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Vámonos respetando

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El periodismo es un oficio que no cualquiera puede ejercer. Exige cultura, valor, curiosidad y buenas maneras. Un periodista, honrando su profesión, no debe temer formular una pregunta urticante, o soltar la frase pletórica de vitriolo.

Pero siempre cuidando las formas. Observando invariablemente los buenos modos. El periodismo no es arena para vindicar agravios personales, reales o supuestos. Es región para cumplir con el sagrado deber de informar.

Con la modernidad y los avances tecnológicos, es posible captar los acontecimientos prácticamente en tiempo real. Ello ha propiciado que muchísimos profanos, celular en ristre, se sientan reporteros, o peor aún, periodistas y se crean autorizados para emitir opiniones, calificando o haciendo lo contrario.

También han contribuido a ello, diferentes niveles de gobierno, que han dado alas a personajes de esta ralea, que por el simple hecho de ser populares, con algunos cientos o miles de seguidores, se sienten autorizados para hacer o decir toda clase de despropósitos para su audiencia, que para peor, generalmente toma el tema (por más serio que sea) a chunga.

Esta vez la víctima de estos excesos, cometidos por seudocomunicadores, en aras de la popularidad o el aplauso momentáneo, fue el gobernador del estado.

Hace algunos años, cuando estaba en campaña en aras de posicionar su imagen ante determinado sector social, Mauricio Vila acudió a un programa transmitido para un canal de YouTube, llamado voxtuberos.

Fue entrevistado por los conductores del espacio, Fer y Sich, demostrando ser capaz de incurrir en banalidades, como comer charritos y saber abrir una cerveza sin destapador. Indudablemente tales capacidades no influyeron en la marcha de la elección, pero por lo visto los voxtuberos creyeron lo contrario y antes de finalizar el cotilleo, solicitaron al entonces candidato una entrevista tan pronto como tomara posesión, si pena de hacerse acreedor a una mentada de madre. Inmerso en el chacoteo, el mismo titular del ejecutivo convino en ello, hay que decirlo.

Pero una cosa es lo que se dice a la ligera y en aras de intentar ganarse la benevolencia del pueblo (APRENDAN SEÑORES CANDIDATOS) y otra muy diferente, es tener que soportar majaderías y faltas de respeto, que nunca, bajo ningún concepto, son admisibles.

Se puede o no estar de acuerdo con el gobierno en turno, se puede simpatizar o no con su titular, pero las ofensas personales quedan excluidas. La investidura merece respeto. La mentada de madre al titular del ejecutivo estatal concluido un evento público, es reprobable por los cuatro costados, más allá de que existiera una supuesta aceptación previa.

Condenamos la agresión, porque no se limita a la injuria o la ofensa personal, sino que implica además una buena dosis de alevosía y actitud cobarde, habida cuenta que de la conciencia del seudocomunicador de que el gobernador no podría defenderse.

La urbanidad y las buenas maneras siempre deben prevalecer. La educación y el roce social nos deben hacer concluirlo. Una cosa es la manera en la que alguien pueda expresarse en su círculo de confianza o incluso en público y otra muy distinta, la vulgaridad y la falta de respeto, personal y directa.

Reprobamos tajantemente lo hecho por el aspirante a comunicador. Es repulsivo. Carece de valores periodísticos: El creyó que hacía algo gracioso o digno de encomio. Supuso que hacía algo que requería valor o merecía reconocimiento y sólo se exhibió como un individuo zafio y carente de educación y del más elemental sentido común.

Ojalá que este penoso incidente no se repita de nuevo. Hacemos votos porque los equipos de prensa de los distintos niveles de gobierno, no sigan poniendo de su parte para dar importancia a personajes que es evidente, que no debieran aparecer jamás ante cámaras y micrófonos, porque su uso, como el de la pluma (más recientemente la computadora), entraña una grave responsabilidad.

Seguimos pendientes…

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