Espectáculos

Joaquín Pardavé, el actor de la Época de Oro cuya muerte desató una leyenda macabra

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Lunes 20 de noviembre de 2023

El 20 de julio de 1955 murió el actor Joaquín Pardavé. La noticia de su deceso se dio a conocer al día siguiente en periódicos de circulación nacional y en los noticieros que en ese entonces empezaban a producirse en Televicentro.

Había muerto uno de los grandes comediantes y actores melodramáticos del cine mexicano en el periodo denominado como La Época de Oro.

Su fallecimiento ocurrió cuatro meses después del suicidio de la actriz Miroslava Stern, considerada una de las grandes actrices de aquel entonces. Pardavé era la segunda gran figura del cine que partía en ese año.

Sin embargo, así como sucedió con la propia Miroslava, la leyenda sobre su deceso estaba por empezar. ¿Cuál leyenda? La de que fue enterrado vivo.

El rumor tuvo su origen en una noticia falsa sobre Pedro Infante. El 22 de julio Televicentro informó que el cantante había perecido en un accidente automovilístico en un tramo de la carretera México-Puebla. 

Sin corroborar la información lo dieron por hecho luego de que una persona llamara dando pormenores de que el auto accidentado era idéntico al de ‘El ídolo de Guamúchil’ y que no tenía dudas de que el conductor era Infante. Ni el vehículo era de él, ni él fue la víctima mortal.

Esa noticia opacó en cierta medida el deceso de Pardavé. Aunque rápidamente se desmintió la muerte de Infante, el impacto que tuvo en el público fue considerable por las especulaciones que surgieron, tales como que se trató de una estrategia de distracción para que no se hablara de sus romances, o que era un doble el sobreviviente.

El efecto mediático de esas noticias morbosas provocó que se publicaran más contenidos en ese tono. Diarios como La Prensa lo hicieron. Por ejemplo, con Miroslava Stern, a la que se le adjudicaron relaciones afectivas que no tuvo como motivo de su decisión de quitarse la vida. 

Con Joaquín Pardavé se recurrió a contar la historia de que fue sepultado cuando aún estaba vivo.

Así surgió el rumor de que se le había dado por muerto de forma errónea debido a una negligencia médica. 

Se comentó que padecía catalepsia, una enfermedad que, según el diccionario de la Real Academia Española, se describe como «el estado biológico en el que una persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, no obstante, se halla en un estado consciente». Y circuló la versión de que Pardavé fue declarado clínicamente sin vida por un doctor inexperto que no era el de su confianza, pues éste se encontraba fuera de la ciudad cuando encontraron inconsciente al actor.

El relato se alimentó de un episodio macabro ficticio, que en el acuerdo de trámites testamentarios sus familiares cayeron en cuenta que faltaba un documento, mismo que traía consigo el difunto en su vestimenta, y exhumaron el cuerpo para recuperarlo.

La historia inventada aseguraba que la faz de Pardavé estaba irreconocible como consecuencia de rasguños, tenía pedazos de piel en las uñas y estaba en posición boca abajo a causa de su desesperación por salir del ataúd y el proceso de asfixia. 

Este pasaje inventado provino de alguien que tergiversó la verdad de una visita familiar a la tumba por la falsedad de una exhumación.

A la construcción de esa ficción se sumó el personaje del velador del Panteón Jardín, cementerio donde reposan los restos. 

Sin testimonios sobre sus dichos, o sin entrevistas, se esparció la leyenda de que el señor había escuchado ruidos extraños provenientes de la tumba y que vio cómo se movía la tierra, pero que no prestó atención porque creyó que era su sugestión.

Ante la creciente ola de historias falsas, y cada vez más sazonadas con otros ingredientes, los familiares de Joaquín Pardavé desmintieron en 1956 todas las versiones del supuesto entramado de terror.

Se dieron a la tarea de repetir que murió el 20 de julio de 1955 por un derrame cerebral, diagnóstico confirmado por su médico de cabecera. 

Dicho derrame se derivó de un cuadro de hipertensión arterial descontrolada. Tampoco llevaron a cabo exhumación alguna.

Pese al desmentido, la leyenda de que fue enterrado vivo continuó contándose en décadas posteriores.

Hasta la fecha el nombre de Joaquín Pardavé es buscado para saber si murió o no asfixiado en un ataúd.

El legado del actor supera las 70 películas. Se fue dejando personajes emblemáticos, tales como Cayetano Lastre junto a Cantinflas en Ahí está el detalle (Juan Bustillo Oro, 1940), Don Simón en ¡Ay, qué tiempos señor don Simón! (Julio Bracho, 1941) y Jalil Farad en El baisano Jalil (dirigida por él en 1942).

Antes de morir logró filmar tres títulos en 1955: Club de señoritas (de Gilberto Martínez Solares), Las medias de seda (de Miguel Morayta) y La virtud desnuda (de José Díaz Morales). Estos filmes se estrenaron posteriormente a su partida.

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