México

Ramírez Marín, faena de orejas, rabo y apéndice

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Martes 27 de septiembre de 2022

A Jorge Carlos Ramírez le soltaron ayer uno de los toros más bravos de la dehesa que constituyen, las redes sociales.

Es menester apuntar que en los vastos pastizales de twitter, la red representada por el pájaro azul, campea como moro sin señor, Glo de Jo, una chica oriunda de Monterrey, un perfil puntilloso y vitriólico, equiparable al más bravo de los miuras.

Y es que los comentarios y observaciones que existen en las redes sociales, particularmente en la del plumífero celeste, bien pueden parangonarse a un burel poderoso y lleno de trapío, sin que existan como en la lidia, distribuidos a lo largo del redondel, los burladeros.

Jorge Carlos Ramírez fue convocado a un space (Espacio) en twitter, para ser interrogado por los perfiles más recalcitrantes de cuantos opositores tiene el régimen de Andrés Manuel López Obrador.

La razón de la cita, era poner al senador yucateco en el banquillo de los acusados, merced a las acusaciones propaladas por sus malquerientes, de ser el operador legislativo que esquirolea, a favor de la cuarta transformación.

En mérito de lo anterior, es que haremos la reseña de lo acaecido en términos taurinos, pues los exaltados opositores al gobierno fallido que padecemos, bien podían propinarle una cornada, de consecuencias fatales, análoga a la que Islero recetó a Manolete.

No podíamos perdernos semejante lidia, así que desde la convocatoria, decidimos acudir y lo hicimos en primera fila y en barrera de sol, porque se antojaba un encuentro de poder a poder.

Para lidiar semejante rival, Jorge Carlos debía poseer una mezcla de la valentía de Luis Freg, del arte exquisito del Calesero (que también era Ramírez) y el carisma del Pana (Rodolfo Rodríguez), ese torero que encantaba, por su aire bohemio y aventurero.

En el primer tercio, Ramírez se percató que se enfrentaba a un adversario enorme e imponente, de las mismas dimensiones, como el que en los años treinta, enfrentara en Madrid, David Liceaga.

Jorge Carlos aguantó las embestidas y manejó sus argumentos, con el mismo arte que debe usarse el capote, deslumbrando por su elegancia y arrojo.

Análogo al tercio de varas, fue cuando le expresaron diversos usuarios al legislador, su desconfianza de que cediera a las pretensiones oficialistas, emulando a El Fandi, Dominguín, o más recientemente Ponce o José Tomás, con agilidad y prestancia, el senador yucateco fue desmontando una por una, las calumnias vertidas en su contra y salió airoso del segundo tercio.

El tercio final, la suerte suprema de la lidia, la arrostró Ramírez Marín con el arrojo y la entereza de Juan José Padilla, el Torero Pirata, vino la embestida postrera con el cuestionamiento de sus aspiraciones a la gubernatura. Con precisión, seguridad y fuerza, Jorge Carlos se lanzó a fondo: si quiero ser gobernador y no pienso cambiarme de partido, remató.

La estocada fue precisa y el diestro debió dar la vuelta al ruedo entre los aplausos del respetable, que convencido de la faena de argumentos sólidos y certeros, provocó que la autoridad le concediera orejas, rabo y una pata, como se estilaba antaño.

Ramírez Marín convenció y venció, como en una corrida en la que se derraman filigranas e hizo ver que ser opositor, es una labor que debe hacerse con inteligencia y oportunidad y no solo con obstinación y renuencia. ¡¡¡Ole senador!!!

Seguimos pendientes…

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