Religión

Consecuencias del pecado en el alma

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Lunes 4 de marzo de 2024

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas, rezamos en la Antífona de entrada de la Misa.

En el Evangelio, narra San Lucas cómo cierto día en que se acercaban a Jesús muchos publicanos y pecadores, los fariseos comenzaron a murmurar porque Él los acogía a todos.

Entonces el Señor les propuso esta parábola: Un hombre tenía dos hijos, y dijo el más joven al padre: Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.

Todos somos hijos de Dios y, siendo hijos, somos también herederos. La herencia es un conjunto de bienes incalculables y de felicidad sin límites, que solo en el Cielo alcanzará su plenitud y la seguridad completa.

Hasta entonces tenemos la posibilidad de hacer con esa herencia lo mismo que el hijo menor de la parábola:

pasados pocos días, el más joven, reuniéndolo todo, partió a una tierra lejana, y allí disipó toda su herencia viviendo disolutamente: «¡Cuántos hombres en el curso de los siglos, cuántos de los de nuestro tiempo pueden encontrar en esta parábola los rasgos fundamentales de su propia historia personal!».

Tenemos la posibilidad de marcharnos lejos de la casa paterna y malbaratar los bienes de modo indigno de nuestra condición de hijos de Dios.

Cuando el hombre peca gravemente, se pierde para Dios y también para sí mismo, pues el pecado desorienta su camino hacia el Cielo; es la mayor tragedia que puede sucederle a un cristiano.

Su vida honrada, las esperanzas que Dios había puesto en él; su vocación a la santidad, su pasado y su futuro se han venido abajo. Se aparta radicalmente del principio de vida, que es Dios, por la pérdida de la gracia santificante; pierde los méritos adquiridos a lo largo de toda su vida y se incapacita para adquirir otros nuevos, quedando sujeto de algún modo a la esclavitud del demonio.

Por lo que respecta al pecado venial, Juan Pablo II nos recuerda que, aunque no cause la muerte del alma, el hombre que lo comete se detiene y distancia en el camino que le lleva al conocimiento y amor de Dios, por lo que no debe ser considerado como algo secundario ni como un pecado de poca importancia.

«El alejamiento del Padre lleva siempre consigo una gran destrucción en quien lo realiza, en quien quebranta su voluntad y disipa en sí mismo la herencia: la dignidad de la propia persona humana, la herencia de la gracia».

Aquel que un día, al salir de casa, se las prometía muy felices fuera de los límites de la finca, pronto comenzó a sentir necesidad.

La satisfacción se acaba pronto, y el pecado no produce verdadera felicidad, porque el demonio carece de ella.

Viene luego la soledad y «el drama de la dignidad perdida, la conciencia de la filiación divina echada a perder»: se tuvo que poner a guardar cerdos, lo más infamante para un judío.

Pasmaos, cielos, de esto y horrorizaos sobremanera, dice Yahvé. Un doble crimen ha cometido mi pueblo: dejarme a mí, fuente de agua viva, para ir a excavarse cisternas agrietadas, incapaces de retener el agua.

Fuera de Dios es imposible la felicidad, incluso aunque durante un tiempo pueda parecer otra cosa.

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