Religión

Ángeles en acción

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Lunes 14 de agosto de 2023

Padre Ángel Peña

Hay ángeles cocineros, agricultores, traductores,… Cualquier trabajo que desarrolla un ser humano lo pueden hacer ellos, cuando Dios se lo permite, especialmente con quienes los invocan con fe.

En la vida de san Gregorio Mayela, se cuenta que, estando encargado de cocinar a la Comunidad, un día, después de comulgar, se fue al oratorio y se quedó tan extasiado que, cuando se acercaba la hora de comer, un hermano fue a buscarlo para decirle que todavía no estaba ni siquiera encendida la cocina. Y él le respondió: Los ángeles velan sobre ello. Tocaron para ir al comedor y vieron que todo estaba preparado y a punto. 

Algo parecido me cuenta una religiosa italiana contemplativa: Estábamos yo y la hermana María en un pueblecito de Valencia (Venezuela), viviendo unos días en la casa del párroco, pues el pueblo no tenía párroco y el obispo nos había prestado la casa hasta que encontráramos un terreno para construir el monasterio.

Sor María estaba en la capilla, preparando las antífonas de la liturgia, y yo estaba preparando la comida. A las 10 de la mañana me llama para que oiga su composición musical de la antífonas. El tiempo va pasando sin darme cuenta y yo pienso en las vainitas, que todavía no he limpiado, en el agua que estará ya hirviendo… Son las 11,30 y a las 12 tenemos el rezo de sexta y, después, la comida. Cuando regreso preocupada a la cocina, me siento maravillada: las vainitas están preparadas y ya cocinadas en el “punto justo”. Todo limpio y los deshechos en la bolsa de la basura, el agua hirviendo… Me quedo estremecida. ¿Quién lo hizo, mientras yo estaba en la capilla con la hermana María, si sólo estamos las dos de Comunidad y nadie ha podido entrar? ¡Cómo le di las gracias a mi ángel, a quien siempre invoco! Estoy totalmente segura de que fue él quien hizo de cocinero en esta oportunidad. ¡Gracias, ángel de mi guarda!

San Isidro labrador iba a misa todos los días y dejaba el campo y los bueyes al cuidado de los ángeles y, cuando regresaba, el trabajo estaba ya hecho. De modo que un día su amo fue a ver qué pasaba, pues le habían dicho que Isidro iba a misa todos los días y dejaba de trabajar. El amo vio, según algunos, a dos ángeles trabajando con los bueyes y se quedó admirado.

El santo Padre Pío de Pietrelcina decía: Si la misión del ángel guardián es grande, la del mío es ciertamente más grande, pues debe servirme de profesor y explicarme otras lenguas.

En el caso de algunos santos confesores, el ángel les recordaba los pecados olvidados de los penitentes como se cuenta, especialmente, en la vida de san Pío de Pietrelcina y del santo cura de Ars.

En la vida de san Juan de Dios, y de otros santos, se refiere que, cuando estos santos no podían realizar sus tareas ordinarias por estar en éxtasis, dedicados a la oración o fuera de casa, su ángel les suplía y tomaba su figura. La Venerable María de Jesús crucificado afirma que, cuando veía a los ángeles de las hermanas de su Comunidad, los veía con la figura de las hermanas que custodiaban. Tenían su rostro, pero con una gracia y belleza celestial63.

Así pues, los ángeles nos pueden hacer infinidad de servicios y de hecho nos hacen muchos más de los que imaginamos, aunque no los veamos ni seamos conscientes de ello. A algunos santos, como a santa Gema Galgani, cuando estaba enferma, su ángel le daba una taza de chocolate o algo que la mejorara, le ayudaba a vestirse y hasta le echaba las cartas al correo. A ella le gustaba jugar con su ángel a ver quién decía con más amor el nombre de Jesús y ella ganaba casi siempre. Algunas veces, los ángeles pueden actuar, inspirando a personas buenas a hacer ciertos trabajos que les han encomendado.

El padre José Julio Martínez relata dos sucesos históricos que le contó una señorita de la Institución Teresiana, profesora de un colegio de Castilla (España), protagonista del primero y muy conocedora del segundo:

Necesitaba viajar de Burgos a Madrid, llevando maleta y dos paquetes de libros bastante pesados. Como era época en que los trenes circulaban llenos de viajeros, tuvo cierto miedo de viajar con aquel equipaje tan pesado y quizás sin encontrar un sitio vacío. Entonces, le rogó a su ángel custodio: Vete a la estación, pues voy con el tiempo escaso, y ayúdame a encontrar un asiento vacío.

Cuando entró en el andén, ya estaba el tren preparado y lleno de viajeros. Pero desde una ventanilla, salió hacia ella una voz amable que le decía: Señorita, va usted muy cargada. Ahora bajo a ayudarle a subir sus cosas.

Era un señor algo anciano, de mirada transparente y bondadosa, que se acercó a ella sonriente, como si la hubiera conocido de tiempos antiguos y la ayudó a subir los paquetes y después le dijo que había un asiento para ella. Él le dijo:

– Yo no voy en este tren. Yo me encontraba paseando por el andén y se me ocurrió que acaso llegaría alguna persona tarde sin encontrar sitio para sentarse. Entonces, tuve la buena idea de subir al tren y ocupar un asiento. Así que este asiento es para Ud. Adiós, señorita, y buen viaje.

Y aquel ancianito, con su bondadosa sonrisa y mirada dulce, se despidió de la teresiana y se perdió entre la gente. Ella sólo pudo decir: Gracias, ángel de mi guarda.

Otra compañera mía era profesora en un colegio de Palma de Mallorca y recibió la visita de su padre. Al tomar de regreso el barco para la península, se sintió algo enfermo. La hija lo encomendó a su ángel y al ángel de la guarda de su padre para que lo cuidaran durante el viaje. Por eso, se sintió muy feliz, cuando a los pocos días, recibió carta de su padre que le decía: Hija, cuando me acomodé en mi puesto en el barco, me sentía peor. Un sudor frío cubría mi frente y tenía miedo de estar enfermo dentro del barco. En esto se me acercó uno de los pasajeros, de aspecto distinguido y amistoso, y me dijo:

– Me parece que Ud. está un poco enfermo. No se preocupe, yo soy médico. A ver el pulso…

Me atendió magníficamente y hasta me puso una inyección reconfortante.

Cuando llegamos al puerto de Barcelona, me dijo que él no podía tomar el mismo tren, pero me mostró a un amigo suyo que venía precisamente en ese tren y le pidió que me acompañara. Este amigo era tan noble y generoso como el médico, y no me dejó hasta entrar en casa. Te escribo esto para que estés tranquila y veas cuántas personas buenas nos pone Dios en el camino de la vida.

En resumen, los ángeles están para servirnos, cuidarnos y ayudarnos en nuestro caminar por la vida. Encomendémonos a ellos y todo será más fácil y rápido con su ayuda.

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