El fanatismo en MORENA
Por Rubén Aguilar
El 15 de septiembre en la celebración de la Independencia la cónsul de México en Estambul, Turquía, Isabel Arvide, fuera de todo protocolo, gritó: “¡Viva López Obrador!”
La alcaldesa de Iztapalapa, en la Ciudad de México, Clara Brugada, todavía fue más allá y dijo: “¡Viva López Obrador! ¡Viva Claudia Sheinbaum! ¡Viva la 4T!”. Y Layda Sansores, la gobernadora de Campeche lanzó vivas a la 4T.
Las vivas de estas mujeres en tres sitios distintos de la geografía -uno en Turquía, el otro en la Ciudad de México y uno más en Campeche- son solo la punta del iceberg del fanatismo presente en Morena.
En ese partido hay un reiterado culto a la personalidad del presidente, que él mismo alimenta, aunque en sus discursos dice lo contrario.
Lo que cuentan son los hechos y deja que prospere el culto a su persona. Él mismo ofrece el guion a seguir por los suyos cuando se compara a personajes de la historia patria.
Arvide, Brugada y Sansores en el calor de la emoción, fuera de toda inhibición, expresaron lo que realmente sienten. Dejaron salir su fanatismo. Ellas son solo la punta del iceberg.
La Academia de la Lengua define fanatismo como “apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas”.
Para definir a las personas fanáticas en otros diccionarios se plantea que éstas “se entusiasman o preocupan ciegamente por algo”.
El fanatismo supone una adhesión incondicional y ciega a una causa, pero también a una persona. La historia está llena de trágicos ejemplos y conocemos las consecuencias.
Los vivas de Arvide, Brugada y Sansores son muestra de una pasión desmedida e irracional por una causa, pero sobre todo por su líder.
Es común que las y los fanáticos expresen de manera exagerada, eufórica y ciega sus creencias con relación a algún tema o persona.
El fanatismo, presente hoy entre amplios sectores del morenismo, que sigue creciendo auspiciado desde Palacio Nacional, es un tema grave en el México de hoy.
Con ellos no se puede dialogar, porque están seguros que poseen la verdad y que su líder, que nunca se equivoca, es el heraldo de la misma. Hay, entonces, que celebrarlo con vivas.