Opinión

No maten al mensajero

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Lunes 1 de abril de 2024

Quienes trabajamos en los medios de comunicación, nos dedicamos a una labor incomprendida e ingrata y muchas veces peligrosa.

Empero, llevar la relación y relatoría de los asuntos que ocurren de manera cotidiana, también resulta interesante. Nos lleva a tratar con mucha gente y a conocer su manera de pensar y de sentir.

Nos hace toparnos de frente con la realidad social: conocer las necesidades más apremiantes de la gente y constatar numerosas inequidades e injusticias.

Todo lo anterior y mucho más aún, es lo que los miembros de la prensa escrita y los medios digitales y electrónicos debemos consignar.

No es una tarea fácil: muchos comenzamos desde temprano y concluimos muy tarde. Obliga a ser disciplinados y a perderse muchas veces, diversiones y placeres que para otros, resultan habituales.

Los periodistas trabajamos muchas veces, pese a lo adverso de los elementos naturales y hasta de su furia: con sol, con lluvia, entre huracanes, terremotos, arriesgando el físico y la existencia, para llevar a nuestros lectores la realidad del pulso social.

Los periodistas investigamos, cuestionamos, somos incómodos muchas veces, no permitiendo que se oculten o disimulen situaciones que sabemos comprometen el bienestar de la comunidad.

Y esto a muchos no les gusta y hacen cuanto pueden para callarnos o para intentar desvirtuar nuestra labor. En multiplicidad de ocasiones el periodista debe hacer gala de sutileza y diplomacia para poder cumplir con su labor, constituyéndose en un oficioso mediador entre partes.

Muchas veces debemos convertirnos en estridentes cajas de resonancia para denunciar situaciones que indignan y nos duelen y que nos recuerdan nuestra calidad de integrantes del entramado social.

Pero muchas personas no lo entienden y nos miran con desdén. Especialmente esos aspirantes a sátrapas, que creen merecerlo todo, por ser parte de redes de intereses, creyendo que con eso, se encuentran por encima de los demás.

Mucha gente supone que en aras de nuestro quehacer y en mérito de cumplir cabalmente nuestra labor informativa, estamos obligados a sufrir con mansedumbre el peor de los tratos de aquellos que son, o creen ser, integrantes de los factores del poder, político y económico.

Pero se equivocan, sobre todo quienes son piezas del engranaje político nos necesitan mucho más a los medios, que cualquier otra persona o institución.

Es la prensa quien ayuda a crecer, a formar imágenes, a difundir proyectos, a generar expectativas sociales de mejora y de progreso.

Por eso debemos darnos el lugar que merecemos. Por ello no debemos dejarnos maltratar. Por ello es inaceptable la intimidación, la amenaza, el menosprecio.

No podemos ni debemos tolerar los malos modos, los agravios, las injurias, las ofensas, el riesgo de nuestra dignidad e integridad de parte de individuos que movidos por sus ínfulas, traumas, taras y complejos se sientan con derecho a ello.

Nuestros deberes y obligaciones en el desempeño profesional, concluyen cuando se nos agrede como personas y también como ente colectivo.

Los periodistas debemos tener espíritu de cuerpo y entender que si ofenden y lastiman a uno, lo hacen con todos nosotros y no estamos dispuestos a permitirlo.

Desde nuestra tribuna, hacemos un vibrante llamado a la totalidad de nuestros compañeros, de los medios impresos, digitales y electrónicos a poner un alto a los ataques y agresiones a periodistas y a no tolerar ni uno más.

Personaje que se atreva a tratar de ofender, denigrar o faltar al respeto a los medios de comunicación, debe sufrir las consecuencias de su inaceptable proceder.

Convocamos a todos los compañeros de los medios, que de suscitarse algo semejante, de inmediato abandonemos el lugar donde suceda el incidente. Que el presunto agresor se quede con la palabra en la boca, hablando solo y que en lo sucesivo sea objeto de censura total y desaparezca de nuestras reseñas.

Que aquel que pretenda agredir, ofender o intimidar a un periodista, sea víctima de ostracismo mediático, que desaparezca, que no exista, que sea borrado.

Entiéndase que los medios de comunicación somos tan solo heraldos del acontecer cotidiano y no somos parte de los organismos financieros o de poder. Por tanto, no somos responsables de los sucesos, tan solo los reseñamos; NO MATEN AL MENSAJERO.

Seguimos pendientes…

Dios, Patria y Libertad

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