en Toulouse, Francia, en 1890. Su madre, Berta Gardes, lo trajo sola a Buenos Aires con apenas tres años.

El inventor del tango cantado, tan popular en el mundo, era un inmigrante más en aquella Argentina que los recibía a miles provenientes de España, Italia, Francia y otros países.

El niño se crió en una casa de inquilinos junto a otros extranjeros y cuando era adolescente ya había desarrollado una natural vocación por el teatro y el canto lírico.

Mi noche triste fue el primer tango que grabó en 1917, cuando esa música no existía como género cantado.

Era un baile de los arrabales. Gardel lo hizo popular y fundó así una corriente nueva que incorporaba letras de los inmigrantes y los barrios populares.

Grabó 900 canciones. El día que me quieras, una de las más recordadas, fue interpretada luego por Plácido Domingo y Luis Miguel.

Cuando ya era famoso en Buenos Aires, comenzó a hacer giras por España y Francia. Hasta que en los años 30 participa como protagonista en el nacimiento de otro género que revolucionó el arte: el cine sonoro.

Sus canciones y su carisma eran la combinación perfecta para el experimento. En el cine, los espectadores deliraban por poder verlo y oírlo.

En 1934 rueda en Nueva York y acuerda una gira por Latinoamérica. Y en ese momento de gloria se truncó su carrera.

El 24 de junio de 1935, el avión en el que viajaba chocó con otro en la pista del aeropuerto de Medellín y Gardel murió en el acto junto a otros acompañantes.

Al conocerse la noticia, en Buenos Aires la gente sacaba a las calles sus fonógrafos para pasar sus discos y llorarlo.

En principio fue enterrado en Medellín, pero su madre pidió el traslado de sus restos a Buenos Aires, lo que se hizo en 1936 en una travesía en tren y barco que fue una epopeya.

Fue llevado a Panamá, de ahí a Nueva York y antes de llegar pasó por Río de Janeiro y Montevideo.

Al arribar a su Buenos Aires querido, dos meses después de la exhumación, el puerto era una romería que lo acompañó hasta Chacarita, a donde su ataúd llegó transportado por una carroza tirada por caballos.

«Es una figura muy querida por los argentinos, reconocida a nivel mundial», elogia el ministro de Ambiente y Espacio Público de Buenos Aires, Eduardo Macchiavelli.

«Por eso es un orgullo tener su mausoleo en Chacarita, para que sus devotos puedan visitarlo y sigan rindiéndole homenaje».

Las visitas no se interrumpen nunca. Siempre hay alguna a cualquier hora de cualquier día del año.

Muchos son de Sudamérica, pero también de Europa, sobre todo de Francia, Alemania, Países Bajos y escandinavos.

Los argentinos acuden el 11 de diciembre por su natalicio (que es celebrado aquí como el Día Nacional del Tango), el 6 de febrero, cuando su cuerpo fue recibido en Buenos Aires y el 24 de junio, aniversario de su muerte.

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