Opinión

Felices como unas Pascuas


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Lunes 21 de abril de 2025

Moralicemos un poco: en la época de la Pasión de Nuestro Señor, todo hacía suponer que el poder de Roma era inquebrantable. Los romanos se enseñoreaban en el mundo y parecía altamente improbable que perdieran su hegemonía.

La muerte de Nuestro Señor más aún, llevó a los malvados al paroxismo del júbilo. Viendo su cuerpo inerte en el Sepulcro, todo hacía pensar que el mal había triunfado.

Pero Dios tenía otros planes.

Imaginemos la noche del Sábado de Gloria: Una pesada loza cerraba la entrada, un grupo de soldados montaba guardia, jugaban, comían, hablaban, seguros de que nadie se atrevería a desafiarlos y a retar la autoridad de Roma.

La oscuridad era cerrada y solo el resplandor de la fogata alrededor de la que los romanos vivaqueaban iluminaba el paisaje.

Y de pronto, lo impensable: un meteoro hizo diana en la piedra que guardaba la sepultura, un rayo con hálito divino tocó el cuerpo, el sitio se llenó de luz, los ángeles rompieron en vítores y cantos de victoria y el cuerpo se incorporó pletórico de vida y majestad.

Los soldados que aterrados cayeron de rodillas, postrados en homenaje involuntario a la Divina Majestad, huyeron despavoridos, gritando a voz en cuello lo inusitado del prodigio.

CRISTO RESUCITÓ, VENCIÓ A LA MUERTE, SE IMPUSO AL MAL.

En los tiempos que corren, los malvados también cantan victoria. Presumen gobernar el mundo, su cultura de la muerte, ostentan su materialismo, blasonan su sensualidad. Se vanaglorian de su fuerza y festinan no tener quien los enfrente.

Muchos creen que la causa está perdida y es forzoso entregar la plaza.

Y quizá así sería si debiéramos confiar tan solo en nuestras capacidades como hombres, pero no. No será así: el Señor muy pronto intervendrá y Él no ha perdido jamás una batalla.

El peleará de nuestro lado y pondrá las cosas en su sitio. Lo ha prometido y es fiel a sus promesas. Todo escriba en no huir ante el acoso de los lobos.

Tal es lo que pedimos al Señor: valor y fidelidad para no retroceder en lo desigual de la lucha que nos toca disputar.

Seguros de lo que nos aguarda en el cercano porvenir, henos aquí, felices como unas Pascuas, de vuelta en el combate, ondeando entusiasmados el pendón de nuestro Kerigma.

Cristo resucitó, la muerte no tiene dominio sobre Él, que es el Señor, el Amo y que reina sobre todo y sobre todos.

Cristo venció en el combate, doblegó al mal con lujo de facilidad, como lo hacen los campeones. Demostrando que en el mundo, en los cielos y aún en el averno, todos doblan la rodilla ante Él.

Mi héroe, nuestro héroe, nuestro Amo y Señor, no lleva capa, su corona no es de oro, sino de espinos y es más fuerte que cualquier potencia terrena o ultraterrena.

Volvemos al trabajo entusiasmados, felices como unas Pascuas, con la fe y la energía renovadas.

Que Dios nos ayude en la pelea. Estamos orgullosos por ser de la milicia de nuestro Capitán y campeón.

¡VIVA CRISTO REY!

¡RESUCITÓ!

Seguimos pendientes…

Dios, Patria y Libertad

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