Transmitir las costumbres cristianas de la vida corriente
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Lunes 17 de febrero de 2025
Cuando Pablo y sus colaboradores inmediatos atravesaban Frigia y la región de Galacia, el Espíritu Santo les hacía caminar hacia adelante sin permitir que se detuvieran en las ciudades del camino.
Por fin, en Tróade, Pablo tuvo una visión: un macedonio estaba de pie y le suplicaba diciendo: Ven a Macedonia y ayúdanos.
Era una llamada apremiante, gracias a la cual se inició la evangelización de Europa. Esa misma llamada hemos de sentir nosotros de gentes que nos rodean y que, en ocasiones, han olvidado o tienen confundidos los rudimentos de la fe. También nos dicen: «Ven y ayúdanos».
Es probable que el Señor no nos pida que marchemos lejos, pues el medio que frecuentamos cada día es el lugar donde el Señor quiere que hagamos esa nueva cristianización, con fe y optimismo, sin pararnos ante las dificultades, pues «si los obstáculos son grandes, también es más abundante la gracia divina: será Él quien los remueva, sirviéndose de cada uno como de una palanca».
Aprovecharemos todas las circunstancias que cada día nos salen al paso: el nacimiento o la muerte de un pariente o conocido, la enfermedad, los festejos familiares, las pequeñas alegrías que podemos ayudar a sobrenaturalizar, el ofrecer un tiempo para dar catequesis…; siempre tendremos ocasión de aconsejar un buen libro que acerque a Dios, o de dar un consejo a quien está pasando un mal momento…; insinuaremos la posibilidad de bendecir una casa que se comienza a habitar; enseñaremos a pedir ayuda al Ángel Custodio en las pequeñas o grandes necesidades que se presentan; daremos ejemplo a la hora de bendecir la mesa y de dar gracias por los alimentos recibidos; sugeriremos el colocar una imagen de la Virgen en la casa, que indica que allí hay alguien que cree y ama a la Madre de Dios… Son pequeñas costumbres que heredamos de otras generaciones de cristianos y que debemos transmitir, pues en ellas se plasma y se hace práctica una vida de fe.
Dios se hace cotidiano en mil pequeños momentos, en el saludo, al convertir en una ofrenda grata al Señor el trabajo diario, en el modo de plantear las vacaciones o el descanso… La fe lo penetra todo, para enriquecerlo y sobrenaturalizarlo. A la vez, lo hace más humano.
El convencimiento firme de que la misma vocación cristiana nos lleva a dar a conocer a Cristo es un paso adelante en esa empresa que el Papa pide a todos.
Si cada cristiano fuera consecuente con su fe, no tardaríamos en cambiar el mundo: lo habríamos convertido en un lugar más humano, donde la convivencia resultaría más fácil y grata, porque estaría más cerca de Dios.
Comencemos esa labor por nosotros mismos y movamos a otros a que también la continúen. Así, el apostolado será como la piedra caída en el lago, que origina una onda y esta otra…, sin fin.
Pidamos al Señor, con la liturgia de la Misa, que nos conceda, por intercesión de los santos hermanos Cirilo y Metodio, la gracia de aceptar tu Palabra y de llegar a formar un pueblo unido en la confesión y defensa de la verdadera fe.
A Santa María, Mater Ecclesiae y Regina mundi, le pedimos «una Iglesia rejuvenecida, firme en la unidad, renovada en el afán de santidad y en el afán apostólico de todos sus miembros», para que Jesús reine en todos los corazones y en todas las actividades de los hombres.
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