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Dice Biden que la vida humana no comienza con la concepción

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El presidente Joe Biden ha iniciado una furiosa ofensiva contra la ley aprobada en Texas que virtualmente prohíbe el aborto provocado, delatando sus verdaderas creencias, totalmente incompatibles con la fe que dice profesor.

Durante décadas, los políticos presuntamente católicos partidarios del aborto se han agarrado como a un clavo ardiendo a la falacia de que eran “personalmente contrarios” a la eliminación de personas en el seno materno, pero que no iban a “imponer su moral personal” a la sociedad.

Esta trampa semántica también ha servido para buena parte del episcopado para tener un agarradero que les permita seguir permitiendo la comunión sacrílega a los políticos que les favorecen.

No tiene ningún sentido, naturalmente: todos los gobernantes imponen una visión moral, eso es exactamente gobernar. Creer ‘personalmente’ que el feto es vida humana significa creer que eliminarlo es un homicidio. Nadie hoy diría que es “personalmente partidario” de la abolición de la esclavitud, pero que no la va a imponer a la sociedad.

Pero el propio Biden ha usado durante toda su carrera este comodín. Lo usó en el debate entre candidatos a la vicepresidencia del 2012, cuando dijo: “La vida empieza en la concepción, ese es el juicio de la Iglesia, y yo lo acepto en mi vida personal. Pero me niego a imponérselo a cristianos y musulmanes y judíos igualmente devotos y me niego a imponérselo a otros”. Con palabras casi idénticas ha repetido el mismo mensaje a lo largo de su carrera política, como si abtenerse de matar al niño en el vientre de su madre fuera una curiosa peculiaridad católica, como abstenerse de carne los viernes de Cuaresma.

Afortunadamente, y con ocasión de la ley texana, ya ha acabado con la farsa, declarando: “Respeto a quienes creen que la vida empieza en el momento de la concepción. No estoy de acuerdo, pero lo respeto”. Con esto declara abiertamente que lleva mintiendo durante toda su larguísima vida política, además de confesar que no comulga con esa Iglesia de la que se dice tan “devoto”.

Obviando la clarísima insensatez de decir que el embrión no es “vida” -algo que debería hacer que cualquier biólogo se echara las manos a la cabeza- o que no es “humana” (¿de qué especie es, entonces?), su declaración abierta y clara provocará, estamos seguros, una respuesta igualmente abierta y clara del episcopado norteamericano y, muy especialmente, de su obispo, Wilton Gregory, arzobispo de Nueva York.

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