Religión

SI BERGOGLIO NO ES PAPA, ¿QUÉ PUEDO HACER YO?

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Los cristianos nos caracterizamos por amar la verdad, por no ser cobardes, por ser hijos de Dios, con la libertad que nos da el Señor, y con la entrega de quien se sabe depositario de tan grandes dones de forma inmerecida. Dicho de otra forma, nos caracterizamos por vivir en el Espíritu, lo que es lo mismo a vivir en la verdad y en la caridad, en definitiva, vivir en Cristo.

Esto nos da una distancia con respecto de los acontecimientos del mundo e incluso de la Iglesia, porque sabemos que todo está en manos de Dios, y no nos alarmamos pase lo que pase, sino que confiamos en el Señor. Pero al mismo tiempo nos da una proximidad hacia todo lo que ocurre, pues nada nos es indiferente, y todo lo vivimos desde el Señor y con Él.

Cada vez un mayor número de católicos va descubriendo la realidad incontrovertible de que Bergoglio no es Papa, terminan por darse cuenta de que «el rey iba desnudo» y no hay forma de elogiar el traje real, sino de admirarnos de lo necios y torpes que somos los hombres para ver la evidencia e incluso simplemente para reconocerla. Pero esto no quiere decir que todos reaccionen adecuadamente ante este descubrimiento. Muchos no quieren admitir lo que ven sus ojos, tan sólo porque todavía muchos otros lo tienen por Papa, como si la verdad la definiese la opinión de la mayoría.

Un cristiano no actúa en función del «ruido del mundo» o de lo que parece que piensa la masa. Tenemos la razón para pensar, la Revelación y el Magisterio, así como la ley de la Iglesia, para iluminar todo lo que ocurre, y tenemos el Espíritu Santo, que sostiene a su Iglesia y le da el sensus fidelium, para no dejarnos caer en el error ni en la confusión, si lo amamos y lo buscamos de verdad.

Pero muchos son los que viendo la realidad, se encogen de hombros, con derrotista resignación, admitiendo: «y ¿qué puedo hacer yo?«, como Pilato preguntó a modo de evasiva «¿y qué es la verdad?». Pues no nos evadamos, que algo tenemos que hacer, sí, y quizá más importante de lo que nos pudiera parecer.

Lo primero que tenemos que hacer los católicos es no tener miedo, buscar la verdad, y ser consecuentes. A partir de ahí todo será más fácil, pero si nos quedamos a medias, resistiendo al Espíritu Santo, que nos quiere conducir como hijos de Dios (cf. Rm 8,14), y guiar a la verdad completa (cf. Jn 16,13), mereceremos la reprensión del Señor por nuestra tibieza (cf. Ap 3,15).

Además, si sabemos que Bergoglio no es Papa, lógicamente, no debemos reconocerlo, ni escucharlo, ni seguirlo. Sus disposiciones son nulas (canonizaciones, nombramientos, etc.). Su magisterio es nulo y peor que nulo, dañino, y no debemos escucharlo ni leerlo. Sus jornadas y actos públicos merecen de nosotros el menor de los intereses y el mayor de los desprecios, como el que recibe en el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, cada día más vacía. No debemos recibir sus bendiciones ni unirnos a sus oraciones.

Al contrario, debemos amar al Papa, Benedicto, y orar por él. Unirnos a él en este trance doloroso por el que atraviesa la Iglesia y ayudarlo en su soledad y sufrimiento. Como en el primer Viernes Santo, son pocos los que están al pie de la cruz amando y sufriendo, acompañando al Crucificado, pocos los que se enteran de la realidad y permanecen a su lado.

Bergoglio no es Papa, ¿qué puedo hacer yo? Confiar en el Señor, que es el Dueño y Señor de su Iglesia. Y no dejarme confundir ante el aparente triunfo de los enemigos. El Señor tiene la victoria y la manifestará. Su Iglesia está atravesando una necesaria purificación, y tenemos que ser conscientes de ello para colaborar con el Señor con todas las fuerzas para que cuente con nosotros en su Iglesia renovada y purificada, la que aparecerá gloriosa como Él es glorioso, cuando venga a recoger a su Novia para las bodas del Cordero.

Y mientras es de día, demos testimonio de la luz. Todavía muchos están confundidos, apesadumbrados, sin entender lo que está ocurriendo. Pero el Señor es luz y verdad. Y cuenta con nosotros para que llevemos su luz y su verdad a tantos corazones que necesitan hallar la paz en la verdad, el descanso en la confianza en Dios y en sus planes, una misión nueva al entender la voluntad de Dios para sus hijos en estos días malos.

Bergoglio no es Papa, ¿qué puedo hacer yo? Ser Iglesia viva. No participar de las obras muertas de la carne, ni de los enemigos de la Iglesia. Vivir en gracia de Dios, vivir la adoración, reparar por todo el rechazo de Dios que se difunde desde la estructura de la Iglesia, secuestrada por un falso Papa. Y no mirar ni a izquierda ni a derecha, sino fijos los ojos en Jesús, avanzar por el camino que nos propone hasta la consumación de sus planes en la historia para entrar en su triunfo final sobre el reino de Satanás. Ser trigo y no dejarme contaminar por la cizaña que algún enemigo de Dios vino a sembrar en su campo mientras no pocos estaban dormidos. Ser trigo que espera ser recogido en sus graneros, para estar siempre con Él.

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