Arte y cultura

Editorial rompe contrato con escritora por opiniones sobre el tema trans

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Lunes 7 de noviembre de 2022

La autora Carolina Sanín, reveló que la editorial Almadía le canceló un contrato para publicar dos libros, por sus expresiones.

La escritora Carolina Sanín (Bogotá, 1973), una de las voces más singulares de la literatura colombiana actual, denunció que la editorial Almadía, que encabeza el editor Guillermo Quijas, decidió romper un contrato firmado para publicar dos de sus libros, debido a sus opiniones fuera del ámbito literario, en su videocolumna de la agencia Cambio.

Quiero contarles que Almadía, después de haber comprado y pagado por los derechos de mis libros Somos luces abismales (antes publicado por Penguin Random House) y Tu cruz en el cielo desierto, me hizo saber hoy que no los publicará debido a mis cuestionamientos a la política identitaria… Me parece que la decisión de cancelar un contrato ya firmado (que, además, no tienen que ver con el tema en cuestión) sienta un precedente tenebroso”, reveló el sábado en redes sociales.

Al respecto, escritoras y voces como Margo Glantz, Mariana Enríquez, Fernanda Solórzano, María Rivera, Guillermo Arriaga y Gabriela Jáuregui también expresaron sus puntos de vista en redes.

Sanín detalló, en entrevista con Excélsior, que el contrato fue firmado en agosto de 2020 y se estipuló la publicación en los 18 meses siguientes, previo pago del anticipo convenido.

Incluso, en noviembre de 2021, autora y editores se reunieron vía Zoom para acordar detalles de la publicación, que realizarían en 2022, antes de las ferias del libro del Zócalo (FILZ) y de Oaxaca (FILO).

Quedamos en tener pronto otra reunión para hablar de portadas y otros detalles, pero la editorial no volvió a contactarme. En marzo o abril le escribí al director, Guillermo Quijas, con quien tenía trato personal y cordial por haber sido invitada por él dos veces a la FILO, y me dijo que le diera unos días. No me volvió a escribir”, recordó.

Volví a intentar un par de veces, entre abril y octubre, siempre sin respuesta. También lo hicieron mis agentes. Finalmente, el 4 de noviembre, mi exagente, Andrea Montejo, me avisó por un mensaje de voz que Quijas le había confirmado que, tras mucha deliberación y a pesar de apreciar mis libros, no podía publicarlos por mis manifestaciones sobre el tema trans. La editorial desistió, en cumplimiento del contrato, de la devolución del anticipo. Nunca habló conmigo”, dijo.

¿Emprenderá alguna acción legal?, se le consultó a la autora de El ojo de la casa. “Es un tema desgastante y no quiero cansarme en tribunales. Por otra parte, lo más grave para mí fue la falta de consideración y respeto con que fui tratada, y la falta de coraje de la editorial, que, a pesar de decidir algo tan delicado como mi cancelación pública, ni siquiera me escribió un correo para notificarme y mucho menos me consideró digna de recibir explicaciones. Eso no es un asunto de la ley, sino del talante ético de los editores”.

¿Cómo define esta decisión del sello editorial? “Es un rechazo que me presenta como un sujeto inaceptable para ser publicado, independientemente de la calidad o el contenido de mis libros (que, por cierto, nada tienen que ver con el asunto en cuestión), e independientemente, también, de mi humanidad.

Es una condena sumaria que somete la literatura a la ideología y supedita la totalidad de un autor —y de una persona— a una de sus opiniones. Así que es cancelación, reducción, sentencia y condena. Y lo que más me pesa de esto es que ‘el tema trans’, o incluso el feminismo, realmente no ocupa una porción muy grande de mis intereses. Me interesa el mundo. Y que una de mis visiones sobre el sexo —sobre un aspecto del mundo— termine pareciendo tan definitorio es la esencia de la cancelación —y también es la esencia de la supresión de la variedad de la voz de las mujeres—.

Y añadió: “Sospecho que la editorial actuó con temor e inseguridad y bajo la presión de personas que ni son trans ni están especialmente interesadas en la seriedad del debate; que vieron en la vigencia del asunto una oportunidad para excluir a alguien y para erigirse en autoridades morales colgándole el sambenito a una colega. Evidentemente, no han escuchado con atención lo que he dicho sobre el tema: ni mis preocupaciones, ni mis dudas, ni mis reflexiones al respecto, que no proceden del odio ni del rechazo ni de la cerrazón. Tampoco creo que les interese demasiado pensar en el asunto”.

Excélsior solicitó a Almadía su postura sobre el tema, pero hasta el cierre de esta edición no emitió comentario alguno.

POBREZA INTELECTUAL

Carolina Sanín también habló sobre lo que le inquieta.

Me preocupa la uniformización de las ideas, me preocupa la adhesión irreflexiva a una ideología como condición de publicación. Me importa sobre todo el empobrecimiento intelectual y estético de una literatura al servicio del simplismo y de la corrección política, que ignora y teme las contradicciones humanas”, expresó.

Y agregó: “Es algo que estamos viendo hace tiempo: los temas políticamente atractivos, los enfoques repetitivos, la literatura como eco de la publicidad y la demagogia.

La escritura literaria, que debe ser precisamente lo opuesto a la consigna, se convierte en ampliación de la consigna.

Y algunos autores (y quizá sobre todo autoras) adoptan con entusiasmo la consigna, para que la industria las acoja como sujetos socialmente conscientes y sensibles, aun cuando lo que escriban no sea muy rico ni enriquecedor para nadie. Lo más preocupante es que el corpus literario pasa a ser una especie de ilustración colorida de la producción académica y sus temas elegidos”, concluyó.

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