Religión

Constancia para adquirir la buena doctrina

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Martes 28 de enero de 2025

La buena formación requiere tiempo y constancia.

La continuidad ayuda a comprender y a incorporar, a hacer vida propia la doctrina que llega a nuestro entendimiento.

Para eso, debemos procurar, en primer lugar, que los canales estén expeditos y circule por ellos la sana doctrina: dedicar el interés necesario a nuestra formación, convencidos de la trascendental importancia que tiene para nosotros cuidar con esmero la práctica de la lectura espiritual, de acuerdo a un plan bien orientado, de modo que su contenido deje continuo poso en nuestra alma.

Se ha dicho que para curar a un enfermo basta ser médico; no es preciso contraer la misma enfermedad.

Nadie debe ser «tan ingenuo como para pensar que, si se quiere tener formación teológica, es necesario tomarse todo tipo de brebajes…, aunque sean emponzoñados.

Esto es de sentido común, no solo de sentido sobrenatural, y la experiencia de cada uno podría corroborarlo con muchos ejemplos».

Por este motivo, pedir consejo en las lecturas de libros es parte importante de la virtud de la prudencia, de modo muy particular si se trata de libros teológicos o filosóficos, que pueden afectar esencialmente a nuestra formación y a la misma fe.

¡Qué importante es acertar en la lectura de un libro! Pero esta importancia se acrecienta en aquellos libros que específicamente deben estar destinados a la formación de nuestra alma.

Si somos constantes, si cuidamos aquellos medios por los que nos llega la buena doctrina (lectura espiritual, retiros, círculos de estudio, charlas de formación, dirección espiritual…), nos encontraremos, casi sin darnos cuenta, con una gran riqueza interior que incorporaremos poco a poco a nuestra vida.

Por otra parte, cara a los demás nos hallaremos, como el labriego, con el cesto de la siembra repleto ante el campo en barbecho dispuesto a recibir la buena semilla, pues aquello que recibimos es útil para nuestra alma y para transmitirlo a otros.

La semilla se pierde cuando no se hace fructificar, y el mundo es un inmenso surco en el que Cristo quiere que sembremos su doctrina.

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