Religión

Crisis en la Iglesia: el Magisterio papal, sustituido

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Francisco Carballo

Mientras  que el magisterio papal ha sido “sustituido por resúmenes de prensa”el de las conferencias episcopales “se ha elevado al máximo exponente“, y quienes tenían “la tarea sagrada” de transmitir la enseñanza de los Papas , “parece que han hecho dejación de funciones”.

Con estas palabras, el doctor en Ciencias Políticas, licenciado en Ciencias Religiosas y máster en Doctrina Social de la Iglesia Francisco J. Carballo denuncia la “profunda crisis” del magisterio social pontificio en la primera publicación de Chesterton.esLas exigencias de la Doctrina Social de la IglesiaEl ejemplo de Chesterton.

Una crisis, explica Carballo a Religión en Libertad, que no está exenta de responsables -entre otros, “una pastoral saturada de concesiones ilegítimas, laicos incoherentes o pastores negligentes“-, y que tiene unas consecuencias “terribles” para la Iglesia, como es la “complicidad de los católicos con doctrinas condenadas”.

En este libro, el autor desgrana con sencillez y detalle las implicaciones y contenidos de un magisterio que hoy es difundido “con una pedantería ridícula” pero que esconde “las glorias y excelencias de la Iglesia” así como las respuestas a las grandes preguntas que afectan a todo católico en la vida pública.

-¿A que nos referimos al hablar de la Doctrina Social de la Iglesia?

La Doctrina Social de la Iglesia es una parte de la teología moral que se ocupa de formar la conciencia de los bautizados en orden al bien común en la vida socialComo todo postulado moral nace de la naturaleza humanabusca los medios más eficaces para el perfeccionamiento del hombre, y tiene como objetivo último la salvación de las almasSu fundamento está en la Sagrada Escritura y la Tradición Apostólica, interpretadas por el Magisterio Pontificio. Por eso decía Juan Pablo II que “pertenece a la misión evangelizadora de la Iglesia y forma parte esencial del mensaje cristiano”.

No es una solución técnica ni pretende competir con las ideologías humanas. Se trata del juicio moral que merecen las circunstancias sociales desde la perspectiva de la dignidad del hombre , a la cual deben subordinarse la acción de gobierno y la actividad económica.

-Al comenzar el libro menciona la “crisis profunda” que vive esta rama de la teología moral. ¿A qué se debe?

La crisis que vive la DSI(Doctrina Scial de la Iglesia)  no es ajena a la crisis que vive la Iglesia. Dice San Juan Pablo II que los laicos no traducen la Doctrina Social de la Iglesia en comportamiento concreto porque no se enseña ni se conoce adecuadamente. Si las enseñanzas sociales de la Iglesia resultan desconocidas para el pueblo de Dios, no debemos extrañarnos de que los laicos no actúen en política o en economía de acuerdo con la moral cristiana.

El Papa añade que no se enseña adecuadamente. Habrá que preguntarse quiénes tienen esa responsabilidad de convertirse en eco de la doctrina oficial de la Iglesia. Sin duda la mayor responsabilidad recae en los obispos, pero también en los sacerdotes.

La crisis se manifiesta especialmente cuando aquellos que estaban llamados a cantar las glorias y excelencias de esta joya de la Iglesia que es su doctrina política y económica, ocultan deliberadamente lo que la Iglesia enseña, los aspectos menos populares y más controvertidos.

-¿De qué modo?

-Uno de los signos más extendidos y llamativos de esta crisis es el desprecio de los textos oficiales (el Catecismo, el Concilio, el magisterio pontificio, el magisterio de otros siglos, el CIC…). Y la irrupción caótica y avasalladora de fuentes de jerarquía menor o sin jerarquía alguna: reflexiones de conferencias episcopales de otros países, discursos pontificios improvisados, opiniones de teólogos, conclusiones de algún congreso académico…

Dice el Concilio que los laicos tienen la misión de ordenar la vida temporal según Cristo. La conclusión inevitable es que la Doctrina Social de la Iglesia es hoy, guste o no guste, una postura antisistema.

En “Las exigencias de la Doctrina Social de la Iglesia”, Francisco J. Carballo señala algunas de las causas de la crisis de la acción de los católicos en la vida pública y llama a la coherencia para hacerle frente. 

-Y que, en parte, brilla por su ausencia…

-Cuando la Doctrina Social de la Iglesia se presenta entregada a la tarea de congraciarse con el mundo, ha perdido su razón y su atractivo, para convertirse en una más entre las recetas humanas y falibles en circulación.

Decía San Juan Pablo II que la Doctrina Social de la Iglesia es “fundamento e impulso para el compromiso social y político de los cristianos”. Ahora se comprende que los fieles laicos, desorientados en Doctrina Social por una pastoral equívoca, ambigua y saturada de concesiones ilegítimas al mundo, haya llevado a la desmovilización de los seglares en la acción política y social, y lo que es peor, a la complicidad de los católicos con doctrinas condenadas por el magisterio de la Iglesia y con regímenes políticos y económicos que vulneran grave y sistemáticamente los derechos fundamentales de la persona.

-Dentro de las escasas iniciativas que buscan su difusión, parece que la DSI trata conceptos alejados de las cuestiones que afectan a los católicos del día a día. ¿A qué se debe?

-En primer lugar hay una tendencia generalizada a las vaguedades y un contagio creciente de la oscuridad de conceptos y expresiones propios del ambiente académico imperante, contagiados de positivismo y de una pedantería ridícula.

En segundo lugar, las explicaciones sobre la DSI, o bien no son comprendidas por el pueblo de Dios o bien son abiertamente desobedecidas. Sea como fuere, hay un problema grave.

En realidad, las consignas impartidas en facultades pontificias o en la pastoral social son generalmente ambiguas, cuando no abiertamente cómplices de las “estructuras de pecado”. En consecuencia y en el mejor de los casos, no son operativas porque no concluyen en nada sustantivo. Es otros casos, la pastoral social convierte a los laicos directamente en colaboracionistas de los enemigos del Reino de Dios. Dramático.

-¿Cuáles son esos aspectos en los que los católicos de hoy no nos damos por aludidos?

-Decía Juan Pablo II que no hay democracia admisible si no respeta la verdad del hombre. El problema político número uno es la pastoral episcopal en materia política, que contradice las enseñanzas oficiales de la Iglesia cuando acata moralmente el régimen voluntarista y absolutista de la democracia moderna.

La Iglesia siempre ha defendido como doctrina permanente el origen divino del poder civil, la legitimidad de ejercicio, las obligaciones del gobernante hacia la Ley de Dios , el reconocimiento público de la divinidad de la Iglesia, la subordinación de la acción política a la Ley Natural tal y como la enseña la Iglesia, depositaria del mensaje divino revelado; la obligación del Estado de rendir culto público al Dios verdadero, de estimular la vida religiosa, o de proteger el ambiente moral de la sociedad…

Son límites al poder civil y exigencias del bien común, si queremos una sociedad en justicia y libertad. No son cosas del pasado sino que aparecen en el Catecismo o en el Concilio.

El modernismo ha hecho circular con eficiencia la idea falsa de que el Concilio ha cambiado la doctrina política de la Iglesia, pero no puede invocar cita alguna.

-¿Es posible aplicar esta doctrina en el aspecto económico o en la empresa?

-El bien común se define precisamente por las condiciones sociales que favorecen el perfeccionamiento del ser humano. Si las condiciones sociales no ayudan, sino que al contrario dificultan o impiden el derecho-deber del perfeccionamiento personal, el Estado pierde una de las razones de su existencia.

Hay que apelar a las virtudes heroicas. Un empresario que renuncia al fácil enriquecimiento y a la explotación del prójimo, rechazando lo que hace la mayoría y lo que permite la ley, para colocar su iniciativa económica y sus recursos al servicio de los demás, es una rara avis. Pero es la verdad sobre la función de la riqueza, y la jerarquía superior de la dignidad del trabajo sobre el dinero, que Juan Pablo II enseña en Laborem Exercens, una de las encíclicas más recientes y más ignoradas. El fin de la vida económica no es el lucro indiscriminado sino la satisfacción de las obligaciones individuales, familiares y sociales. En el libro aparece algún ejemplo. Es la soledad de la santidad, a la que todos estamos llamados.

El autor anima a vivir los actuales tiempos “en la soledad de la santidad a la que estamos llamados”, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia. En la imagen, un rosario público multitudinario de católicos en Polonia. 

-Llama la atención que además de mencionar “el rechazo” de la Iglesia al socialismo, también se refiere a las múltiples variantes del liberalismo.

La Iglesia ha condenado los fundamentos de la economía capitalista y sus consecuencias. El vocabulario de León XIII contra los capitalistas que tratan a los seres humanos como bestias es muy duro y elocuente.

La condena se refiere a sus principios más sobresalientes, desde la libertad económica ilimitada o su independencia de la moral, hasta la absolutización de la propiedad y la subordinación del trabajo al capital.

Juan Pablo II enseña en Sollicitudo Rei Socialis que la DSI asume una actitud crítica tanto ante el capitalismo liberal como ante el colectivismo marxista. Pablo VI dijo otro tanto en Octogesima Adveniens. Y Centesimus Annus reitera la condena.

Muchos católicos tienen una actitud selectiva ante el magisterio pontificio. Algunos de ellos son rigoristas en otras cuestiones, pero desprecian estas enseñanzas por interés, porque contradice su ideología personal, por comodidad, por pereza, o porque su fidelidad a la Iglesia no es incondicional.

-Significa esto que la Iglesia está en contra del libre mercado o de la propiedad e iniciativa privadas?

-Al contrario, la Iglesia condena al capitalismo porque el capitalismo es enemigo del mercado libre, de la propiedad y de la iniciativa privada. El capitalismo tiende al monopolio. Lo comprobamos en la tendencia histórica a la paulatina disminución de la pequeña propiedad avasallada por el gran capital financiero. El capitalismo también es enemigo de la propiedad. Tiende a la concentración de la propiedad en pocas manos. La Iglesia sin embargo siempre ha defendido la universalización de la propiedad, garantía de la libertad. Y el capitalismo es enemigo de la iniciativa privada, porque solo es posible en el liberalismo para quienes disponen de capital.

-Benedicto XVI habló en 2012 de una “esquizofrenia moral” que aqueja a los católicos. ¿A qué se refería?

-No creo que pueda expresarse mejor el fondo del problema. Es una contradicción humana y cristiana. Se refiere a quienes viven en la verdad de Dios en la esfera privada, pero colaboran con eso que Juan Pablo II llamaba “estructuras de pecado”.

Y flota en el ambiente cierta resignación o derrotismo al respecto, como si esta forma de vida desordenada e irregular fuese ya irreversible o inexorable. La culpa de esta situación hay que repartirla entre laicos y pastores. Los laicos somos muy listos para nuestros negocios, pero parecemos incapaces de vivir según pensamos, probablemente por lo que decíamos más atrás: queremos vivir tranquilos y sin complicaciones, ni problemas. Pero también es culpable el pastor negligente y tibio, inseguro de su fe y de su misión.

Las consecuencias son terribles. Políticos de misa diaria presidiendo parlamentos desde donde se planifica, financia y ejecuta el mayor genocidio de la historia con el aborto. O cristianos de magnífica vida interior pero al servicio de un sistema económico responsable del hambre de buena parte de la humanidad.

-En este sentido, se preocupa de remarcar que la DSI no se refiere exclusivamente al ámbito económico. ¿Tiene aplicaciones sociales o políticas?

-Naturalmente. El hombre es un ser social por naturaleza. Si la ley natural o divina es el camino de perfección en la vida privada del hombre, en buena lógica las leyes de Dios son necesarias también para su vida en sociedad. Decía Juan Pablo II que fuera del Evangelio no hay solución a la cuestión social.

Toda autoridad viene de Dios, nos enseña san Pablo. Por eso el Estado tiene obligaciones hacia Dios. Primero reconociendo como única instancia moral aquella que deriva de la Ley Natural.  La alternativa a esta posibilidad será una moral arbitraria, fundada en la lógica de las mayorías, en los criterios  de la ideología dominante.

El segundo criterio es pragmático. La política tiene algo de ciencia. En la medida que regula la vida de los hombres en sociedad, se ocupa de una realidad cuya naturaleza es permanente, cuyas exigencias de plenitud son iguales esencialmente en todos los hombres de todos los tiempos. La política no puede hacer experimentos con el hombre, sin causar graves daños. La realidad profunda del hombre es la que es, no la que quisiéramos que fuese, y necesita que el Estado proteja y nunca dificulte las exigencias de esta realidad. Esto se llama bien común.

-Al hilo, menciona la nota del cardenal Ratzinger para abordar la cuestión del mal menor. ¿Qué condiciones deben darse para que sea legítimo el sufragio para un católico?

-El Papa Benedicto XVI en su Exhortación Sacramentum Caritatis de 2007 enumeró cuatro principios innegociables en la acción pública del fiel católico ya sea como votante o como gobernante.

Antes, en 2002, en la “Nota sobre el compromiso de los católicos en política” señaló tres exigencias morales para la vida pública:

  • Los católicos no pueden participar en ninguna opción política que se oponga a la doctrina moral y social cristiana.
  • No  es aceptable, y esto es muy importante, el compromiso político a favor de uno o varios aspectos del bien común que desatiendan al bien común en su conjunto.
  • La participación en la democracia moderna exige como condición el respeto a la dignidad de la persona.

Sin duda, estas exigencias alejan a los fieles definitivamente del voto a los partidos liberales y marxistas, de la colaboración con estas ideologías por la bondad parcial de su programa o de participar en un sistema político que hace posible el holocausto del aborto, entre otras muchas, numerosas, leyes anticristianas.

Estos conceptos del mal menor o el bien posible son cálculos humanos para intentar tranquilizar nuestra conciencia, que no responden a la exigencia moral de la Iglesia.

Los mártires no usaban esa lógica. Santo Tomás Moro no pensó en el mal menor cuando se negó a firmar la ley del divorcio tal y como le pedía Enrique VIII, toda vez que la ley saldría adelante con su apoyo o sin él. Permaneciendo en el gobierno habría hecho mucho bien, habría salvado muchas vidas de católicos perseguidos, tal vez hubiese convencido al rey de su error, tal vez hubiese corregido la deriva histórica de Inglaterra… Pues bien, Juan Pablo II le proclama patrón de los políticos por hacer lo que hizo, no lo contrario.

-Entonces, ¿cree que en el actual contexto político y económico tenemos los católicos la posibilidad real de vivir acorde a las exigencias de la DSI?

-Por supuesto. Es cuestión de fidelidad martirial al Evangelio y a la Iglesia, de impetrar las virtudes cardinales de prudencia y fortaleza, de organizarse, y de disponerse con determinación a la lucha cultural, política y sindical, vocación sobrenatural de todos los laicos. Lo demás vendrá por añadidura.

-Subtitula el libro con “el ejemplo de Chesterton” cuyas citas son hoy ampliamente difundidas y empleadas. ¿Qué cree que tendría que decirnos hoy este pensador?

-Los grandes pensadores que han afrontado con lucidez y equilibrio estas cuestiones han sido en general personajes doctrinalmente solitarios y fracasados. Chesterton es uno de estos modelos de admirable independencia y de insobornable criterio. A ellos y a otros como Severino Aznar en el aspecto económico, o a monseñor Guerra Campos en la filosofía política, debemos la luz necesaria para rescatar la DSI de interpretaciones torcidas o alicortas.

Sin duda Chesterton nos animaría a la lucha, que es lo único que Dios pide y espera del amor de sus hijos. No olvidemos, como decía Donoso, que Dios tiene preparado para quienes le aman una recompensa mayor que la victoria en la lucha.

El autor anima, siguiendo a Chesterton y Donoso Cortés, a “vivir la prudencia y fortaleza, organizarse, y disponerse con determinación a la lucha cultural y política”.

-¿Le gustaría añadir algo?

-Agradecer a Religión en Libertad su amabilidad y a Chesterton.es su generosidad en la publicación del texto, confiando en que ayude, aunque sea modestamente, a clarificar y difundir la enseñanza social de la Iglesia.

Y un sencillo consejo, si me permite: vayan a las fuentes. Vayan a las encíclicas de Juan Pablo II, al Concilio, al Catecismo, al magisterio de León XIII, de Pío XI, o de Pablo VI… Y eviten, si es posible, intermediarios innecesarios que, vista la desorientación imperante, son mayoritariamente sospechosos.

Un comentario en «Crisis en la Iglesia: el Magisterio papal, sustituido»

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