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El PRI en Yucatán: humillado, vapuleado, exhibido y ¿en riesgo de desaparecer?

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El PRI yucateco ha recibido una verdadera paliza en estas elecciones. El tricolor lo perdió todo: fue batido en todas partes, perdió hasta en sus principales bastiones.

Es increíble la magnitud del desastre. Nunca antes se había registrado un desastre de semejantes dimensiones: nunca antes los priistas habían sido incapaces de lograr un solo triunfo por mayoría. Les pasó encima una verdadera aplanadora azul.

Es preciso hablar claramente: en el PRI las rencillas internas prosiguen, aún no se ha logrado superar el trauma de perder la gubernatura y ya hay un nuevo fantasma que exorcizar.

La sangría que sufre el partido, es constante y lo ha debilitado. Basta ver las boletas electorales y las dirigencias de nuevos partidos, para advertir nombres de priistas renegados. La realidad, aunque duela y aunque a las dirigencias no le agrade, es que la gente, ya no cree en el partido y le ha dado la espalda.

Estas elecciones muchos priistas fueron movilizados por lo que queda de su estructura y contra lo que pudiera suponerse, terminaron votando por candidatos de otros partidos.

A la debacle suscitada en el otrora invencible, han contribuido la pésima gestión de su dirigente nacional Alejandro Moreno Cárdenas, un individuo más preocupado por depilarse las cejas y apoderarse de la candidatura a la presidencia de la república (no sabemos para qué), que por reconstruir las estructuras de su partido y la incapacidad de las directivas estatal y municipal para obtener resultados.

No es posible soslayar la incapacidad e ineptitud de la dirigencia estatal y municipal tricolores para obtener resultados (esto es una realidad, más allá de la simpatía o la antipatía que despierten sus directivos), negar que Francisco Torres Rivas y Francisco Medina Sulub no han sabido acercarse a la militancia, hacer trabajo político y ser capaces de cerrar heridas y rehacer las estructuras partidistas, es negarse a ver lo evidente.

El PRI es en estos momentos, un partido en bancarrota económica (por las multas que debe pagar del monto de sus menguados recursos, que aún se reducirán más por el fracaso en las urnas) y peor aún, en bancarrota política: la gente no le creyó, la gente se molestó por continuar los mismos modos y le dio la espalda.

El PRI si quiere sobrevivir y dejar de reducirse en nuestra entidad, debe hacer lo que nunca ha hecho: democratizarse, cambiar sus métodos, de lo contrario, corre el riesgo de desaparecer.

Antes dijimos que hacían falta caras nuevas y perfiles distintos. Esta vez los hubo. Lo malo es que surgieron como fruto del acuerdo y la negociación y no como consecuencia del apoyo de las bases.

Elda Nechar, Jorge García, Gabriela Cejudo y otros, son magníficos cuadros. Lo malo es que no contaron con la bendición de la militancia. Muchos priistas nunca supieron quienes eran sus candidatos y de donde venían. El PRI quemó buenos cartuchos de este modo. Sacrificó buenos perfiles, que tuvieron el pecado de que las bases no los sintieron como propios y por eso jamás las emocionaron. Subrayo, eran buenos perfiles, si hubieran surgido con el acompañamiento popular, otra cosa hubiera sido.

El PRI sacrificó su mejor carta rumbo a la alcaldía. Jorge Carlos fue víctima de las discordias internas. Se lo dijimos. Las caras de priistas renegados se miran en dirigencias de otros partidos (o detrás de ellas) y como consecuencia, hubo muchos factores de distracción o tentación y la militancia sucumbió. A su candidato a la alcaldía lo apuñalaron por la espalda y aún están festejándolo.

Jorge Carlos cometió el error de meter hasta a su casa, a gente de dudosa lealtad partidista, a gente que era vox populi que la militancia detesta y que incluso fueron factores para la debacle anterior y que estamos seguros contribuyeron a la presente, llevándose votos a otros partidos donde tenían a sus delfines. Así no se puede ganar.

Al PRI le falta rumbo, al PRI le falta un líder, no un tirano que quite y que ponga, sino una figura patriarcal, alguien que apapache, que regañe, que diga que hacer en este momento de aturdimiento, pero que no se aproveche de su autoridad y que permita que haya competencia, que deje las cosas fluir en libertad. ¿Habrá todavía quien alce la mano?

Vienen épocas muy tristes, muy complejas, muy complicadas, de verdadera penuria para el PRI. La Casa del Pueblo podría convertirse en un edificio desolado, en ruinas, si no hay una verdadera reingeniería en todos aspectos. El dinero escasea ya y va a escasear aún más y hará falta talento y capacidad para suplirlo, o todo se vendrá abajo.

Reiteramos: Nunca antes habíamos visto un PRI sin diputados de mayoría, un PRI vencido en todos los que fueran sus bastiones. Nunca había sufrido el tricolor una humillación de estas dimensiones.

Los priistas deben reflexionar en frío. Cuando un equipo de fútbol es goleado, vapuleado, exhibido en sus carencias y debilidades, como consecuencia suelen rodar cabezas. Pensamos que sería saludable un cambio en el PRI: caras nuevas, modos distintos, quizá ello infundiera esperanza.

Nos preguntamos si habrá en los dirigentes priistas el pundonor, la vergüenza, el amor propio, la altura de miras, la generosidad para ceder su cargo a otros más capaces, a otros que den mejores resultados, a otros que impidan que el partido se siga desangrando, porque esto ya pone en peligro su existencia.

Seguimos pendientes…

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