El mérito de monseñor Viganò
Jueves 27 de junio de 2024
El hecho de que monseñor Carlo Maria Viganò esté siendo investigado por la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo la acusación de cisma es sin duda un momento de gran claridad sobre todo para él, aunque sólo sea porque se pone fin a la propaganda de quienes lo acusaban de hacerle el juego a Bergoglio.
Esto se dijo de Viganò, que en definitiva era útil al pontífice reinante, permitiéndole afirmar que incluso sus peores enemigos reconocían su legitimidad hasta el punto de que, a diferencia de los varios Minutella y compañía, nadie en Roma parecía preocuparse por él, dejándole libertad para atacar a Bergoglio, incluso en forma virulenta.
Al no presentarse ante el ex Santo Oficio, declarando que no reconoce su autoridad y negándose a defenderse, de alguna manera Viganò ya ha confirmado el divorcio con la Iglesia de Francisco, a la que califica de “satánica”, y el cisma del que se le acusa.
Se jacta de ser un nuevo Lefebvre, aunque con todas las diferencias del caso como bien ha señalado Aurelio Porfiri y el representante de otra Iglesia, opuesta al nuevo orden mundial y garante de la ortodoxia católica.
Porfiri señala también: “Creo que la figura de monseñor Viganò es interesante también por otro hecho. Su intento de vincular la espantosa crisis de fe con la decadencia moral, civil y política que vive el mundo.”.
Aquí, monseñor Viganò ha tenido ciertamente este mérito: el de haber desenmascarado el engaño de una Iglesia que en su intento de abrazar el mundo en un perfecto espíritu conciliar ha terminado por someterse a las reglas del mundo contemporáneo negándose a sí misma, hasta el punto de pretender adaptar el Magisterio a la lógica del nuevo orden mundial, como han demostrado las derivas sinodales, y como ha demostrado sobre todo la nueva línea política de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la misma que ahora le juzga por cisma, marcada por el modernismo más desenfrenado.
Y en todo esto se ha movido de forma confusa y contradictoria un Papa que, mientras alienta ciertos giros confiando los Dicasterios estratégicos a figuras netamente modernistas, hace filtrar como “homófobas” posiciones tradicionalistas como el no a la ordenación de seminaristas homosexuales (véase la referencia a la demasiada “mariconería” en los seminarios). ¿Pero estamos seguros de que fueron sus enemigos conservadores quienes filtraron esas declaraciones?
¿O se trata, más bien, de una estrategia probergogliana para apuntarle a figuras como Viganò, y demostrarles que se equivocan al acusar al pontífice de estar al servicio del nuevo orden mundial y de los lobbies LGBT, precisamente mientras la Iglesia favorece los giros globalistas con interpretaciones proporcionadas por el ex Santo Oficio que son bastante surrealistas (como bendecir las uniones homosexuales pero sin reconocer su validez)?
Así pues, ante la gran confusión que gobierna la Iglesia, ¿cómo se puede culpar a Viganò por calificar de honor la acusación de cisma y de gran farsa el proceso abierto contra él? Queda por saber en qué “zona” se situará ahora monseñor Viganò.
Los lefebvrianos no parecen considerarlo afín a ellos, acusándolo de promover un nuevo sedevacantismo a pesar de sus duras críticas al Concilio Vaticano II y ni siquiera parece destinado a encontrar un terreno común con el frente del “Codex Ratzinger”, dado que en sus críticas al Concilio el ex nuncio no dejó de acusar al mismo Benedicto XVI de modernista, aunque cuestionó la legitimidad de Bergoglio como Papa con motivaciones diferentes a las expresadas por el colega Andrea Cionci en su best seller.
¿Y entonces? ¿Qué futuro le espera a monseñor Viganò? Pronto lo sabremos.