Echeverría y López Obrador: semejanzas, diferencias e interrogantes
Luis Echeverría Álvarez es el padre politico de López Obrador. Ambos políticos comparten grandes similitudes. Sus taras y complejos políticos tienen el mismo ADN.
A continuación, procedemos a dar a conocer cuales son los puntos de convergencia, divergencias e incógnitas que prevalecen entre ambas figuras:
Echeverría fue el máximo exponente del populismo durante el priato. Tenía un apetito desmesurado por los baños de pueblo y se buscó como pareja a la hija de un cacique, que pretendía tener conciencia social.
López Obrador ha hecho su trayectoria desde el templete, agitando a las masas y tomó como consorte una mujer que decidió abdicar de su papel de primera dama para exhibir empatía de clase.
Ambos pretendieron romper el molde político en que fueron gestados, pero fue un intento absurdo en ambos casos, mostrado por su marcada veta autoritaria.
En ambos casos, sus complejos de clase y oscuros orígenes, los llevaron a adoptar posturas y retórica izquierdizante y a exhibir desprecio patente por la actividad empresarial.
López Obrador ha ido más lejos que cualquiera, atizando el rencor y promoviendo la polarización social, al dividír a los mexicanos en chairos y fifís, situación potencialmente riesgosa.
Ambos políticos comparten un sentimiento profundamente antinorteamericano, fruto de sus traumas de origen atávico, perdiendo de vista los beneficios de compartir una enorme frontera con el principal socio comercial que tenemos y que otras naciones desearían tan cerca.
Empero, a pesar de su evidente furor antiyanqui, ambos personajes resignados deben avenirse a prosternarse ante el poderío del vecino, que logra doblegarlos con absoluta facilidad.
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Ambos políticos han sido dados a presumir obras de relumbrón pero de dudosa utilidad para el país, que en cambio han dejado pingües ganancias y beneficios de legalidad confusa para los mandatarios y sus allegados, que de manera poco clara, se han enriquecido escandalosamente.
Ambos tendieron de dientes para afuera a apoyar la educación, pero en la realidad sucedió todo lo contrario, al otorgar el control político a operadores que creyeron significaban la defensa de sus intereses. Con esto, solo consiguieron abaratarla y más aún López Obrador se ha declarado enemigo de la inteligencia, al denigrar a todo aquel que cuente con estudios superiores y los haya cursado en el extranjero.
Ambos han sido pésimos administradores y han hecho añicos la economía. Ambos han contratado ingentes cantidades de deuda, que no han sido capaces de traducir en beneficios para el país.
Ambos destacan por repartir lo que no es suyo y su vocación estatista. Ambos han conseguido atrofiar entidades que debían fungir como factores de desarrollo.
Los dos desprecian la prensa libre y son partidarios acérrimos de la represión como método de operación política. La intimidación y el chantaje son partes integrales de su repertorio.
Se ostentan ambos promotores de la democracia, pero se han exhibido vulnerables al reeleccionismo y al control oficial de los procesos. También comparten ambos la afición por el credo en un partido único y por amistarse con tiranos.
Si bien las semejanzas son notorias. Reiteramos que podría decirse que son parte de una misma dinastía, como siempre sucede, el alumno termina inevitablemente por superar al maestro.
Es así que López Obrador patentiza una preocipante afinidad y cercanía por el bienestar de los integrantes del crimen organizado, circunstancia con la que Echeverría ni por asomo soñó.
Tampoco se atrevió Echeverría a confrontarse con todos los sectores sociales, ni tampoco a confiar la viabilidad de su régimen a las bayonetas militares. A pesar de su calamitosa trayectoria, jamás estuvo en tela de juicio su salud mental.
La parte favorable del análisis para López Obrador es que aun no emula a su antecesor como genocida (solo lo ha igualado en ineptitud, populismo y vision autocrática). El tabasqueño aun no consigue el membrete de asesino.
Al momento, amén de que el tabasqueño mantiene las manos limpias de sangre, la diferencia fundamental entre ambos, radica en que Echeverría se equivocó completamente en la elección de su sucesor y la existencia de una nomenclatura hegemónica le permitió superar el conflicto. Podría decirse que para Echeverría la historia fue su aliada.
En la época del predominio de la información y el poder de las redes sociales, no podemos aventurar que ocurriría si López Obrador también falla al decidir su sucesión. Cuestión de tiempo.
Seguimos pendientes…