Religión

Una invitación a entrar en la intimidad divina

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Sábado 21 de octubre de 2023

La vocación es un don inmenso, del que hemos de dar continuas gracias a Dios. Es la luz que ilumina el camino: el trabajo, las personas, los acontecimientos… Sin ella, sin el conocimiento de esa voluntad específica de Dios que nos encamina derechamente al Cielo, estaríamos con el débil candil de la voluntad propia, con el peligro de tropezar a cada paso. La vocación nos proporciona luz, y también las gracias necesarias para salir fortalecidos de todas las incidencias de la vida. «En la vocación, el hombre, de una manera definitiva, se conoce a sí mismo, conoce al mundo, y conoce a Dios. Es el punto de referencia a partir del cual cada ser humano puede juzgar con plenitud todas las situaciones por las que haya atravesado y atraviese su vida»4. Conocer cada vez más profundamente ese querer divino particular es siempre un motivo de esperanza y de alegría.

Con la vocación recibimos una invitación a entrar en la intimidad divina, al trato personal con Dios, a una vida de oración. Cristo nos llama a hacer de Él el centro de la propia existencia, a seguirle en medio de nuestras realidades diarias: el hogar, la oficina, el comercio…; y a conocer a los demás hombres como personas e hijos de Dios, es decir, como seres con valor en sí, objetos del amor de Dios, y a quienes hemos de ayudar en sus necesidades materiales y espirituales. Y esto no a seres ideales, sino a las personas corrientes que vemos todos los días, con sus virtudes y sus defectos.

El querer divino se nos puede presentar de golpe, como una luz deslumbrante que lo llena todo, como fue el caso de San Pablo camino de Damasco, o bien se puede revelar poco a poco, en una variedad de pequeños sucesos, como Dios hizo con San José. «De todos modos, no se trata solo de saber lo que Dios quiere de nosotros, de cada uno, en las diversas situaciones de la vida. Es necesario hacer lo que Dios quiere, como nos lo recuerdan las palabras de María, la Madre de Jesús, dirigiéndose a los sirvientes de Caná: Haced lo que Él os diga (Jn 2, 5). Y para actuar con fidelidad a la voluntad de Dios hay que ser capaz y hacerse cada vez más capaz (…). Esta es la tarea maravillosa y esforzada que espera a todos los fieles laicos, a todos los cristianos, sin pausa alguna: conocer cada vez más las riquezas de la fe y del Bautismo y vivirlas con creciente plenitud». Esta plenitud se realizará día a día, siendo fieles en lo pequeño, correspondiendo a las gracias que el Señor derrama cada jornada para que cumplamos con perfección, con amor, los deberes de cada momento. Y esto los días en que nos encontramos con más capacidad y también aquellos otros en los que todo parece que cuesta más.

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