Religión

¿Obispo de Roma vicario de Rothschild, Pfizer y Soros?

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Viernes 3 de febrero de 2023

Por José Arturo Quarracino

A partir de su renuncia como Vicario de Cristo, el actual inquilino de la Santa Sede no deja de desempeñar distintos roles mundanos: capellán de los Rothschild, gerente de marketing de Pfizer, patrocinador de la Agenda 2030, bufón de George Soros y abogado de la causa LGTB. Dejando de lado la Revelación, la Tradición, el Magisterio y la mística ignaciana. 

Como hemos demostrado en artículos anteriores, en abril de 2020 el hasta entonces papa Francisco renunció informalmente al papado al que había sido elevado en marzo de 2013 para constituirse como “Obispo de Roma”, a través de la edición oficial del Anuario Pontificio 2020 -el texto oficial del Vaticano sobre la estadística de la Iglesia Católica universal.

En dicha publicación, en su primera página NO APARECE el papa Francisco como cabeza de la Iglesia, sino simplemente “JORGE MARIO BERGOGLIO”, seguido de un breve resumen de su nacimiento, su ordenación sacerdotal como miembro de la Compañía de Jesús, sus nombramientos episcopales y su cardenalato, para concluir agregando su elección pontificia y el comienzo de “Su ministerio de Pastor universal de la Iglesia (19 de marzo)”, SIN NINGUNA MENCIÓN DE FRANCISCO.

Al final de la página, debajo de una raya trazada al medio, están puestos los títulos que a lo largo de la historia de la Iglesia definen la esencia y sustancia del Oficio Petrino, pero referenciados simplemente como títulos históricos, es decir, como cosa del pasado.

Evidentemente, no se trató de un error tipográfico, ni de una equivocación del editor, sino que, en un estilo bien jesuítico, mediante una forma informal se comunicó “oficiosamente” o en forma “informalmente oficial” que quien había sido proclamado como Papa en marzo de 2013 pasaba a ser simplemente Jorge Mario Bergoglio, el Obispo de Roma, renegando de su ser-vicario-de-Cristo, privilegiando su ser-obispo-de-Roma, aunque actuando como Pontífice reinante, pero sin serlo realmente. 

Despojado de sus cualidades esenciales de “vicario de Cristo, sucesor del Príncipe de los Apóstoles, primado de Italia, arzobispo metropolitano de la Provincia romana, soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, Siervo de los siervos de Dios”, transformado en títulos históricos, es decir, cosas del pasado. 

Desde ese momento, el obispo de Roma ha podido desempeñarse exclusiva y libremente según su propio criterio –“consultando con el Espíritu”, sin ninguna relación con la Revelación, la Tradición y el Magisterio.

Después de dar este paso, don Jorge Mario Bergoglio pudo proseguir y profundizar la ruptura con la Tradición y el Magisterio en todos los niveles posibles (dogmático, litúrgico, canónico, formativo, pastoral, etc.), y por otro lado, diluyó toda referencia a la Revelación, citándola ocasionalmente para justificar sus propias posturas. Y fundamentalmente, poniendo a un lado la presencia real de Jesucristo resucitado en la vida de la Iglesia y en su activismo “magisterial”, convirtiéndose en un profeta de la autoayuda y de la autocomplacencia.

Al despojarse de su título de “vicario de Cristo”, el hasta entonces papa Francisco tuvo que llenar ese vacío esencial. Lo hizo mediante actitudes que, en definitiva, muestran que el obispo de Roma cayó en la mundanidad espiritual que criticara al comienzo de su pontificado.

A) Capellán-monaguillo de los Rothschild. Ya hemos expuesto líneas arriba de qué modo, a partir del 8 de diciembre de 2020 se “presentó al mundo” la iniciativa globalista denominada “Council for the Inclusive Capitalism. With the Vatican” [Concejo para el Capitalismo Inclusivo. Con el Vaticano], en el cual el obispo de Roma pasó a desempeñarse como capellán-monaguillo de la plutocracia financiera e industrial internacional, nucleada por la baronesa Forester de Rothschild, poniendo la “música” a la iniciativa.

En realidad, las acciones “heterodoxas revolucionarias al gusto del mundo” de Bergoglio previas a la creación del Concejo adecuaron a la Iglesia al nuevo mundo diseñado por la plutocracia angloamericana que conduce la famosa familia bancaria: poner en debate la indisolubilidad del vínculo matrimonial, la relativización doctrinal frente al pragmatismo, la casuística y las “circunstancias”, el “culto” de la madre Tierra, la aceptación de vacunas elaboradas con material fetal proveniente de abortos, la autoridad suprema de la ONU, la OMS y otras instituciones internacionales, la normalización de la homosexualidad en la vida de la Iglesia, el homosexualismo episcopal y cardenalicio como garantía de ascenso eclesiástico, el permiso para comulgar concedido a los políticos abiertamente pro-aborto, el rechazo de la Tradición, etc.

B) Gerente comercial de Pfizer. Pero el vacío cristológico del oficio petrino fue llenado con otro aporte: el de publicista y vendedor de los sueros génicos experimentales aplicados a escala mundial, mediante la coacción política y social y la inmunidad judicial, a pesar de las dudas, incertidumbres e incertezas que presenta hasta el momento la fabricación de los mismos, sin que los gobiernos y organismos nacionales conozcan su composición y los efectos adversos que presentan a mediano y largo plazo.

Como quedó evidenciado públicamente, el Vaticano fue uno de los Estados en el mundo que obligó a inyectarse a su población y su administrador provisorio fue el ferviente impulsor de su distribución y aplicación, convirtiendo el “temor al Covid” en el principio de la “sabiduría” bergogliana y a la aplicación suicida del experimento génico en un “acto de amor”. Pfizer y Bill Gates agradecidos, ya que el “papa” Bergoglio pasó a desempeñarse como gerente de marketing de las “vacunas” que se impusieron para “salvar al mundo”.

¿Qué dirá ahora el obispo que vive en Roma, al darse a conocer por un alto ejecutivo de Pfizer que las inyecciones Covid-19 han sido y son un gran negocio comercial, “la gallina de los huevos de oro”, y que la empresa está trabajando como producir mutaciones en el virus y así fabricar nuevas “vacunas”?.

C) Pero ampliando su conversión a los príncipes de este mundo -los plutócratas depredadores dueños de la finanza mundial-, el obispo de Roma ha reiterado por enésima vez su servicio a la causa homosexual, en la famosa entrevista concedida a la periodista Nicole Winfield, de la agencia Associated Press, el 24 de enero pasado y publicada al día siguiente.

Una entrevista que permite entrever que para el obispo de Roma la persona de Jesucristo, el Resucitado, no tiene ninguna importancia, como si no existiera: no lo menciona ni una sola vez en las 10.060 palabras pronunciadas en la entrevista. Raro en un jesuita que forma parte justamente de la Compañía de Jesús y que tiene como paradigma de la vida cristiana contemplativa los Ejercicios Espirituales, estructurados sobre los ejes de la acción creadora de Dios (primera semana), el Nacimiento de Cristo (segunda semana), la Pasión de Cristo (tercera semana) y la Resurrección de Cristo (cuarta semana). Nada de esto aparece en la entrevista.

Por el contrario, 63 veces se refiere explícitamente a sí mismo (“yo”), 27 veces a Dios y 11 veces al Espíritu Santo. Extraña “catequesis” del ex vicario de Cristo, en la que el personaje principal más mentado es él mismo.

En la parte de la entrevista que se refiere a la homosexualidad, el obispo de Roma habla a título personal y muestra su adhesión a la normalización de las relaciones entre personas del mismo sexo, apoyada y promovida a gran escala a partir del 2000 (hace más de 20 años) por el poder plutocrático y oligarca que representan, entre otras, la Fundación Ford y la Fundación Rockefeller, a partir de iniciativas como la “Conferencia sobre Historia de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales de la historia”, llevada a cabo desde el 14 al 17 de setiembre en la Universidad de Chicago (Estados Unidos), organizada y dirigida por el Dr. George Chauncey.

Es muy llamativo que la “doctrina” homosexualista de don Jorge Mario coincida con las concepciones de la siniestra oligarquía angloamericana que representan las fundaciones antes mencionadas. ¿Será el precio que se paga por no querer ser más “vicario de Cristo”?

Para justificar su concepción homosexualista, el obispo de Roma afirma medias verdades, que diluyen la doctrina cristiana sobre el tema. Comienza diciendo que “En el catecismo de la Iglesia católica dice que las personas de tendencia homosexual tienen que ser acogidas, no tiene que ser marginadas, acompañadas si es que se da un lugar”, pero en realidad el texto lo afirma en el contexto de la “inclinación, objetivamente desordenada”, que para los afectados “constituye una auténtica prueba” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358). Pero lamentablemente, el “pontífice” deja de lado u oculta que para la doctrina cristiana las relaciones homosexuales son “depravaciones graves”, tal como las define la Sagrada Escritura (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), y que la Tradición las define como “actos intrínsecamente desordenados”, “contrarios a la ley natural”, ya que “cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual”, razón por la cual “no pueden recibir aprobación en ningún caso” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357).

Pero sin ruborizarse en lo más mínimo, el obispo de Roma afirma que “es injusto” que se condene explícitamente a los actos homosexuales o que se hable en forma solapada de ellos como “actitudes antinaturales”, contradiciendo al Catecismo, colocándose así por encima de él, es decir, del Magisterio eclesial.

Pero no contento con ello, nuestro prelado da un paso más audaz, haciendo trampa y contradiciéndose inmediatamente. Afirma que “todos somos hijos de Dios y Dios nos quiere como somos y con la fuerza que luchamos por nuestra dignidad”. Es cierto que todos somos hijos de Dios y nos ama a todos por igual, pero creados como varón y como mujer, a su imagen y semejanza (Gn 1, 27). 

Es una blasfemia rayana en la locura pretender que “Dios creó a algunos seres humanos como homosexuales”, como algunas veces afirmó temerariamente nuestro compatriota. 

La homosexualidad es una tendencia y en todo caso un acto, cuando se consuma, pero no es la esencia de nadie como persona. En todo caso, él mismo reconoce inmediatamente que “la homosexualidad no es un delito. Sí, pero es pecado”, de lo cual se deduce que Dios ama el pecado (¿?????), lo cual constituye un delirio herético a la enésima potencia.

Pero más delirante es la afirmación de que los obispos tienen que “someterse a un proceso de conversión” para aceptar la homosexualidad como tal y contribuir a derogar las leyes que la condenan. Hasta donde se sabe y se conoce, Jesucristo llama a todos los hombres a “convertirse y creer en la Buena Noticia, en el Evangelio” (Mc 1, 15), para ir al encuentro de Dios, no al encuentro de los homosexuales. ¿Está equivocado san Pablo, y la Escritura también es errónea, ya que en ésta se afirma que “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (Primera carta a los Corintios, 6, 9-10). ¿Don Jorge Mario es más sabio que san Pablo y que la Palabra de Dios? ¿Hay que arrancar de las Sagradas Escrituras esos pasajes que contradicen la “enseñanza” bergogliana? ¿O no habrá llegado la hora de que el obispo de Roma se arrepienta y vuelva su corazón a Nuestro Señor Jesucristo y a Su evangelio?

Y más exigente se torna esta necesidad de conversión cuando nuestro amigo afirma que “Dios tiene tres actitudes: cercanía, misericordia y ternura. Y con esas tres basta, toda la teología está ahí. Dios cercano, que está en la mano mía. Un Dios misericordioso que me perdona tantas veces. Un Dios tierno”. Esto que parece una novedad ya lo afirmó en el siglo II d. C. Marción de Sínope, escritor y líder religioso que fundó una secta cismática en Roma, la cual sostenía la doctrina del carácter irreconciliable del Antiguo con el Nuevo Testamento, porque aquél hablaba de un Dios justiciero, castigador, mientras que éste último texto habla de un Dios tierno, amoroso, que no juzga ni condena. Pero al seguir esta misma línea marcioniana, el obispo de Roma se aleja nada menos que de santo Tomás de Aquino, para quien “la justicia sin misericordia es crueldad; la misericordia sin justicia es la madre de la disolución” (Santo Tomás de Aquino, Lectura sobre el evangelio de San Mateo, n. 429).

Y por último, la aclaración posterior que el pontífice hizo al “jesuita” estadounidense James Martin pone de relieve el sectarismo y la falta de cortesía (o algo peor) de “Su Santidad” respecto a quienes no le siguen servilmente.

En cuestión de días don Jorge Mario respondió el “dubium” planteado por el homosexualista yanqui respecto a la afirmación de que “la homosexualidad es pecado”, por supuesto, con una forma tan superficial y banal que da vergüenza ajena. 

Contrasta este hecho con el desplante hecho por el obispo de Roma a los cuatro cardenales (dos de ellos ya fallecidos) que en septiembre de 2016 le plantearon sus “Dubia” respecto a la indisolubilidad del vínculo matrimonial puesto en duda por la exhortación apostólica Amoris Laetitia.

En un primer momento esas inquietudes le fueron planteadas en forma privada a Francisco, pero al no tener ninguna respuesta los cardenales hicieron pública su inquietud en la época mencionada.

Pasados más de seis años, el obispo de Roma sigue sin responder, seguramente porque no puede defender su postura ambivalente. Pero al cófrade mariposón le contestó en seguida, disculpándose por no haber sido claro y tajante respecto a la “bondad” de la homosexualidad.

En todo caso, con su defensa a ultranza de la homosexualidad “como algo querido por Dios” (¿??????), nuestro amigo Jorge Mario Bergoglio no hace más que seguir el camino trazado por su amigo George Soros a través de la Open Society Foundations, la cual opera para combatir la discriminación mediante el empoderamiento de las lesbianas, los gays, los bisexuales, los transgéneros, los queer y las comunidades intersexuales, “para promover y defender sus derechos humanos”

“Dios es cercanía, misericordia, ternura, es un Dios tierno”, pero en el caso del padre Frank Pavone el obispo de Roma se olvidó de sus palabras y le aplicó en forma rigurosa, despiadada y cruel la reducción al estado laical, sin que el notable sacerdote provida supiera los motivos de tal decisión y sin poder defenderse en un proceso judicial-canónico al que todo acusado tiene derecho. En este caso, don Jorge actuó como un patrón de estancia y como un déspota oriental, sin brindar ningún tipo de explicación.

En definitiva, la renuncia a ser vicario de Cristo y ser simplemente obispo de Roma significó para el pontífice pasar a ser capellán, gerente, bufón y abogado del proyecto plutocrático oligarca de forjar un mundo sin Dios y sin valores, basado en el más grande genocidio histórico que ha conocido la humanidad, el de los niños por nacer. De esta manera, ¿el sucesor de Pedro ha pasado a ser el sucesor de Judas Iscariote?

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