Religión

Benedicto XVI: táctica de una brillante defensa de la Iglesia

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Por Andrea Cionci

Traducido por María Luisa Perez Gherlone

Los últimos días del actual antipapado se caracterizan por una miseria intelectual desalentadora. Bergoglio alude a fake news que circulan (nadie entendió la indirecta) olvidando las que él mismo propagó, como la falsa visita «sorpresa» a la tienda de discos, la falsa transmisión en vivo de Fazio, la mistificación sobre San Francisco por parte del Sultán y, sobre todo, la patraña del milenio: la legitimidad de su pontificado.

El contable neoariano Enzo Bianchi reaparece en Repubblica con una pseudodefensa del Papa Ratzinger dando por sentado el cuento del pontífice abdicante.

Massimo Franco, del Corriere, patrocinado por el Sr. Bilderberg – Mario Monti también anuncia – inventando – que Benedicto habría declarado «el papa es uno y es Francisco». Nunca sucedió tal cosa.

El clero homosexual-modernista alemán rasca el fondo del barril, obtusamente, desenterrando historias inútiles de hace 40 años, ya ignoradas por todos, para intentar desacreditar al odiado Ratzinger.

Luego están los one-cum, los colaboradores de Bergoglio, que o bien no responden, o bien critican insultando en modo ofensivo el bestseller “Código Ratzinger”, rigurosamente sin ni siquiera haberlo abierto y alegando justificaciones como “pero si todo el mundo se lo cree, Bergoglio será el verdadero Papa”.

Sin pelos en la lengua: se aplica el aplausómetro, no el derecho canónico.

Los partidarios de la absurda teoría del “error sustancial” (los que piensan que Benedicto XVI se equivocó al escribir la Declaratio) luego, cuando se les insta a dar cuenta, enmudecen y desaparecieron.

Algunos de estos tradicionalistas legitimistas de Bergoglio, como el obispo Schneider, que nunca respondió a nuestra cordial carta abierta, afirman que, según alguien, pero no se sabe quién, Benedicto celebraría en comunión con Bergoglio.

Pruebas, nombres, fechas, grabaciones: menos de cero. Además, Benedicto celebra en privado en latín, y en el vetus ordo la frase sobre la comunión con el Papa reinante se dice en voz baja.

En definitiva, estas débiles, e incluso mortificantes, resistencias a la afirmación de la verdad -más incomprensible y culpablemente masoquistas si provienen del lado tradicionalista- aparecen como vallas enclenques barridas por las huellas de los eslabones de un pesado tanque: el Santo Padre Benedicto XVI nunca ha abdicado, el Papa es uno solo Y ES ÉL y así lo demuestran tanto la cuestión canónica, como lo que él mismo ha afirmado en decenas de mensajes de significado inequívoco en el “Código Ratzinger”.

Sólo para aclarar, ilustremos de manera supersintética -y con hechos objetivos- la táctica y el momento del increíblemente ingenioso plan con el que Benedicto XVI ha “conducido a la tentación” (en el correcto sentido teológico del Padre Nuestro, es decir, “poner a la prueba”) a sus enemigos modernistas-heretistas que querían sacarlo del camino.

1983: El cardenal Ratzinger, en previsión de un golpe anticristiano en la Iglesia anunciado desde la época del profeta Daniel hasta el Tercer Secreto de Fátima (1917), importa del derecho principesco alemán la descomposición del oficio papal entre título dinástico (munus petrino) y ejercicio práctico del poder (ministerium).

Ambas entidades se traducen al italiano con la palabra «ministerio”, pero son muy diferentes: si se renuncia al ministerio-munus de forma regular y simultánea, hay abdicación; si se renuncia al ministerio-ministerio de forma diferida y no ratificada, hay sede impedida, un estatus en el que el papa está preso, confinado, pero siempre sigue siendo papa, conservando el título de origen divino.

Así, el 11 de febrero de 2013, ya acorralado por la Mafia de San Galo que quería hacerle abdicar, el complot para matarlo salió a la luz con Vatileaks, e inmediatamente después del misterioso informe de los cardenales de la Comisión Herranz, el Papa Ratzinger aplicó este plan antiusurpación que se había preparado durante treinta años y renunció solamente al ministerium , posponiendo la entrada en vigor de la medida a las 20 horas del 28 de febrero.

En la práctica, se deja encarcelar, como Jesucristo, pero sigue siendo su Vicario, sigue siendo Papa.

Tras pronunciar el texto en latín de la Declaratio, hace explicar al Cardenal Sodano lo que ha sucedido, entregándole una nota, y no menciona en absoluto una renuncia al papado.

Resulta paradójico que la periodista de la agencia Giovanna Chirri, que difundió apresuradamente la milenaria y trágica patraña de la abdicación, se lamente hoy, en un libro, del triste final de su carrera. ¿Y qué espera, un premio?

El 27 de febrero, la víspera de su “despedida”, Benedicto saludó a los cardenales diciendo que prometía ” “obediencia y reverencia” a su sucesor a partir de ese momento.

Esta frase podía referirse tanto a un sucesor legítimo, cuando y si abdicara regularmente, como al sucesor ilegítimo en funciones al que prometía obediencia y reverencia.

En cualquier caso, nunca “juró lealtad” a otro Papa, y mucho menos al propio Bergoglio.

Además, ¿quién puede decir que Benedicto XVI no es hoy “obediente y reverente” con el antipapa en cuyas manos se encuentra?

No se rebela, permanece allí, manso y tranquilo, en el monasterio Mater Ecclesiae, vestido de blanco, al que sólo le faltan dos adornos, la capa y el fajín a la cintura, que simbolizan los dos aspectos del ministerio al que ha renunciado: la predicación del Evangelio y el gobierno de la barca de Pedro.

Obediente y reverente, se muestra siempre cordial y afectuoso con Bergoglio: le quiere como Jesucristo quería a Judas y reza por él (para que su alma se salve).

El Papa Benedicto siempre agradece y bendice con la palabra “Eucharistomen”, la misma con la que Cristo transformó el mal en bendición.

Su Declaratio, en italiano, afirmaba por tanto que, a partir de las 20 horas del 28 de febrero, “la sede de Roma, la sede de San Pedro”, quedaría «vacante».

Sin embargo, la versión italiana es errónea (sólo cuenta la versión latina): tales «sedes» no existen en el derecho canónico y no tienen personalidad jurídica para ser dejadas vacantes, es decir, listas para un nuevo cónclave.

Esto ocurre, de hecho, sólo para la “Sede Apostólica”, que nunca se menciona. Así, el verbo vacet debe traducirse no como «sede vacante», sino, más correctamente, como sede VUOTA, despejada, libre.

Y de hecho, perfectamente leal a lo anunciado, después de dejar a los cardenales (fieles e infieles) 17 días para reflexionar, el 28 de febrero, a las 17 horas, Benedicto tomará el helicóptero y volará a CastelGandolfo, dejando la sede de Roma, la sede de San Pedro, VACÍA a las 20 horas.

Además, Benedicto nos recuerda en la Declaratio que el próximo Papa debe ser elegido “por aquellos a quienes les compete”: claro, por supuesto.

En la práctica dice: “Me retiro a una sede impedida, sigo siendo el Papa, ustedes hagan lo que quieran, pero sepan que el próximo Papa verdadero que me suceda debe ser elegido sólo por verdaderos cardenales, nombrados por mí o por el Papa Wojtyla y NO POR OTROS.

Y de hecho hoy, si se llevara a cabo un cónclave inválido post-Bergoglio con los 95 falsos cardenales nombrados por el argentino, saldría otro antipapa.

Como pueden ver, Benedicto XVI siempre ha dicho la verdad, ha conseguido la hazaña sobrehumana de no mentir nunca, aunque esté en una sede impedida.

Así pues, a las 17.30 horas del 28 de febrero se presenta en CastelGandolfo y dice que “a partir de las ocho de la noche” no sería más “pontífice sumo”, y no «Sumo Pontífice» como es el título papal.

Dice la verdad precisamente por la inversión sujeto-complemento: al cabo de unas horas, de hecho, ya no sería «el pontífice en grado sumo», porque habría otro más destacado que él, aunque ilegítimo.

Y también revela el momento a partir del cual entraría definitivamente en la sede impedida.

Hace referencia al huso horario pontificio del antiguo reloj que tiene sobre su cabeza, afirmando que su “día no es como los anteriores”y saludando a todos con un absurdo “BUENAS NOCHES” a las 17.30 horas, que se corresponde, sin embargo, con las 23.30 horas de ese antiguo huso horario.

Así, «a las ocho de la tarde» ya no será el sumo pontífice. Así es: las ocho de la tarde, según la antigua hora papal, habrían sido las 13:00 horas del día siguiente, hora en la que habría circulado el boletín para convocar el nuevo cónclave abusivo eligiendo a un antipapa y sancionando, de hecho, que Benedicto ya no fuera el sumo pontífice, sino el pontífice oculto.

De hecho, cuando llegan las 8 de la tarde “normales” del 28 de febrero, la hora X de la Declaratio, no firma ni declara nada que ratifique su renuncia al ministerio.

Obviamente: nunca podría haber dado forma canónica a una renuncia al ministerium, ya que este órgano, como confirma el canonista Monseñor Sciacca, no puede separarse jurídicamente del munus.

Esto sólo puede ocurrir de facto, en el caso de una sede impedida, cuando el Papa está, por fuerza mayor, privado de la posibilidad de ejercer el poder práctico.

Y de hecho los canonistas de Bolonia fundaron, inmediatamente después de nuestra intuición, un grupo de estudio “sobre el papa emérito y el papa impedido”. Que cosa ¿no?

 Así, el cónclave de 2013 fue NULO, ya que se convocó con un papa no muerto y no abdicado; eligió a un antipapa (como inmediatamente entendió y publicó el profesor Enrico M. Radaelli), y nunca podrá ser sanado.

Lo que se ha creado, pues, es exactamente esa “especie de ministerio ampliado” que obsesiona a los errorostanzialistas, que no han entendido que hay un miembro activo ilegítimo (el antipapa Francisco) y un miembro contemplativo, el papa legítimo, (Benedicto) que asume el atributo de “emérito”.

Pero NO es lo mismo que Obispo Emérito, un cargo enteramente previsto en el derecho canónico: papa emérito es jurídicamente imposible, es decir, papa retirado, (como el propio Bergoglio ha confirmado recientemente, hablando de su dimisión poco clara) pero sólo existe entendiendo emérito en términos descriptivos, es decir, como “el distinguido”, el “merecedor”, el “digno”, “el que tiene derecho a ser papa” (por ejemplo, “un estudioso emérito”).

Este es el adjetivo (escrito en minúscula, de hecho, a diferencia del obispo emérito) que sirve para distinguirlo del falso papa usurpador.

Los enemigos de Benedicto, consumidos por el ansia de poder, en cuanto sintieron el olor de renuncia, se agarraron a la Declaratio queriendo interpretarla como una abdicación a toda costa. Pero no fue así, y ellos mismos se atragantaron.

Coherentemente, Benedicto permanece en el Vaticano, en estado de cautiverio, y como no puede mentir (¡es el Papa!) dice SIEMPRE la verdad con un lenguaje sutil y lógico (el Código Ratzinger) que habla sólo a los que tienen oídos para oír, como hizo Cristo con sus acusadores. Utiliza anfibolias, malas interpretaciones, referencias a las Escrituras, como Jesús.

Así, el Papa Ratzinger, de una manera tan coherente con la esencia de los hechos como absurda para la narrativa bergogliana «abdicadora», sigue conservando la túnica blanca, el nombre pontificio e imparte la bendición apostólica, característica exclusiva del Papa reinante.

Y al escritor (Andrea Cionci al momento que le solicitó una entrevista), le dio la única respuesta amable que podía dar desde la Sede impedida, (sin negar nada), incluso acompañándola con el escudo de su papa reinante.

Bergoglio está, por tanto, condenado: con sus propias manos se ha hecho antipapa y ahora ya no puede “dimitir»”porque demostraría que no tiene el munus petrino.

Su pontificado será anulado y la Iglesia se purificará con un cisma: fuera masones, homoeréticos, neoluteranos, modernistas, neoarrianos, neopaganos, etc.

¿Moraleja? Mejor no ir contra el Vicario de Cristo, el Verbo encarnado, el Logos, la razón que revela la verdad. Dios es amor infinito, pero también justicia infinita.

Antes de que sea demasiado tarde, antes de que todo se explique oficialmente, Bergoglio, Bianchi, mafiosos de San Galo, un cum, erroresostanzialistas, tomen un consejo: vayan todos a arrodillarse ante el verdadero Santo Padre y a pedirle perdón.

Eso es todo. ¿Demasiado complejo? Probad a decir siempre la verdad en estado de cautiverio, amenazados de muerte, y poned a prueba a los cardenales infieles salvando a la Iglesia católica.

Ahora, lo hemos resumido en unas pocas líneas, de forma brutal. En la conclusión, como ven, la historia es muy sencilla: todo fue un gran malentendido.

Pero en la reconstrucción nos encontramos con algo gigantesco, algo perfecto, algo milenario que coordina cientos de elementos de forma disparatada: las declaraciones de Benedicto, el derecho canónico, la historia de la Iglesia, la teología, la crónica, las profecías, el latín, la precisión del lenguaje, incluso la heráldica.

Sólo si se lee la investigación completa “Código Ratzinger” (ed. Byoblu) se podrá obtener la imagen completa de lo sucedido. Y por eso ninguno de los partidarios de Bergoglio se atreve a tratar de refutar esta argumentación.

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