Opinión

El Aprendiz de Fútbol

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Lunes 15 de julio de 2024

Vinicius de Moraes decía que la vida es el arte del encuentro, mi abuela que los amigos son la familia que nosotros escogemos (porque a los parientes, nos los pone Dios).

Tras años de no vernos, aunque no de dejar de estar en contacto, Uicho me invitó a tomar un café.

José Luis Solís Villanueva (Uicho para los cuates), es todo un personaje: me dio clases de griego y de latín en la preparatoria en el Colegio Americano (a él debo mi amor hacia los latinajos y los arcaísmos que padecen mis lectores).

Pasado el tiempo coincidimos en Colegio de Bachilleres; yo como responsable de todo aquello que no fuera académico (cultura, deportes y demás) y él como supervisor. Fue una época en que nos divertimos mucho.

Como cosa curiosa y como cruz que debo cargar pacientemente con resignación cristiana, Uicho pertenece al grupo de mis amigos, que de manera increíble le van al América y que contra todo buen sentido, gozan de mi afecto, tema que abarca gente tan disímbola como Pancho Cachondo y Jorge Carlos Ramírez Marín, gente brillante, sensible e inteligente pero que para equilibrar, adora el Nido de Coapa.

Convenimos en vernos en un café cercano a mi casa, merced a que por un accidente, tenía un pie lastimado y me costaba trabajo no solo manejar, sino caminar.

Uicho llegó, nos saludamos y de inmediato detecté que llevaba un libro consigo. Maniático de la lectura como soy, no pude contener la curiosidad y cuestionar:

¿Qué lees gandul? Pregunté.

Es un libro que me obsequió un amigo mío y que se presentó recientemente. Precisamente el día de tu percance, me comentó. No quise dejar pasar la oportunidad de compartirte un ejemplar, ya que aborda un tema que te gusta, subrayó.

Me entregó entonces el libro, encuadernado en tono ocre: El aprendiz de Fútbol, de cero a cien. Interesante leer teoría futbolística. Mentalmente me remití de inmediato a la obra futbolística de Menotti y de Valdano y a los ribetes literarios, pero no menos balompédicos de los monstruos uruguayos de las letras, Galeano y Benedetti, que no por literatos, eran menos aficionados al fútbol.

¿Quién es el autor?, pregunté.

Míralo, me dijo José Luis.

Alfonso Domínguez Riveroll, leí.

Oye, este cuate no fue también futbolista? No es progreseño? Creí recordar algo como que había sido jugador de nivel amateur y profesional. La mente del periodista comenzaba a funcionar.

Así es, es progreseño, confirmó Uicho. Fue jugador de fútbol, cuenta con título de director técnico y ha sido funcionario deportivo.

Interesante, reviré, pues cuenta con las dos visiones: la de la gente de pantalón corto y también la de pantalón largo, que malamente a veces se contraponen, comenté.

Curioseando por el libro, me percaté de varias cosas: que implica teoría y praxis, que se divide en once apartados y que para sorpresa mía, contaba con el concurso de Jorge Carlos Ramírez Marín.

No me extrañó esto último. El prócer es un enamorado de la literatura y el deporte y con todo y su afición por el América, es un conocedor de las circunstancias que son propias de la práctica deportiva en nuestro país y en el estado.

Jorge Carlos, siempre Jorge Carlos. Que bueno para los yucatecos contar con un aliado de semejante envergadura. Estoy seguro que Alfonso ha de convenir con mi opinión (solo espero que no sea americanista).

El libro es lectura amena, ágil y de fácil digestión. Recomendable para legos y también para conocedores.

Alfonso comprueba en el aprendiz de Fútbol que sabe de lo que habla y que el fútbol es para él no solo un deporte, sino un estilo de vida que lo apasiona.

El libro demuestra que no es necesario recurrir a voces ajenas a nuestras lajas para discurrir, analizar y teorizar del balompié y que para el deporte es necesario que haya quienes comprendan los factores de cancha y también los externos, incluso los que conceden carácter comercial y de gestión a la práctica deportiva.

Me parece que la valía de la obra radica en reconocer la utilidad social de la práctica deportiva y la concepción piramidal que entraña el deporte como herramienta educativa indispensable para la construcción de la cultura de la paz, tan necesaria en nuestros días.

Bienvenidos pues al mundo de las ideas, el debate y el análisis, obra y autor. Creo que es un orgullo que hayan yucatecos que puedan aportar al respecto.

Te prometo escribir un comentario, dije a Uicho, mientras le daba el abrazo de despedida y le agradecía el obsequio que tenía certeza de disfrutar puntualmente.

Como puede colegirse, nosotros los caballeros andantes, cumplimos todas nuestras promesas (menos las de amor).

Seguimos pendientes…

Dios, Patria y Libertad.

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