De no creerse
Lunes 4 de septiembre de 2023
Una de las características típicas del panismo era su consistencia ideológica. El humanismo era consustancial con respecto a Acción Nacional.
Así lo decía su doctrina: respeto a la eminente dignidad de la persona, solidaridad, subsidiariedad y búsqueda del bien común.
Aunque no se dijera abiertamente, todos sabíamos que eran las mismas bases de la democracia cristiana.
Porque aunque no se dijera abiertamente, Acción Nacional era un partido demócrata cristiano. Comenzando simplemente por el hecho de que encontraron cobijo en sus filas, los sobrevivientes del sinarquismo en nuestro país.
Eso hacía del Partido de Acción Nacional una entidad con autoridad moral. Por décadas el panismo fue sinónimo precisamente de legalidad, de moralidad y decencia, lo que hacía un fuerte contraste con los otros participantes de la política nacional.
Los panistas eran distintos a todos, porque ellos no buscaban el poder, su objetivo no era ganar elecciones, sino hacer ciudadanía, mover las almas para hacer de México, una patria ordenada y generosa.
Así fue por mucho tiempo, hasta que algo pasó y el hambre de poder llegó a los panistas. Empezaron las concertacesiones, que fueron equivalentes a abrir las puertas a todos los males del mundo.
Con el acceso al poder, Acción Nacional comenzó a cometer toda clase de pecados y su doctrina, valores y principios, se volvieron simple retórica, cuya utilidad era relativa y relegada siempre a los discursos.
Se buscaba manipular las conciencias, en vez de mover las almas. Se quería hacer creer que nada había cambiado: que los valores y principios prevalecían y que las victorias y el poder no habían conseguido quebrantar la moral, ni el ideario blanquiazul.
Pero la realidad, esa inoportuna y desagradable señora, se encargó de desnudar los acontecimientos: la corrupción fue apareciendo, la moral se fue relajando, la coherencia dio paso a la simulación y todo fue cambiando y no precisamente para bien.
Comenzó a entrar cualquiera, empezaron a abanderar al PAN, personajes ajenos al partido. Todo ello en nombre de la pluralidad, pero redundando en el extravío de la identidad y la pérdida del panismo.
Este proceso negacionista culmina con la candidatura de Xóchitl Galvez, que se convertirá en abanderada del panismo.
Si viviera Gómez Morín se moriría de vergüenza y de coraje al advertir que la candidata panista, se llena la boca diciendo que no es panista y que no tiene militancia partidista.
Si viviera Gómez Morin echaría a patadas de Acción Nacional a una aspirante que confiesa su formación de izquierda, (trotskista para ser precisos), tendencia que propició el surgimiento del partido, como respuesta a la postura socialistoide de Lázaro Cárdenas, que dio entrada a México precisamente a León Trotski y que trató de imponer la educación obligatoria laica y socialista. Según parece esto lo han olvidado en el panismo al día de hoy.
Si viviera Gómez Morin, no admitiría como su candidata a una consumidora cotidiana de peyote y ayahuasca, sabedor del riesgo de tomar decisiones bajo el influjo de alcaloides, cosa que no creemos vaya en concordancia con la búsqueda del bien común.
Si viviera Gómez Morin estamos seguros que repudiaría una candidata que no concediera al matrimonio la preponderancia que reviste, para dar bases sólidas a la familia y mucho menos admitiría alguien que no valorara la vida como derecho esencial, para brindar respeto a la dignidad de la persona.
Si viviera Gómez Morin, llamaría a defender la identidad, los valores y principios del panismo, consciente de que ello significa defender a México y a final de cuentas, defender todo cuanto es valioso y digno.
Gómez Morín no aceptaría jamás a Xóchitl Galvez, Gómez Morín nunca la admitiría en su partido. Gómez Morín jamás haría alianza con ella. Gómez Morín no transigiría a llamarse socialista bajo ningún concepto, alguien debería explicárselo a Santiago Creel.
Gómez Morín nunca abdicaría de sus ideales, privilegiando la búsqueda del poder.
Gómez Morín llamaría a los panistas a oponerse a Xóchitl Gálvez, pediría combatirla y fundaría incluso un partido político que hiciera contrapeso a su postura ideológica.
Si viviera Gómez Morín y viera a Xóchitl Gálvez rindiendo protesta como candidata, renunciaría al PAN y quemaría su credencial a las puertas mismas del partido.
Estamos seguros que no se prestaría a que su partido se rebajara a semejante indignidad. Alguien debía decírselo a los panistas.
Seguimos pendientes…
Dios, Patria y Libertad