Opinión

No somos iguales…

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Viernes 12 de enero de 2024

Cualquier cantidad de veces Andrés Manuel López aobrador ha dicho a grito pelado que los integrantes de su gobierno no son iguales a los de antes.

No somos iguales, ha dicho reiterando la superioridad moral de los funcionarios de extracción morenista a los que no los mueve, según el primer mandatario, la ambición, ni el ansia de poder.

Pero se dice que el buen juez empieza en casa y es ahí donde López Obrador ha derrapado de la peor manera.

No solo sus hermanos se han encargado de ponerlo en ridículo con los episodios de los sobres, también lo han hecho otros de sus familiares con contratos y asignaciones.

No es malo hacer negocios, ni tampoco lo es hacerlos con el gobierno. El problema es cuando abres la boca para decir que no harías algo en lo que terminas metido hasta el cuello.

Y para rematar, los hijos del presidente son los que se han encargado de ponerle la cereza al pastel. Todos y cada uno de ellos, a su muy personal estilo.

Comenzó José Ramón viviendo principescamente en una casa de dudosa procedencia y haciendo bisnes con empresas que luego se supo, fueron favorecidas por distintas entidades gubernamentales.

Prosiguió Andy con la venta y palomeo de candidaturas a diversos cargos de elección popular y con contratos para venta de medicamentos, que escasean por la torpeza oficial para adquirirlos.

Y ha rematado Gonzalo, (Bobby para los cuates) con sus contratos para el tren maya, no queriendo a lo que se ve, ser menos que sus hermanos y quedarse atrás.

No cabe duda que los muchachos López Beltrán resultaron unas fieras para los negocios, sin importar que sean chuecos.

Seguramente los chavos no quieren vivir como dice su papá, con solo doscientos pesos en la bolsa, sin tarjetas de crédito y con dos pares de zapatos.

Vaya, a estas alturas del año de Hidalgo, no nos extrañaría saber que Ernesto López Gutiérrez, mejor conocido como el chocoflán, haga algún bisne. Hasta la fecha lo único que hace es fumar sustancias raras.

El sector público es como la casa del jabonero, el que no cae resbala. Bien decía por ese y otros motivos Mario Benedetti que los políticos deberían siempre pronunciar las palabras más dulces, como mera precaución, por si un día tienen que tragárselas.

Indudablemente señor presidente, estamos plenamente de acuerdo y coincidimos: ustedes no son iguales, SON MUCHO PEORES.

Seguimos pendientes…

Dios, Patria y Libertad

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