Religión

El Padre Vargas Góngora, se va recuperando

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Viernes 24 de mayo de 2024

El domingo pasado al llegar a la Iglesia de Santa Lucía a misa de once, como acostumbro hacer de manera regular, me sorprendió no escuchar la voz de Monseñor Vargas Góngora, como es habitual.

Cabe mencionar que por diversas cuestiones, por espacio de un mes debí acudir a iglesias más cercanas a mi domicilio, pero la querencia es fuerte y apenas hubo oportunidad, nos dejamos llevar por ella.

Acicateada mi curiosidad, me asomé y vi a otro sacerdote oficiando. Ya el Padre Manuel me había platicado la posibilidad de que un sacerdote amigo suyo llegara a la rectoría para acompañarlo, así que no me extrañó.

Pero al ingresar a la recepción, no pude sujetar la lengua y pregunté a la señorita Lulú, si sería el Padre Manuelito quien oficiaría la misa siguiente. Su respuesta me cimbró y dejó anonadado:

El Padre Manuel está enfermo, tuvo un problema de salud: de pronto se desvaneció. Esta siendo atendido en la Casa del Sacerdote.

Merced al cariño, el respeto, la estimación y la provecta edad de Monseñor Vargas Góngora, le hice saber que en breve acudiría a visitarlo.

Los ojos de Lulú se nublaron y su voz se quebró: hágalo, necesita mucho ánimo.

Pero el lunes el trabajo nos retuvo sin permitirnos salir y el martes, debimos hacer todo aquello que no fue posible el día anterior.

De suerte tal, que el miércoles tras dejar a mi hijo en el colegio, llegué a casa y después de bañarme, se me ocurrió marcar a Santa Lucía e inquirir por el estado del Padre Manuel.

Ya se va recuperando, me dijeron. Vaya a verlo, sugirió quien atendiera mi llamada.

Así que de inmediato llegamos a lo que fuera el pueblo de Itzimná, a la Casa del Sacerdote. Tuvimos suerte de hallar lugar para estacionar y lo que fue mucho mejor aún, sombra.

Una monja muy amable nos llevó a su habitación. Encontramos al Padre Manuel sentado en un sillón que se veía muy cómodo.

En una habitación sencilla, pero que gracias a Dios, tenía aire acondicionado, cosa que mitigaba los calores qué padecemos en esta ciudad.

Lo encontré de buen ánimo, risueño como siempre. Nos hicieron saber que ya hasta su estola le llevaron, por si alguien le solicita confesión (indudablemente Monseñor Vargas Góngora es un sacerdote de raza y no necesita mucho para dejar patente su casta). Nos agradeció la visita.

Le hicimos saber que mucho más ha hecho por nosotros y por muchos, a través de sus auxilios espirituales. Monseñor Vargas Góngora no es de esos burócratas que solo confiesan en días y horas determinados. Es consciente de las obligaciones que implica su ministerio y las cumple a carta cabal.

Más aún, afirma juguetón que hasta hemorroides le han salido de tanto escuchar confesiones, sin que ello sea óbice para cejar en el cumplimiento de su labor pastoral.

Le participamos nuestros deseos de que tenga pronta recuperación y nuestra confianza de que en breve pueda regresar a la Iglesia, donde todos sus feligreses aguardamos su retorno.

Monseñor nos confió que cada año acude a la Ciudad de México a visitar a nuestra madre, La Virgen de Guadalupe y que confía en que este no sea la excepción.

Pídale a ella que le conceda salud, Padre, espetamos.

Confío en ella totalmente, siempre lo he hecho. Se hará como ella disponga, sentenció y nos despedimos.

Llamo a todos los católicos meridanos a unirnos en oración por la salud de Monseñor Vargas Góngora.

El Padre Manuel es un santo, sabio y bravo sacerdote que cumple fielmente su ministerio. Es de los pocos que entrega la Comunión como es debido: en la boca y de rodillas.

Que Dios nos lo conserve mucho tiempo y le permita muchos años para seguir haciendo el bien.

Seguimos pendientes…

Dios, Patria y Libertad

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