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La Ley Calles, lo que detonó la Guerra Cristera

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Martes 14 de febrero de 2023

El 31 de julio de 1926 la Iglesia Católica Mexicana decide de manera unilateral y sin consultar al Vaticano, suspender el culto en todo el territorio nacional, como respuesta a La Ley Calles, que había sido expedida el día 14 de ese mismo mes.

Vamos a ver qué antecedentes precedieron a estos hechos, que desencadenaron la guerra Cristera, o La Cristíada:

Según datos comprobados, ya desde los tiempos de los curas Hidalgo y Costilla, Miguel y Joaquín y otros sacerdotes y personajes históricos deseaban que la práctica de la religión católica en México, fuera totalmente independiente de las políticas del Vaticano; Benito Juárez y su gobierno pensaban de igual manera, por eso presionaron tanto a la Iglesia.

En el período de la Revolución Mexicana, surgió una corriente esotérica espiritista encabezada por Francisco I. Madero y que influyó mucho en personajes revolucionarios. Esta corriente se afianzó tanto en muchos de ellos, que cuando fueron gobernantes, la pusieron en práctica en forma indiscriminada, y hasta la actualidad parece permanecer en sectores gubernamentales.

Uno de los mejores exponentes fué Plutarco Elías Calles, quién fué acérrimo enemigo de la Iglesia Católica.

El 18 de febrero de 1925, los sacerdotes José Joaquín Pérez Buscar y Manuel Luis Monge, y Ángel Jiménez Juárez proclaman un manifiesto llamando a la fundación de una Iglesia Mexicana Independiente, desligada de Roma; promoviendo el uso del español en las ceremonias, oponiéndose al celibato y al cobro de tarifas por sacramentos y mostrando un respeto hacia las leyes mexicanas de carácter anticlerical.

Enterado de ésto, el Presidente Plutarco Elías Calles, los arropa, los promueve y los apoya, les otorga el Templo de Corpus Christi para iniciar con su Iglesia; desde luego la intención de Calles era apoyarlos para utilizarlos contra la Iglesia Católica.

Cómo respuesta a éste desafío, la Iglesia Católica crea la Liga Nacional para la Defensa de las Libertades Religiosas, con el fin de unificar a los fieles en torno a su Iglesia. Sus integrantes se basaban en cuatro puntos:

•libertad plena de enseñanza;

• El derecho común para los católicos;

• El derecho común para la Iglesia;

• El derecho común para los trabajadores católicos.

En respuesta, el Presidente expide el 14 de julio de 1926 la famosa, controvertida y a la postre trágica Ley Calles cuyos puntos más importantes eran:

• limitar el número de sacerdotes a uno por cada seis mil habitantes;

• necesidad de una licencia expedida por el Congreso de la Unión y los Congresos Estatales para ejercer el ministerio sacerdotal;

• necesidad de estar registrados los sacerdotes en los municipios donde van a oficiar;

• reformas al Código Penal para sancionar el incumplimiento de esta Ley.

El motivo de esta ley era controlar y manipular a la Iglesia Católica en México.

Cómo respuesta, el 24 de julio de 1926, los obispos mexicanos solicitan al Papa Pío XI, la suspensión de cultos; mientras que la Liga para la Defensa de las Libertades Religiosas inició y promovió un boicot pidiendo a la ciudadanía abstenerse de pagar impuestos y no consumir productos creados por el Estado, provocando enormes perdidas económicas al País.

La respuesta de Calles fué aprehender a los promotores y participantes de este boicot y encarcelarlos; esta fué la chispa que inició el estallido.

La Liga religiosa decidió levantarse en armas contra el Gobierno Mexicano, iniciando La Cristíada en Jalisco.

El brote cundió al grito de Viva Cristo Rey, extendiéndose a Jalisco, Colima, Michoacán, Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí, Querétaro e Hidalgo.

El ejército cristero logró reunir a 500 mil hombres comandados por veteranos de la Revolución Mexicana.

Se libraron 37 sangrientas batallas a lo largo de tres años; Calles tenía el apoyo de Estados Unidos, junto con quienes había bombardeado trenes de cristeros.

El movimiento no tenía ningún apoyo, más que su fé católica, inclusive la misma Iglesia disimuladamente se fue desentendiendo de ellos.

Finalmente, en 1929 ya era tanta la sangre derramada y el daño causado al país, que decidieron negociar ambas partes, con la mediación diplomática del embajador de Estados Unidos, Dwight Morrow.

El Vaticano designó como mediador al delegado apostólico Leopoldo Ruiz y Flores y como negociador al Obispo de Tabasco, Pascual Díaz Barreto. Por el Gobierno Mexicano, participó el nuevo Presidente, Emilio Portes Gil.

Los acuerdos finales fueron que la Iglesia Católica seguiría dependiendo del Vaticano y seguirían operando igual que como estaban operando hasta antes de la Ley Calles.

Los daños sociales y económicos al país fueron incalculables, nunca se imaginó el gobierno el impacto social que causarían las iglesias cerradas y la Iglesia nunca imaginó el daño económico al pais que este movimiento causaría, al desplomarse la producción agrícola y la migración de muchos sobrevivientes de la guerra.

A pesar de los acuerdos finales, el gran ganador fué el Presidente Emilio Portes Gil, quién a pesar de todo, terminó como el mediador que pudo concluir con este conflicto.

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