Religión

La iglesia inclusiva bergogliana excluye a Cristo

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Lunes 20 de marzo de 2023

Por José Arturo Quarracino

En el modelo de Iglesia que hoy proponen los partidarios y seguidores del Obispo de Roma, la presencia de Cristo brilla por su ausencia, para poder abrirles las puertas “a todos”, abusadores sexuales incluidos, excepto a los christifidelis laici. Así lo expresa con toda claridad uno de los prelados preferidos del pontífice, que seguramente dice lo que éste último no puede decir públicamente.

Una de las virtudes que tiene el actual arzobispo de la arquidiócesis de La Plata (Argentina), monseñor Víctor Manuel Fernández -al ser posiblemente el prelado de mayor y máxima confianza de Bergoglio-, es que brinda la certeza que sus palabras expresan con toda claridad las posturas y definiciones del actual inquilino de la Santa Sede afirma en forma sutil o solapada. No hay ninguna duda que lo que aquél dice no sólo tiene el aval del pontífice, sino que está en perfecta sintonía con él: él mismo se encarga de explicitarlo.

El sábado 4 de marzo pasado, el arzobispo platense pronunció una homilía en una parroquia de periferia de la arquidiócesis, en la Misa que se celebró en la misma para recibir al nuevo párroco designado, que reemplaza a los miembros del Movimiento Miles Christi, hasta entonces a cargo de la parroquia y del colegio adjunto a ésta.

En esa homilía, monseñor Fernández definió con toda claridad la “visión” eclesiológica que hoy anima a la Jerarquía eclesiástica, urbe et orbi, la cual concibe a la Iglesia más como una clínica de autoayuda o de atención psicológica que como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo, que hasta ahora -y para siempre- ha constituido su esencia inmortal e imperecedera, al haber sido fundada por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

Al comienzo de su homilía, monseñor Fernández afirma que la Iglesia local o particular, que es la diócesis -conducida por un sucesor de los apóstoles-, no es menos que la Iglesia universal, ya que ella es plenamente Iglesia católica, en base a la cual se constituye la Iglesia católica una y única. Y afirma a posteriori que la realidad de la Iglesia local se manifiesta expresamente en la celebración de la Misa.

Siguiendo esta argumentación, sostiene que la obligación de los sacerdotes en cada parroquia en la arquidiócesis es “acercar a todos los que están alejados”, para que en la parroquia “se exprese la misma diversidad que hay en la Iglesia universal, con todo tipo de carismas y ministerios diversos”, para lo cual -siguiendo orientaciones del actual Papa- las puertas “deben estar abiertas para que entren todos. Y todos significa todos: gays, transexuales, personas llenas de dudas de fe, parejas en segunda unión, personas que no están convencidas de todo lo que la Iglesia dice, incluso ex presidiarios que quizás hayan matado a alguien, adictos”. Y remata esta orientación diciendo que “la Iglesia no quiere ser una secta y por lo tanto tiene que tener un lugar para todos”.

En primer lugar, llama la atención que en estos lineamientos no se mencione para nada a los católicos. En segundo lugar, más llamativo es que de hecho asocia la homosexualidad, al transexualismo, las dudas de fe, la adicción a las drogas y el asesinato, etc., como ministerios y carismas diversos, ya que en definitiva es de los únicos que habla, silenciando los tradicionales. Y en tercer lugar, dice que “la Iglesia no quiere ser una secta, tiene que tener un lugar para todos”, pero líneas más adelante dice que los católicos que quieren celebrar la Misa Tradicional en Latín no pueden hacerlo en cualquier parroquia, sino que tienen una especial para ellos, aparte. ¿Por qué no se puede celebrarla en todas las parroquias, cuál es el mal que produce la Misa en latín? ¿Es que los católicos tradicionalistas son leprosos, pueden contagiar al resto de la comunidad parroquial? O quizás sea el miedo que la celebración extraordinaria de la Misa cautive y guste, como está sucediendo en varias diócesis, argentinas y extranjeras.

Como si esto fuera poco, don Víctor dice a continuación que quien no acepte estos lineamientos inclusivos no puede ser catequista ni dirigente. Que se sepa, hasta ahora, para enseñar catequesis en la Iglesia universal era fundamental cree en las verdades doctrinales resumidas en el Credo y someterse a ellas, pero parece que en esta “nueva” Iglesia “inclusiva” el homosexualismo, el lesbianismo, el transexualismo, el asesinato, el consumo de drogas son los nuevos valores fundamentales, derivados de vaya a saber de qué revelación.

Al final de la homilía, el prelado habla de sus propias ideas, no de lo que Dios (en el Antiguo Testamento) y Jesucristo (en el Evangelio) dicen a través de los textos bíblicos: “Lo que quiero decir hoy…”. 

Desde los comienzos del cristianismo hasta ahora, la Misa ha sido siempre el ámbito en el que el o los sacerdotes celebrantes y los fieles se congregan para celebrar el gran Misterio divino de la Redención, con la Liturgia de la Palabra en la que Dios

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