Santa Lucía, en buenas manos
Lunes 20 de enero de 2025
Confieso que cuando murió nuestro apreciado amigo, Monseñor Manuel Vargas Góngora, sentí auténtica preocupación por lo que pudiera ocurrir con la Iglesia de Santa Lucía.
Monseñor Vargas Góngora dejaba un hueco muy difícil de llenar dada su personalidad qué hacía tanto énfasis en la labor pastoral.
La verdad es que tenía dudas de que pasaría con el Padre Alejo. Me preguntaba si sería capaz de ganarse el corazón de la gente de la Parroquia.
La verdad es que las personas somos diferentes unas de otras y el padre Alejo tiene rasgos característicos muy marcados, que lo distinguen de manera especial.
Por ejemplo, su buen humor. El Padre Alejo es un optimista irredento, juega mucho, es travieso y osado en la expresión, ve las cosas siempre de buen ánimo y por la parte luminosa.
Su amabilidad. Es un hombre amable y de buen trato. Hace siempre sentir confianza a su interlocutor.
Su paciencia.- El Padre Alejo es paciente y sabe dar a quien le trata el espacio y oportunidades para hacerle entender o participar de lo que sea menester.
Su bondad.- El Padre Alejo es un hombre bondadoso, profundamente humano y bien dispuesto. Es verdaderamente una fortuna para todos los que acudimos con él a misa, poder contar con su auxilio.
Y lo que consideramos es la mayor de sus virtudes, la cereza que corona el pastel, es que el Padre Alejo comparte ese celo qué tenía Monseñor Vargas Góngora por los Sacramentos de la Confesión y la Eucaristía, que son verdaderamente la razón de ser del oficio sacerdotal, a nuestro parecer.
Creo que los feligreses de la Rectoría de Santa Lucía tenemos sobrados motivos para dar gracias a Dios porque haya llegado con nosotros el Padre Alejo Huchim Kumul, quien nos hace sentir que el timón de la nave está en buenas manos.
Demos gracias a Dios y Él nos lo conserve largo tiempo, gozando de cabal salud para seguir honrando su ministerio, tal y como a la fecha sucede.
Seguimos pendientes…
Dios, Patria y Libertad