El que canta, reza dos veces (sobre todo, si lo hace a la Virgen María)
Que estemos de vacaciones, si es que podemos, no significa que nos olvidemos de la Virgen, nuestra madre del Cielo. Ella desde luego no se olvida de ninguno, nunca, jamás de los jamases.
Ella vela por cada uno porque cada uno somos único para Ella. Nos lleva en su corazón de madre, estamos en sus pensamientos, tiene nuestro nombre en la boca constantemente.
Sabe qué nos pasa, cómo estamos, qué necesitamos. Y lo mejor de todo es que sabe qué hacer en cada momento: cuándo actuar, cuándo “no hacer nada”, cuándo soplarnos algo al oído, cuándo hacernos sentir sus caricias o sus palabras o sus abrazos. Esto me da muchísima envidia porque yo soy muy inoportuno y un bocón.
Me pasa muy a menudo que quiero ayudar y lo que hago es empeorarlo todo y causar más dolor y nos quedamos hechos polvo los dos: al que quería ayudar y yo.
María no, Ella jamás hace daño ni es inoportuna ni bocazas. En los evangelios está escrito muchas veces que “guardaba todas esta cosas en su corazón” y esto me hace pensar que la Virgen durante su vida en la Tierra fue más bien silenciosa, discreta, juiciosa. Seguro que pensaba antes de hablar, no como yo.
Sabemos también que tiene una fuerza interior descomunal, a ver si no cómo iba a aguantar en pie ante la cruz en la que su hijo se moría. Y un corazón enorme en el que cabemos todos: los que ese día tomaron parte en su muerte, los que siglos después le volvemos a crucificar con nuestros pecados, los que vendrán en siglos futuros… todos.
Nos ama de verdad, no de dientes afuera. Y nos cuida y nos protege, como hacen las madres. Y nos defiende en el peligro. Y disfruta como nadie con nuestros éxitos, nuestros progresos, nuestras alegrías. Y nos quiere más que todas las madres del mundo juntas quieren a sus hijos.
Este verano no te olvides de Ella, no seas burro. Dale un beso al despertarte dedicándole un pensamiento, ve a verla a la ermita del pueblo o a un santuario mariano, los hay a montones en sitios preciosos y puedes montar una excursión y pasar el día con tu Madre del Cielo.
Llévale flores, ponlas delante de la imagen que tienes en casa o de esa estampita que te has llevado a tu lugar de veraneo y ante la que rezas antes de dormirte.
Pídele lo que necesites, Ella es feliz cuando lo haces porque es madre y a las madres les encanta cuidar de su familia.
Cántale canciones, escríbele una poesía, una carta de agradecimiento, yo qué se, ten un detalle bonito con Ella.
Yo le canto mucho, hay muchas canciones marianas muy bonitas. Hoy comparto esta contigo, donde dice “México” tú di el nombre de tu ciudad o como quiera que se llame el lugar en el que estás.