Religión

Amar la verdad y darla a conocer

Spread the love

Domingo 16 de octubre de 2022

Dice Jesús: Yo soy la Verdad. Él tiene la verdad en plenitud, y esta nos vino por medio de Él. Toda su enseñanza, también su vida y su muerte, constituyen un testimonio de la Verdad. Aquel en quien está la verdad es de Dios y, por tanto, tiene el oído atento para escuchar a Dios.

La verdad tuvo su origen en Dios y la mentira en la oposición consciente a Él. Por eso llama Jesús al demonio padre de la mentira, porque la mentira comenzó con él. Y el que miente tiene al diablo como padre.

Por eso, la enseñanza moral de la Iglesia reprueba no solo la falsedad que produce un daño al prójimo, sino que también desaprueba a los que –sin acarrear daño al prójimo– «mienten por recreo y diversión, y a los que lo hacen por interés y utilidad».

La falta de veracidad que se manifiesta en la mentira o en la hipocresía, o en la falta de «unidad de vida», revela una discordia interior, una fractura de la misma personalidad humana. Un hombre, una mujer así es como una campana rota: carece de buen sonido.

El testimonio que el Señor manifestó acerca de Natanael, indicando que era un israelita sin doblez, es lo más bello que se puede decir de un hombre: «en él no hay doblez; es de una pieza». Eso mismo debe poderse decir de cada uno de nosotros, de cada cristiano.

Estamos en una época en la que se valora extraordinariamente la sinceridad, pero a la que, por contraste, se le ha llamado el tiempo de los impostores, de la falsedad y de la mentira.

Entre otros, pueden ser a veces impostores «los hombres de la gran prensa, que, divulgando indiscreciones sensacionalistas e insinuaciones calumniosas…», confunden a sus lectores. A la «gran prensa» se le podrían añadir en muchas ocasiones el cine, la radio, la televisión…

Estos instrumentos, que por su naturaleza han de ser transmisores de la verdad, si los manipula gente astuta, a fuerza de bombardear a los receptores con colores sonorizados y de una persuasión tanto más eficaz cuanto más oculta, son capaces de hacer que los hijos acaben odiando al mejor de los padres y la gente vea blanco lo que es negro, que se cambien los criterios morales de una sociedad.

Siempre que tengamos esos medios a nuestro alcance, los usaremos para hacer llegar la verdad a la sociedad, principalmente sobre esos temas que, por su trascendencia, marcan el futuro de un pueblo: la defensa de la vida, desde su concepción; la dignidad de la familia y de la persona; la justicia social; el derecho al trabajo; la preocupación por los más débiles…

Muchas veces, esos medios están al alcance de todos: una carta, una llamada por teléfono, participar en una encuesta o en un programa de la radio…, nos pueden permitir que muchos oigan la doctrina de la Iglesia sobre esas materias, o manifestar la disconformidad con un programa o artículo que conculca los fundamentos morales de un hombre de bien. No dejemos de actuar pensando que es poco lo que podemos hacer. Muchos pocos cambian el rumbo de una sociedad.

Al terminar nuestra oración, acudamos a Nuestra Señora para vivir en todo momento la verdad sin componendas, y para darla a conocer sin las trabas de los respetos humanos o de la pereza, causante de tantas omisiones.

Pidámosle una vida sin doblez, sin la hipocresía que echó en cara Jesús a aquellos fariseos.

«“Tota pulchra es Maria, et macula originalis non est in te!” —¡toda hermosa eres, María, y no hay en ti mancha original!, canta la liturgia alborozada. No hay en Ella ni la menor sombra de doblez: ¡a diario ruego a Nuestra Madre que sepamos abrir el alma en la dirección espiritual, para que la luz de la gracia ilumine toda nuestra conducta!

»—María nos obtendrá la valentía de la sinceridad, para que nos alleguemos más a la Trinidad Beatísima, si así se lo suplicamos».

Deja una respuesta