Religión

¿El Anticristo en la Jornada Mundial de la Juventud?

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Lunes 7 de agosto de 2023

El preocupante cambio de rumbo de la JMJ que parece querer llevar a cabo su organizador.

Algunos documentos producidos por la organización de la Jornada Mundial de la Juventud 2023 ya habían producido cierta inquietud.

Pero las declaraciones del cardenal organizador de las JMJ, un mes antes de su inicio, no han sido sólo desgraciadas, sino que ponen duda la función que se asigna a la JMJ en la evangelización de los jóvenes.

E incluso ponen en duda el rol adjudicado realmente a la evangelización en la Iglesia hoy, más allá de las declaraciones públicas.

Aquí hablaremos sobre qué es la Jornada Mundial de la Juventud, cuál es la función con la que fue creada por Juan Pablo II, que declaró el cardenal organizador que produjo tanto alboroto, y por qué nos preguntamos si el anticristo está actuando dentro de ella o no.  

Es un encuentro de oración y catequesis, que ha reunido a millones de jóvenes católicos de todo el mundo en torno al Santo Padre, desde 1986. 

Es una oportunidad para los jóvenes que participan de conocer a otros de todo el mundo, una experiencia de fe, de peregrinación, visitando santuarios y lugares de culto.

Para muchos, la JMJ ha sido una oportunidad para descubrir su vocación religiosa, y otros han conocido a su esposa o esposo durante estos días o han madurado su misión en la vida.

Es una oportunidad para mostrar al mundo la belleza de la opción de fe y de vida cristiana.

Sin embargo, Monseñor Américo Aguiar, responsable de la JMJ de Lisboa ha dicho algo sorprendente en una entrevista a la Radio Televisión Portuguesa, el 6 de julio, que va a contramano de la función tradicional de la JMJ.

Monseñor Américo Aguiar, de 49 años, es obispo auxiliar de Lisboa, y fue recientemente nombrado cardenal.

Fue concejal socialista en Portugal en la década de 1990.

En una entrevista con RTP Notícias declaró: «¡No queremos convertir a los jóvenes a Cristo, a la Iglesia Católica, nada de eso, absolutamente!»

Y agregó, “que todos entiendan que las diferencias son una riqueza. Un encuentro para caminar junto a los jóvenes en el respeto a su diversidad”.

Y dijo aún más, “queremos que sea normal que un joven cristiano católico diga y testifique quién es, y que un joven musulmán, judío o de otra religión no tenga problema en decir quién es y testimoniarlo, y que un joven que no tiene religión se sienta bienvenido y no se sienta raro pensando lo contrario».

Como suele ocurrir en estas situaciones, ante la reacción negativa de la opinión pública católica, monseñor Aguiar intentó enmendarse con otra entrevista con ACI Prensa, quejándose que sus palabras fueron sacadas de contexto. 

Insistiendo en que solo pretendía criticar la manera agresiva y autoritaria de compartir la fe que se conoce como “proselitismo”. 

Pero la Real Academia Española define el proselitismo como el celo de ganar prosélitos, y aclara que un prosélito es una persona que se ha convertido a una nueva religión, ideología o creencia.

No hay nada malo en esto. 

Aunque en realidad en algunos lugares el proselitismo está prohibido, como entre los musulmanes o en la India, o Corea del Norte, pero en realidad lo que no está permitido es seguir a Jesucristo como salvador. 

El concepto que maneja este Cardenal en realidad es que la misión de la Iglesia ha cambiado.

Ya no es anunciar a Cristo como Dios y salvador, sino tener una hermosa experiencia de muchas personas diferentes, para apreciar la riqueza de la diversidad, y que esto sería experimentar a Dios.

Porque dijo que “la JMJ es un grito de esta fraternidad universal. Para católicos, no católicos, religiosos, con fe, sin fe: lo primero es entender que la diversidad es una riqueza”.

Detrás de este lenguaje está la tesis modernista de que la verdad religiosa no está a nuestro alcance, y que al final no importa lo que uno crea, siempre y cuando se adhiera a ciertos principios éticos. 

Si alguien es una buena persona, ¿a quién le importa si es un cristiano devoto, budista, judío, musulmán o no creyente?

¿Por qué no ver la variedad de religiones como algo positivo?

Pero la doctrina cristiana que viene de los apóstoles, no sostiene que “ser una buena persona” sea de alguna manera suficiente.

Porque de lo contrario no tendría sentido la orden de Jesús a sus discípulos, “Id y haced discípulos por todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. 

Y tampoco la expresión de san Pablo, “¡Ay de mí si no evangelizo!”.

Las sorprendentes palabras del obispo auxiliar de Lisboa cuestionan el significado del evento que él mismo organizó. 

Porque si se elimina la intención de anunciar a Cristo a los jóvenes, ¿qué queda de una Jornada Mundial de la Juventud?

La JMJ es una demostración de que la Iglesia puede y debe ofrecer a los jóvenes algo diferente de lo que ofrece el mundo. 

Algo que va más allá de una simple «celebración de la diversidad» o «celebración de la unidad».

Ciertamente Jesucristo no envió a los apóstoles con el mandato de anunciar el elogio de las diferencias.

Y cuando cualquier institución católica olvida su propósito evangelizador, ha perdido su esencia.

Lo que debe quitar el sueño a la Iglesia y a sus pastores es que los jóvenes conozcan a Cristo, aprendan a escucharlo, a amarlo, a seguirlo, e imitarlo.

Esto es lo que impulsó a San Juan Pablo II a instituir la JMJ, como un evento que desde el principio ha sido absolutamente cristocéntrico, aunque ecuménico.

Recordemos que Juan Pablo II fue muy claro al decir, durante la vigilia de oración en la JMJ 2000 en Roma, frente a dos millones de jóvenes, que una sociedad más humana y fraterna sólo puede nacer del encuentro con Cristo.

Una JMJ sin Cristo, o en todo caso con un Cristo irrelevante, a la altura de Mahoma, Buda, Confucio, es la afirmación de la inutilidad de la Iglesia, y su reducción a una copia de la ONU con una pizca de espiritualidad.

Y hace concreto el juicio de Benedicto XVI que atribuía la crisis de la Iglesia a la crisis de la fe, especialmente de los sacerdotes. 

Simplemente ya no se cree que Cristo sea el Salvador, a lo sumo el inspirador de buenos sentimientos para arreglar las cosas en el mundo.

Recordemos que san John Henry Newman señaló que durante la crisis arriana de los siglos IV y V, la mayor crisis que pasó la Iglesia, sacerdotes y obispos fueron infieles a su comisión, mientras que el cuerpo de los laicos fue fiel y el que combatió ferozmente la tesis de que Jesús no era Dios.

Y el cardenal Giacomo Biffi ha recordado que Vladimir Soloviev estableció que «el Anticristo se presentará como pacifista, ecologista y ecumenista. 

Y convocará un concilio ecuménico y buscará el consenso de todas las confesiones cristianas, concediendo algo a cada una».

Si a valores relativos como la solidaridad, el amor por la paz y el respeto por la naturaleza se les da un valor absoluto, entonces se convierten en la base de la idolatría y son obstáculos en el camino de la salvación.

Y si los cristianos dejan de lado su creencia de que la salvación y todos los logros relativos de paz y fraternidad vienen sólo a través de Cristo, puede que encuentren más fácil el diálogo con los demás, pero habrán negado su obligación de compartir el Evangelio y se habrán colocado «del lado del Anticristo».

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