Sociedad

Como los Cristianos transformaron al mundo

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Martes 21 de febrero de 2023

«Porque los Cristianos no se diferencian del resto de los hombres en nacionalidad, lenguaje o costumbres; no viven en estados propios, ni usan un lenguaje especial, ni adoptan una forma de vida peculiar.

Su enseñanza no es el tipo de cosa que podría ser descubierta por la sabiduría o la reflexión de meros hombres de mente activa; ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.

Ya sea que la fortuna les haya dado un hogar en una ciudad griega o bárbara, siguen las costumbres locales en materia de vestimenta, comida y forma de vida; sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble.

Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña.

Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.

Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos los hombres, pero son perseguidos por todos. Son ignorados y, sin embargo, son condenados. Se les da muerte, pero están más vivos que nunca. Son pobres, pero enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo.

Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven respeto. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida.

Los judíos les hacen la guerra como extranjeros, y los griegos los persiguen, y sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su odio hacia ellos.

En una palabra: lo que el alma es para el cuerpo, los Cristianos son para el mundo. El alma está distribuida en cada miembro del cuerpo y los Cristianos están dispersos en todas las ciudades del mundo.

El alma habita en el cuerpo y, sin embargo, no es del cuerpo. La carne aborrece al alma y le hace la guerra, aunque no haya recibido agravio, porque el alma le prohibe entregarse a los placeres.

El mundo odia a los Cristianos, no porque le hayan hecho mal, sino porque se oponen a sus placeres. Sin embargo, el alma ama el cuerpo y sus miembros a pesar del odio que recibe.

De igual manera, los Cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero mantiene unido al cuerpo. Y así, los Cristianos están retenidos en el mundo como en una prisión, pero son ellos quienes mantienen unido al mundo».

La Carta a Diogneto, capítulos 5 y 6. Uno de los primeros escritos Cristianos que data del siglo II d.C. La persona a la que se dirige con el nombre de «Diogneto», no es improbable que fuera el tutor del eventual emperador Marco Aurelio.

Recordad Cristianos: hemos transformado el mundo, no con la espada, sino con nuestra fe y amor.

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