Religión

El día que quisieron dañar a la Virgen de Guadalupe

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Hace cien años fue colocado un explosivo frente a la imagen de la Virgen que entonces estaba en la antigua Basílica de Guadalupe. El lugar se llenó de pánico, policías y casi lincharon al sospechoso. Aquí te contamos lo que pasó en aquella ocasión

Basílica de Guadalupe

No hay espacio en la Basílica de Guadalupe. Con suerte, algunos podrán ver o escuchar la misa desde las escaleras de la entrada, pero sin excepción, todos gritan al unísono “vivas” a la Virgen mientras alzan y estiran su brazo derecho para tratar de alcanzar el ayate de Juan Diego. Pero ahora el privilegio de estar a los pies de esta imagen sólo es del Papa, pues hace 98 años una explosión casi acaba con ella.

Uno de los últimos testigos del atentado es un crucifijo curvo de bronce que se exhibe en el ala derecha de la nueva Basílica. En la vitrina se indica que el 14 noviembre de 1921, esta pieza de metal protegió la imagen de la Virgen de ser destruida y así obtuvo la deformación que presenta. Aunque hay otras versiones.

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Este es el texto que explica las razones por las cuales el Cristo de bronce está curvo. FOTO: Gabriel Sánchez Pozos /Cortesía.

El 15 de noviembre de 1921, el diario EL UNIVERSAL mostraba en su primera plana el titular “Un atroz atentado en la Basílica de Guadalupe”. Los reporteros recibieron una llamada y constataron los destrozos: al pie del altar de mármol destruido estaba el Cristo de bronce flexionado, así como un candelabro con velas “hechas mil pedazos”.

“Inmediatamente después levantamos la cara hacia el sitio en donde la imagen de Juan Diego se encuentra encerrada en su marco de oro. Venturosamente estaba intacta, pues ni siquiera los cristales que la guardan de la acción destructora se habían roto”, se describe en la nota.

En entrevista, Gabriela Treviño, coordinadora de visitas guiadas en La Villa, comentó a este diario que en realidad el vidrio sí se quebró. En aquel entonces el cristal que protegía a la imagen no estaba blindado como el de ahora, ya que era un regalo de la comunidad de Isabel Tola, lo que está constatado según la entrevistada, en una bitácora donde se lleva registro de todo lo donado a la iglesia.

Asimismo, la especialista argumenta que el Cristo curvo no pudo haber protegido a la Virgen. “Si el crucifijo hubiera defendido al ayate, su curva sería hacia el otro lado”. El motivo de esta explicación, señala la coordinadora, es porque el explosivo quedó en medio del cuadro y el Cristo, lo que hizo que la onda de choque disparara la pieza de metal en dirección contraria al ayate.

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Este es el “Santo Cristo del Atentado” cuya característica principal es su curva, deformación se cree obtuvo protegiendo a la virgen durante la explosión, aunque algunas voces dicen que de ser cierto, la flexión sería del lado contrario.  FOTO: Gabriel Sánchez Pozos /Cortesía.

Pero antes del suceso, el 14 de noviembre en la Basílica se celebraba a las 10 de la mañana la llegada de un nuevo canónigo, por ello al templo habían asistido más fieles de lo normal; los altares estaban llenos de flores y de oro. Sin embargo, mientras el coro cantaba, se escuchó una explosión. Los testigos del momento dijeron que vieron una “densa nube de humo”. Aunque ninguna persona salió herida, muchos cayeron al suelo.

Uno de los sacerdotes presentes declaró a este diario que tras el estruendo supieron que aquello había sido “una obra de la dinamita”. Los creyentes que se encontraban en el lugar, preocupados por el estado del ayate guadalupano, se acercaron para ver si le había pasado algo. Tras verificar que estaba a salvo, comenzaron a cantar himnos.

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Esta foto se exhibe en la actual Basílica de Guadalupe para ejemplificar el momento de la explosión; en ella se ve el cuadro de la Virgen y un par de objetos tirados, no indica quién fue el autor. FOTO: Gabriel Sánchez Pozos /Cortesía.

Los testigos interrogados dijeron que el autor del suceso había sido un hombre “de semblante descompuesto” que quiso salir rápido tras la explosión. Un grupo de mujeres lo siguieron y así pudieron decirle a la autoridad que era un sospechoso, que lo habían visto bajar de la escalinata del templo.

Gabriela, también licenciada en Historia del Arte, señala que en ese entonces era común al llegar a la Basílica que entre los grupos de feligreses, uno de ellos fuera elegido para dejar un regalo a la Virgen. Para hacerlo, subían al altar y dejaban la ofrenda, que era un ramos de flores, al pie del ayate.

Presuntamente el sospechoso había hecho algo parecido y un oficial aprehendió al hombre. Algunos de los presentes, al darse cuenta de la detención, se aventaron contra él y hubo quienes intentaron quitarle la vida, pero llegaron más policías para evitar la masacre.

El entonces suboficial de gendarmes, Ignacio G. Gutiérrez confirmó que el detenido era Luciano Pérez, a quien había observado “densamente pálido y excitado”.

El reportero que cubrió la nota indicaba que el hombre tenía entre 20 y 24 años; vestía pantalón oscuro, una playera café y un sombrero de fieltro. Era “delgado,  de estatura regular y sin un aparente semblante de criminal”.

De esta manera, comenta Treviño, Luciano subió a dejar el explosivo, disfrazado de flores, justo enfrente del cuadro y detrás del Cristo curvo. Gracias a este suceso, la práctica se prohibió… excepto a una persona en el mundo: el Papa, quien sigue teniendo el privilegio de acercarse y ofrendar algo a la Virgen.

Sin embargo, en el interrogatorio, Pérez se dijo inocente porque sólo había acudido a oír la misa, como cada semana. También declaró vivir en la colonia Valle Gómez y ser garrotero del Ferrocarril Mexicano.

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En esta plana de EL UNIVERSAL de 1921, año del atentado, se muestra el Cristo de bronce curvo, la situación del altar y una fotografía de Luciano Pérez, presunto culpable. FOTO: Archivo/ EL UNIVERSAL.

Dos días después de la explosión, EL UNIVERSAL anunciaba que se realizaron manifestaciones en apoyo a la Iglesia. Una de ellas pasó en las instalaciones de la Basílica, donde más de 10 mil personas llegaron para dejar flores, veladoras y cirios. A las 10 de la mañana era tanta la gente que ya no había cupo en el templo.

Asimismo, el periódico anunciaba otra protesta, pero con sede en la Catedral del Centro Histórico. “Los trenes de la ciudad eran insuficientes para conducir a la Plaza de la Constitución a las innumerables personas que visten de luto”. Se estimó que más de 10 mil personas arribaron al tiemplo, del cual, sus puertas principales habían sido abiertas, lo cual era un hecho a rescatar, pues permanecieron cerradas por más de siete años.

Al final de la ceremonia, los asistentes entonaron el Himno Nacional. Mientras tanto, en los alrededores de la catedral, los comerciantes dejaron de laborar por cinco horas en señal de apoyo.

Sin embargo, no fue sólo en la Ciudad de México donde hubo manifestaciones en contra del atentado: EL UNIVERSAL notificaba que en Puebla, Irapuato y Guadalajara la gente había salido a las calles a protestar y cantar letanías en contra de lo sucedido en la Basílica.

En esos días, la relación entre el Estado y la Iglesia era complicada. Los roces habían comenzado desde la mitad del siglo XIX cuando México decidió separar la política del clero y la situación se agudizó con la promulgación de la Constitución de 1917 y sus artículos anticlericales. Pero fue hasta la gubernatura de Álvaro Obregón que las diferencias se hicieron notorias, ya que en 1921 se registran tres atentados que incluyen el de la Basílica.

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Así luce actualmente la antigua Basílica en su interior, ahora llamada Templo expiatorio a Cristo Rey. El cuadro de la Virgen fue sustituido por uno de Cristo. FOTO: Gabriel Sánchez Pozos /Cortesía.

Por ello, tras la explosión en la Villa, este diario publicaba que el gabinete de Obregón se encontraba en crisis pues grupos religiosos habían presentado una solicitud al entonces presidente para retirar del cargo a algunos de su secretarios. Todos estos hechos se fueron sumando hasta la consumación de la Guerra Cristera.

Mientras tanto, cinco días más tarde de la explosión, las investigaciones habían avanzado y se informaba que el juez encargado de la averiguación del atentado dejaría libre a Luciano Pérez por falta de pruebas. Cabe mencionar que los peritos del caso no pudieron encontrar algún fragmento de la supuesta bomba que había estallado.

Aunque días más tarde José Mora y del Río, entonces Arzobispo de México, declaró que el atentado había sido provocado ahora por un anarquista extranjero, el 29 de noviembre el juez decidió dar por terminadas las averiguaciones del evento ya que no había más personas para investigar. También se desestimó la versión sobre una bomba de dinamita, y se dijo que había sido una “mezcla cloratada” de 660 gramos con mecha.

En el hoy llamado Templo expiatorio a Cristo Rey, antes la Basílica, ya no está el cuadro de la Virgen, lo ha remplazado un Cristo. En el altar hay dos figuras que resguardan la imagen: a la izquierda la Fray Juan de Zumárraga y la derecha Juan Diego.

Ambas tienen estragos de la explosión sucedida hace casi cien años: a la primera le faltan dedos de la mano derecha y su báculo es de plástico; la segunda, su cabeza es más pequeña por la restauración. Mientras tanto, en la actual Basílica, el Cristo de Bronce curvo ve a lo lejos a la imagen que dicen algunos, protegió de desaparecer.

En la antigua Basílica, en la figura de Fray Juan de Zumárraga, aún se pueden ver los estragos de la explosión porque le faltan un par de dedos y su báculo es de plástico. FOTO: Gabriel Sánchez Pozos /Cortesía.

La imagen principal es de la colección Carlos Villsana-Torres en la que se muestra una panorámica de la antigua Basílica de Guadalupe, ya que ahí se llevó a cabo el atentado.

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