México

Golpe infame del gobierno católico del PAN al matrimonio, denuncian los obispos de Guanajuato

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Los obispos católicos de León, Irapuato, Querétaro y Celaya, del estado mexicano de Guanjuato, no han dudado en calificar como un “golpe infame a la naturaleza del matrimonio“, la acción emprendida por el gobierno supuestamente católico del Partido Acción Nacional (PAN) en dicha entidad.

Una vez más, como se apuntó aquí de manera puntual cuando se produjo el hecho, los miembros del PAN, que se maneja como “católico”, asestaron de nueva cuenta un golpe al Matrimonio y a la Familia.

Lo que afirman los obispos no tiene desperdicio. Lo compartimos textualmente, para que de manera directa, pueda comprenderse esta nuevo acto político contra la institución básica de la sociedad: la familia.

Golpe infame a la naturaleza del matrimonio.

Comunicado abierto a la opinión pública:

La tarde del 20 de diciembre, del año en curso 2021, el Gobierno del Estado de Guanajuato,
emite un dictamen a través de la Secretaría de Gobierno, cuya titular es la C. Lidia Dennise García
Muñoz Ledo, donde se reconoce el matrimonio igualitario y el derecho a la no discriminación por
orientación sexual. Dictamen que, en fechas precedentes, también ya realizó el Gobierno del Estado
de Querétaro.

Es un hecho que da para muchas conclusiones lamentables, de las cuales enumeramos tres:
una, el Gobierno está olvidando que la naturaleza no se cambia con dictámenes.

Otra, queda en claro que hoy se trabaja más en pro de los que hacen más ruido y no por el bien verdadero de la
humanidad.

Y una tercera, quedan más que exhibidos nuestros legisladores al no poder darle una
figura legal a la vida en común que llevan algunas parejas con tendencia sexual del mismo sexo.

Hay instituciones que emanan de la naturaleza misma del ser humano, entre ellas, la
principal es el matrimonio, del cual se deriva de modo, también natural, la familia. A esta institución
que ha acompañado, desde el origen, la vida del ser humano, le corresponden unos principios y
unos fines que derivan de su esencia misma y han dado vida, orden y sustento a la humanidad.

Y es la misma historia, quien nos muestra que el amor matrimonial monogámico, íntimo,
personalizado, complementado, fiel y eterno entre un hombre y una mujer, está por encima de
cualquier otro intento de matrimonio. Sólo desde ahí se puede responder a los fines que le
corresponden por naturaleza al matrimonio.

El matrimonio monogámico es el único espacio donde se puede aspirar a que el valor de la persona y el amor humano logren su máxima expresión y ofrezcan los frutos más altos y fecundos.

Por lo anterior, el dictamen ya mencionado, emitido por Gobierno del Estado, se puede
calificar como un golpe infame a la naturaleza del matrimonio. Pues, ¿cómo se puede dar el
reconocimiento de matrimonio a una convivencia entre personas del mismo sexo, donde no se
tienen las condiciones naturales para responder a las tareas propias que le corresponden a una
institución que emana de la naturaleza misma del ser humano?

El ser humano no es una cuestión sólo de tendencias emocionales, culturales o
convencionales. Su ser tiene fundamento en unos principios ontológicos que lo sustentan, los
cuales, bajo ninguna circunstancia, pueden ignorarse. Por lo que no bastan dictámenes políticos
para cambiar la naturaleza de las personas ni de determinadas instituciones, como es en este caso
el matrimonio.

No basta un dictamen para que el manzano dé peras.

Uno de los elementos esenciales del matrimonio y que se convierte en algo indispensable
para responder a los fines de éste, es, desde luego, la complementariedad, la cual parte de una
riqueza masculina y una femenina, con todos los componentes que la integran. Desde el momento
de la concepción, donde el óvulo es fecundado por el esperma, hablamos de un nuevo ser, con su
componente de 46 cromosomas, que ya definen los caracteres principales de una persona,
incluyendo su sexualidad. Así, la persona desde el embarazo se va modulando en su naturaleza con
una estructura femenina o masculina.

Es, precisamente, en esa riqueza masculina y femenina, estructurada de modo natural, que
abarca las dimensiones físicas, emocionales y racionales de la persona, donde encuentra una razón
sólida y válida el complemento interpersonal a la altura del matrimonio. Y sólo desde esa riqueza
complementaria, se puede tener la capacidad para responder a los fines propios del matrimonio.
No es algo sólo sexual, sino un complemento que exige todas las dimensiones del ser. Por eso, no
basta que una persona, por intervención quirúrgica, adquiera el fenotipo sexual que decida.
A lo largo de la historia ha habido intentos por licitar matrimonios con una estructuración
poligámica o entre personas del mismo sexo. Pero, dado que el fin fundamental del matrimonio es
procrear y formar personas, de inmediato surgen los inconvenientes de dichos tentativos. Pues cabe
mencionar que el objetivo del ser humano no es subsistir, sino su verdadera realización, la cual sólo
se logra cuando se está acorde a la naturaleza, de donde emanan sus capacidades y toda su riqueza.

En la poligamia se beneficia la fecundidad biológica y el desarrollo numérico, pero no el
valor de la persona ni el amor personalizado. En la unión de parejas de un mismo sexo, falta la
riqueza de la complementariedad y la fecundidad, por lo que ni el amor ni la sexualidad cumplen su
fin, y, por tanto, no pueden entrar en el proceso estructural natural de formación de una sociedad.

El matrimonio está al servicio de la existencia humana, por eso es fundamental la relación
sexual (v-h). Pero esa relación sexual no es algo aislado, sino que se vuelve humana cuando está
enmarcada en el amor en toda su expresividad, por eso es modelo de toda relación interpersonal.

Así, la institución matrimonial justifica la relación sexual, sea por las consecuencias (hijos), como por
las personas mismas, pues viven en el amor. De aquí nace la justa valoración ética.

Si la relación entre la pareja no es fecunda y, además, no puede ser complementaria porque
no hay una estructuración natural a nivel físico, emocional y racional ¿en base a qué se le puede dar
el reconocimiento como matrimonio? Por razones tan diversas, puede suceder que una persona
tenga una tendencia sexual hacia las personas del mismo sexo. Y si esa persona decide vivir de modo
estable y hacer pareja con otra persona del mismo sexo, ningún poder político, religioso o social
tienen derecho a discriminarle y, mucho menos, a prohibirle. Cada quien es libre de vivir con quien
decida.

Ahora, no se puede negar que las parejas del mismo sexo tengan derecho a una protección
legal, a un reconocimiento civil. La cuestión es: ¿por qué los políticos se afanan en darle a este modo
de convivencia la categoría de matrimonio? ¿No entienden o no quieren entender lo que es un
matrimonio? ¿Se creen superiores a la naturaleza misma? Y a eso le podemos agregar que, entre
las causas más graves de la desconfiguración social, está el deterioro de la familia, muchas veces
alentado por este tipo de leyes. Por lo que, nuestros legisladores tienen la tarea de buscar la
protección legal y la no discriminación de las parejas homosexuales, pero sin darle jamás la categoría
de matrimonio, pues dichas parejas no están capacitadas a responder a una tarea tan alta.

Ante esta determinación del Estado, caben preguntas como: ¿dónde está la voz y el trabajo
de los diputados que anduvieron pidiendo el voto con la bandera de proclamarse pro-familia y provida?, ¿o se van a alinear a las aberraciones contra la institución que más beneficio le ha ofrecido a
la humanidad, como es el matrimonio monogámico, fundamentado en el amor personal entre el
hombre y la mujer?

El presente comunicado recoge el sentir de gente de academia y del mundo empresarial,
movimientos y organismos laicales de la Iglesia católica, sacerdotes, Unión de Empresarios en
México e infinitud de ciudadanos, quienes nos sentimos tristes, molestos y desilusionados ante la
incoherencia en decisiones que lastima lo más sagrado de nuestra sociedad, la familia.

Atentamente:

Pastoral de Educación y Cultura de la Provincia Eclesiástica del Bajío, Diócesis de León,
Irapuato, Querétaro y Celaya. Coordinadores: Pbros. Carlos Hernández, Rodrigo Berceló Gómez,
Alejandro Lara y Carlos Sandoval Rangel.

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