Fundador de Fraternidad tradicionalista afirma: Más que sentimiento de traición, predomina la alegría de sufrir por una cosa hermosa y grande
Así se expresa, en relación al motu propio Traditionis custodes, el padre Louis-Marie de Blignières, prior y fundador de la Fraternidad San Vincente Ferrer, un instituto religioso masculino de derecho pontificio de inspiración dominicana.
Entrevistado por Anne Le Pape en la revista Présent, de Blignières responde así a la pregunta sobre si las nuevas restricciones sobre la forma extraordinaria del rito romano afectan a institutos como el suyo:
“En opinión de los canonistas más competentes no, al menos no directamente. Pues nuestros institutos se rigen por una ley propia, formulada por los decretos de erección y las constituciones aprobadas por la Iglesia. Esta ley incluye el uso de los cuatro libros tradicionales: misal, breviario, ritual y pontifical. ¡Pero sí, indirectamente estas Responsa tienen un impacto en nuestros institutos! Por un lado, los obispos pueden dudar en utilizar el antiguo Pontifical para nuestras ordenaciones. Por otra parte, el apostolado de los institutos hacia los fieles se verá fuertemente afectado, en particular por la prohibición de la confirmación en la forma antigua.
¿Por qué celebran exclusivamente en el rito tradicional?
Estamos vinculados a nuestro propio rito, a la riqueza del antiguo rito dominicano que la Iglesia nos ha confiado. Y si estamos alegres estar consagrados a ese rito es también porque la reforma litúrgica de Pablo VI subraya menos la realidad de la presencia real, la diferencia de naturaleza entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio jerárquico, y el carácter de sacrificio propiciatorio de la misa. Uno puede no compartir nuestro análisis. Pero no hay vuelta atrás en el hecho de que la Iglesia, al erigirnos sobre la base de los acuerdos de 1988, nos ha dejado plena libertad para celebrar según el rito tradicional.
Al no celebrar la misa y los sacramentos según el misal y los rituales reformados por Pablo VI, ¿considera que desobedece una regla esencial de la Iglesia?
¡Para nada! La obediencia es una virtud que tiene una naturaleza y unos límites muy precisos. Al igual que no se le puede pedir a un jesuita que lleve una vida dominicana, no se les puede pedir a los miembros de nuestros institutos que renuncien al carisma sobre el que han hecho voto. Le invito a que se suscriba a nuestra revista Sedes Sapientiæ, que incluirá en su próximo número un artículo que arrojará luz sobre esta cuestión.
Se les prometió, al igual que a los demás institutos Ecclesia Dei, que «se tomarán todas las medidas para garantizar su identidad en la plena comunión de la Iglesia católica». ¿Se siente ahora traicionado?
Me temo que vamos en esa dirección… Más que el sentimiento de traición, lo que predomina es la alegría de sufrir por una cosa hermosa y grande, el honor de luchar por uno de los mayores bienes que el Señor ha dejado a su Iglesia. Aunque la poción sea amarga, seguiremos dando testimonio de fidelidad.
¿Qué recursos tiene para oponerse al abandono de la forma tradicional del rito que se le pide?
El derecho natural que obliga a respetar los compromisos adquiridos. La naturaleza de la tradición en la Iglesia, que hace de los ritos antiguos un patrimonio indisponible. Nuestro propio derecho aprobado por la Iglesia. Por último, la determinación inquebrantable de una doble fidelidad. No abandonar nunca la comunión jerárquica con el Papa y los obispos. No abandonar nunca un patrimonio sagrado que nos da la alegría y procura la salvación a tantos fieles.
¿Cuáles son las similitudes y diferencias entre la actualidad y los años 70?
Similitudes: asistimos a un intento de suprimir las formas litúrgicas tradicionales, un intento que proviene de la propia jerarquía. En ambos casos, con muchos equívocos doctrinales e irregularidades canónicas. Con, sobre todo, un autoritarismo impresionante, en flagrante contradicción con otros aspectos del discurso oficial (diálogo, sinodalidad…).
Diferencias: las reformas que se impusieron en los años 70 apenas dieron (¡subrayado!) los frutos que sus autores esperaban y anunciaban. Las diócesis se han vaciado en gran parte de fieles practicantes. El entusiasmo reformista ha desaparecido. Al mismo tiempo, las pedagogías tradicionales de la fe han dado frutos notables. Mucho más numerosos que los «integristas» (así se les llamaba…) de los años 70, los tradicionalistas de 2021 están organizados, tienen experiencia en la acción y están más unidos que antes. Muchos obispos han conocido su lado positivo. Estos obispos apreciaron la paz relativa lograda por las medidas de Juan Pablo II y Benedicto XVI. A menudo, aplican sin ganas las presiones romanas, lo que no era el caso hace 40 años.
¿Qué consejo podría dar a los fieles en la situación actual?
La primacía de la contemplación y la desconfianza hacia el pragmatismo (muy moderno) que apuntaría a un resultado (tener mi misa tradicional… ¡y ya está!) perdiendo de vista el conjunto de los factores que afectan al catolicismo. Hacer oración. Conocer la misa y la naturaleza de la Iglesia en sus diferentes aspectos: la liturgia pero también la comunión jerárquica como resultado del derecho divino. Agruparse (la unión Lex orandi), manifestarse (La voie romaine), presentar reclamaciones a los obispos y a la Santa Sede, apoyar a los institutos Ecclesia Dei y a los sacerdotes diocesanos que quieren celebrar la misa tradicional. Unas últimas palabras. Algunos de los que no nos desean el bien estigmatizan regularmente el combate tradicional diciendo que se trata sólo de un apego identitario (con la imagen del repliegue, el endurecimiento y la cerrazón) o de la bandera de un combate cultural de alcance esencialmente político.
Nuestra acción, la de los fieles que trabajan por la perpetuación de las «pedagogías tradicionales de la fe», debe desmentir este sesgo interpretativo. En primer lugar, rectificando la comprensión de la relación entre la naturaleza y la gracia, lo carnal y lo espiritual, como habría dicho Péguy. Es legítimo estar apegado a una herencia familiar, especialmente si proviene de una familia espiritual, en este caso la Iglesia. Además, haciendo que este combate sea una obra esencialmente teologal. Las pedagogías tradicionales, por su riqueza de signos, edifican la fe. Suscitan la esperanza por su forma de predicar sin vacilación los fines últimos. Constituyen una sustancial obra de caridad apostólica por su innegable carácter evangelizador. Desde 2007, en particular, hemos visto muchos testimonios de ello en las conversiones operadas por la liturgia tradicional y en el celo apostólico de estos conversos o “reconversos”.