Internacional

La nueva Polonia nace anticatólica

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Domingo 17 de diciembre de 2023

El nuevo gobierno del primer ministro Donald Tusk se ha formado bajo la bandera de la agenda de Bruselas: pérdida de soberanía, ecologismo, derecho al aborto y derechos LGBTQ+.

El nuevo Primer Ministro polaco, Donald Tusk, ha prometido devolver a su país “al lugar que le corresponde en Europa”. Según él, es hora de poner fin a un gélido enfrentamiento de ocho años entre Varsovia y Bruselas. Suena bien, pero ¿qué significa en la práctica?

Donald Tusk ha presentado su visión de una Polonia nueva y progresista en el corazón de la UE, al ganar su Gobierno un voto de confianza en el Parlamento. Pero no ha explicado qué significa exactamente la “Polonia progresista”. En realidad, existen muchas contradicciones e incoherencias en su discurso. Por un lado, ha declarado ante el Parlamento polaco que “Polonia recuperará su posición de liderazgo en la Unión Europea”; por otro, ha añadido que “cualquier intento de cambiar los tratados que van en contra de nuestros intereses está fuera de lugar… Nadie me superará en la Unión Europea”.

¿Cómo es eso posible si el intento de limitar la posición polaca era el principal objetivo de Bruselas? ¿Cómo puede Polonia “recuperar” algo que no ha perdido en absoluto? Es Bruselas la que intenta cambiar los tratados, así que ¿cómo puede decir Tusk que estará tanto en contra como a favor de una mejor cooperación con la Comisión Europea? Tusk ha sido presidente del Consejo Europeo y líder del Partido Popular Europeo, por lo que debería saber perfectamente cuál es el verdadero objetivo de los cambios en los tratados europeos. Ha prometido “devolver miles de millones de euros” de fondos de la UE a Polonia, congelados debido a una disputa entre Bruselas y el gobierno saliente de Ley y Justicia (PiS) por cuestiones de Estado de Derecho. Pero, ¿cómo va a lograrlo sin perder la soberanía?

A finales de noviembre de este año el Parlamento Europeo ha votado el informe de la Comisión de Asuntos Constitucionales (AFCO) de la Eurocámara en el que se recomiendan cambios en los Tratados de la UE. El documento prevé, entre otras cuestiones, la transferencia de más competencias de los Estados miembros a la UE, lo que, de hecho, reducirá aún más su soberanía. Los nuevos ámbitos en los que los Estados miembros tendrían que ceder su autoridad y someterse a la competencia exclusiva de la Unión son el clima y el medio ambiente.

Por lo tanto, es predecible que Bruselas decida qué tipo de coches pueden conducir los polacos y dónde pueden hacerlo, si tendrán que pagar derechos de CO2 por calentar sus casas y muchos otros asuntos de importancia. Las decisiones sobre cuestiones climáticas y medioambientales serán impuestas por la Comisión Europea, como ocurre en otros ámbitos en los que la UE ya tiene competencia exclusiva, como la política comercial común. Esta será la versión más radical de la política verde, el llamado Green Deal. El proyecto de modificación de los Tratados implica rebajar el umbral de votos en el Consejo del 55% de los países, que representan el 65% de la población de la UE, al 50% de los países, que representan el 50% de la población de la UE. De este modo, será más fácil aprobar las propuestas de la Comisión y más difícil bloquearlas. Polonia perdería el poder de veto de facto. El anterior gobierno PiS no lo aceptó, pero el nuevo no se va a oponer.

Además, hay nuevas competencias compartidas que en realidad pasan a ser competencias de la UE, ya que el Tratado dice que la UE tiene prioridad para ejercerlas. Los países miembros sólo pueden ejercerlas en la medida en que la Unión decida no hacerlo. Entre las nuevas competencias compartidas están la sanidad pública y la educación. En materia de sanidad, por ejemplo, se mencionan como nuevos ámbitos de competencias compartidas los siguientes “los asuntos de salud pública y la protección y mejora de la salud humana, especialmente las amenazas sanitarias transfronterizas”. Dado que el aborto se disfraza en la UE bajo el nombre en clave de “salud reproductiva”, se tratará como una parte de la política sanitaria y se tomarán decisiones sabiendo que es una competencia compartida sobre la que la Unión tiene prioridad. Lo mismo ocurre con las demás competencias compartidas mencionadas en el proyecto de modificación del Tratado: silvicultura, infraestructuras transfronterizas de transporte, política de fronteras exteriores, asuntos exteriores, seguridad exterior, defensa, protección civil, industria y educación. O bien Tusk se opone y así no “devolvería miles de millones de euros” de fondos de la UE a Polonia o, lo que parece más probable, cede y pierde la posición de soberanía. Llamarlo “recuperar la posición de liderazgo” parece una broma de mal gusto.

El otro punto mencionado por Tusk es la “vuelta a la democracia”. El nuevo primer ministro polaco ha comenzado su discurso con una dura condena al legado de los años del PiS, recordando un extraño tratado político escrito por Piotr Szczęsny, un químico de 54 años que se roció con gasolina en Varsovia en 2017 y murió en el hospital 10 días después a causa de las heridas provocadas por su autoinmolación. Tusk dijo que el “manifiesto” que Szczęsny escribió antes de morir, en el que atacaba el supuesto autoritarismo del Gobierno del PiS, podría sustituir su discurso, y leyó un fragmento: “Protesto contra la xenofobia introducida por las autoridades en el debate público… Protesto contra la actitud hostil de las autoridades hacia los inmigrantes… Protesto contra la incapacidad de la televisión pública”.

Pero como en el caso de la política europea, existe una clara contradicción. Por un lado, Tusk declara la abolición del autoritarismo del PiS, a pesar de que había ganado unas elecciones perfectamente democráticas, algo impropio de gobiernos autoritarios; por otro lado, mencionando el Manifiesto de un suicida, sugirió la venganza contra el PiS. Una de las primeras decisiones tomadas por su gobierno ha sido la creación de tres comisiones parlamentarias especiales de investigación para probar las supuestas infracciones de la ley cometidas por los ministros del PiS. Para complicar más la historia, o más bien ironizarla, es el mismo Tusk quien declara la política de reconciliación nacional.

Tras condenar al Gobierno saliente, Tusk ha esbozado su propio programa: “Ha llegado el momento de que Polonia sea feliz”. Cabe sospechar que es otra forma de sugerir la implantación de la revolución de género en Polonia. En sus apariciones en campaña, Tusk prometió introducir más derechos para las personas LGBTQ+, signifique lo que signifique, y hacer retroceder la legislación sobre el aborto introducida bajo el gobierno del PiS. Tusk ha criticado duramente la ley polaca provida, calificándola de represiva y cruel. Sin embargo, no está claro hasta qué punto el nuevo gobierno podrá cambiar la legislación sobre el aborto, dado que algunos miembros de su propia coalición no apoyan una liberalización significativa. El Presidente Duda, que tiene poder de veto sobre el gobierno, permanecerá en el cargo hasta 2025. Es muy probable que Duda, católico declarado, utilice este poder para proteger a los niños no nacidos.

En su discurso ante el Parlamento, Tusk anunció que se percibiría de inmediato un clima diferente para las mujeres polacas. “Hemos desarrollado un programa para que todas las mujeres polacas perciban que existe un cambio en el tratamiento de la maternidad, la protección de las madres y el acceso al aborto legal”. Estas palabras son el colmo de la hipocresía. En la mente de Tusk la “protección de las madres y el apoyo a la maternidad” es lo mismo que el “acceso al aborto legal”. Apoyar la vida significa tener derecho a destruirla.

Hay muchas otras señales que demuestran que el nuevo gobierno está ansioso por comenzar la nueva guerra religiosa contra la debilitada Iglesia Católica polaca. La ministra de educación ha pasado a ser Barbara Nowacka, una política de izquierdas y reconocida feminista polaca. Ha mostrado públicamente su apoyo a la ideología de género y le gustaría implantarla en las escuelas. Otra política radical en el gobierno de Tusk es Agnieszka Dziemianowicz-Bąk, que se ha convertido en ministra de Familia, Trabajo y Política Social. Es una activista radical del movimiento LGBT. Hace unos años escribió su tesis doctoral “Reproducción-resistencia-potenciación. Crítica radical de la educación en el pensamiento occidental contemporáneo”. Es una ferviente partidaria del aborto libre y de la ideología de género. Tusk ha creado un nuevo ministerio para la igualdad y ha nombrado como jefa a otra feminista, Katarzyna Kotula, una de las líderes de las manifestaciones a favor del aborto. También es responsable de introducir en el código penal polaco una nueva categoría de disposiciones legales que castigarían los llamados delitos de incitación al odio. Otro responsable de ello es Adam Bodnar, el nuevo ministro de Justicia, ex comisario de Derechos Humanos de Polonia, que ha luchado por los derechos de las mujeres y los derechos LGBT.

No sólo hay anuncios vacíos, sino planes reales para cambiar la identidad cultural polaca. La primera decisión que ha tomado la nueva mayoría liberal-izquierdista ha sido la de introducir una nueva ley que permita financiar la fecundación in vitro con dinero público. El propósito de Tusk está claro: la nueva Polonia, alegre y europea, no debe tener nada que ver con la vieja, católica y tradicional.

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