La ciencia nunca ha demostrado que la ayuda para dejar la homosexualidad dañe, más bien lo contrario
Muchos países occidentales están intentando multar y perseguir a los terapeutas o médicos que traten de ayudar a una persona a reducir o eliminar sus sentimientos de atracción por su mismo sexo. En España, lo castigan varias normas autonómicas recientes, como la ley madrileña de multas LGTB que aprobó el PP con Cristina Cifuentes: castiga con hasta 45.000 euros la «promoción […] de terapias […] con la finalidad de modificar la orientación sexual».
Pero, ¿hay en 2021 evidencia científica de que esas terapias dañen a las personas? O, por el contrario, ¿hay evidencia científica de que ayuden de verdad a las personas?
Hay que entender que existen terapias muy diversas y usuarios también muy diversos, como en cualquier otro campo ligado a las emociones, la psique, el sentimiento, la sexualidad y la motivación.
Pero hay al menos 50 años de experiencia con diversos tipos de terapias para trabajar los sentimientos de atracción homosexual, y hay suficiente evidencia científica para sacar algunas conclusiones generales.
1. Es falso que haya un «consenso científico» contra las terapias o intervenciones para el cambio de sentimientos homosexuales
Cuando se les pregunta qué consenso científico hay contra las terapias, quién lo estableció y con qué experimentos o estudios, siempre se remite a único documento de 2009 (hace ya diez años): el famoso «Report of the American Psychological Association Task Force on Appropriate Therapeutic Responses to Sexual Orientation» (en breve, la Task Force de la APA). Ese es, parece, el único «consenso» del que hablan.
Este documento ha tenido críticos firmes, especialmente de las asociaciones que trabajan con estas «terapias» y los psiquiatras especializados en ellas, como es esta recopilación de críticas de la asociación NARTH. Se trata de un debate científico donde se mezclan dos campos -sociología y psicología/psiquiatría- que no son ciencias exactas y usan distintos lenguajes.
La llamada «Task Force» (o «el consenso») no era un gran equipo plural de especialistas: eran 7 activistas de ideología LGTB militante reconocida, de distintas asociaciones, de los que uno era heterosexual, otro bisexual, una lesbiana y cuatro homosexuales. Esa era la «pluralidad». A los psicólogos, médicos y terapeutas que realizaban terapias desde hace 30 años y estudios sobre ellas, simplemente, no se les permitió participar. Y, evidentemente, dejaron fuera estudios que no les interesaban (como el de Jones&Yarhouse de 2007) o los glosaban por encima minusvalorándolos (como el importante estudio de Spitzer de 2003).
Aún así, el informe de la Task Force de 2009 no dice que se haya demostrado que las terapias sean dañinas, ni dice que deban prohibirse, aunque se ha usado en varios parlamentos de EEUU para eso. Lo que dice, en realidad, es que «no hay estudios científicamente rigurosos de recientes esfuerzos por cambiar la orientación sexual que nos permitan hacer una declaración definitiva sobre si los recientes esfuerzos por cambiar la orientación sexual son seguros o dañinos, ni para quién».
Es decir, el «consenso», lo que dice, es que no está demostrado que las terapias sean dañinas (como se ve en este pantallazo del documento de la APA).
Hay que tener en cuenta, insistimos, qué 7 personas hicieron este «consenso» en 2009. El doctor Nicolosi (fallecido en 2017) los describió así:
-Presidenta del equipo: Judith M. Glassgold, Psy.D., lesbiana, expresidenta de la División Gay y Lesbiana de la APA.
-Jack Drescher, M.D.: psiquiatra y activista gay; trabajaba en el Journal of Gay and Lesbian Psychotherapy; reconocido opositor a las terapias
-A. Lee Beckstead, Ph. D.: psicólogo homosexual que declara ser mormón (una religión completamente contraria a la práctica homosexual); continuamente hace campaña en entornos mormones para que esta comunidad acepte la «identidad homosexual»
-Beverly Greene, Ph.D., ABPP: es una lesbiana psicóloga, fundadora de la división Gay y Lesbian de la APA; trabaja en una revista de temas gays psicológicos: «Psychological Perspectives on Lesbian, Gay, and Bisexual Issues».
-Robin Lin Miller, Ph.D.: es bisexual y psicóloga comunitaria, profesora en la Michigan State University. From 1990-1995 trabajó en temas de crisis de salud gay en Nueva York, y escribe en revistas gay
-Roger L. Worthington, Ph.D: no es homosexual pero le han dado premios LGTB (como el «2001 Catalyst Award») por hablar a favor del ideario LGTB. Es autor de un libro para asesores profesionales en educación secundaria para sean «LGBT-Affirmative».
– Clinton Anderson, Ph.D: homosexual y psicólogo, funcionario de la oficina de la APA para «Gay, Lesbian and Bisexual Concerns».
Por el contrario, hubo especialistas con mucha experiencia en trabajar para reducir las atracciones homoeróticas y homosexuales que pidieron aportar sus estudios y punto de vista, y la asociación se lo impidió.
Así, pidieron participar el anterior (ya difunto) presidente de la asociación NARTH, A. Dean Byrd, Ph.D., M.P.H., M.B.A., autor de muchos estudios peer-reviewed sobre reorientación sexual. También George Rekers, Ph.D., autor del Manual de Problemas Sexuales del Niño y el Adolescente. También Stanton Jones, Ph.D., profesor de psicología en el Wheaton College de Illinois, co-author de «Homosexuality: The Use Of Scientific Research In The Church’s Moral Debate». Joseph Nicolosi, Ph.D., fundador de NARTH, que llevaba 25 años practicando las terapias que (supuestamente) se iban a analizar. Y Mark A. Yarhouse, Ph.D., profesor de psicología en la Regent University de Virginia, autor de dos de los estudios modernos más detallados sobre terapias relacionadas con el cambio de orientación sexual.
Cuando Nicolosi preguntó a Clinton Anderson, de los «7 elegidos», por qué estos especialistas en el tema que se trataba fueron rechazados, se limitó a responder: «no fueron rechazados, simplemente no fueron aceptados».
El Catecismo católico dice que las personas con sentimientos homosexuales «deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza», «se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta», estas personas «están llamadas a la castidad» y «mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana» – foto de Adrianna Geo
2. Según bastantes estudios, las terapias logran «cambio completo» en un 30%
En 2004, la Asociación Médica Católica de EEUU lanzó su informe «Homosexualidad y esperanza«, con reflexiones sobre posibles opciones de acompañamiento. «Trabajos de revisión de resultados del tratamiento del homoerotismo muestran que ha tenido tanto éxito como el tratamiento de problemas psicológicos similares: alrededor del 30% se siente liberado de los síntomas y otro 30% se encuentra mejor». Para ello citaban estudios de los años 60 a los 90: Bieber 1962, Clippinger 1974, Fine 1987, Kaye 1967, MacIntosh 1994, Marmor 1965, Nicolosi 1998; Rogers 1976, Satinover 1996, Throckmorton y West.
¿Muy antiguos? Pues bien, uno de los críticos del Task Force de 2009, el investigador Neil Whitehead de Nueva Zelanda, recopiló en 2009 datos más modernos. De los casos 318 que describe Nicolosi que realizaron estas terapias, un 36% declaraban llegar a alcanzar una atracción exclusiva por el mismo sexo. El estudio de Shidlo & Schroeder de 2002 (con 202 personas) sólo encontraba 8 personas (un 4%) que declararan un cambio completo. Pero un 4% no es cero. El estudio de Spitzer de 2003, que le sorprendió a él mismo porque antes no lo creyó, a partir de 183 personas, detectaba 52% que cambiaban completamente su orientación.
Sumando los tres estudios, a partir de 703 casos estudiados, las terapias lograban un cambio completo en un 31%. Coincidía con los hallazgos de estudios anteriores.
Tabla de Whitehead en 2009 a partir de 3 estudios sobre cambios de orientación sexual
3. En psicología, las terapias y estudios tienen sus límites: no hay que pedir «pruebas extra» ni imposibles
¿Puede una terapia que ayuda a una persona dañar a otra? Sí, los humanos somos muy distintos. Lo mismo sucede en las terapias con anoréxicos, alcohólicos, depresivos o simplemente personas que quieren tener más fuerza de voluntad.
Solo con más práctica y estudios se va afinando en mejores apoyos. Ante la escasez de datos, la ciencia debe investigar -siempre con las normas éticas clásicas -consentimiento, riesgo mínimo y proporcional, gradualidad, etc… Lo correcto es recoger más datos, hacer más preguntas, atender a más personas y examinar más historiales. Prohibir la investigación no es forma de hacer avanzar la ciencia.
La investigación en psicología es especialmente compleja: estudia procesos largos y complejos, que dependen de la declaración del sujeto, y que pueden verse afectados por infinidad de factores. Muchas personas con atracción por el mismo sexo presentan otros síntomas: ansiedad, depresión, tendencias suicidas, etc… ¿Qué relación tiene con su atracción sexual? Es un buen tema para estudiar, pero no hay respuestas automáticas.
Decir, como algunos activistas gays, que lo que le causó «depresión» fue el «entorno hostil», no se ha demostrado nunca científicamente. No es lo mismo la «hostilidad real» que la «hostilidad percibida» y estudios en Países Bajos y Nueva Zelanda (Sandfort, de Graaf, Bijl, & Schnabel, 2001; Fergusson, Horwood, & Beautrais, 1999), donde hay poca hostilidad hacia los gays, no muestran diferencias con EEUU en lo que respecta a la salud mental de las personas con sentimientos homosexuales.
La evidencia y los estándares que se les exigen a las terapias sobre atracción por el mismo sexo no deben ser distintos a los estándares que se le exigen a otros retos de la psicología.
De hecho, incluso la muy antiterapias Task Force reconocía que al menos algunas personas cambiaban su orientación sexual con ellas. Y lo ético es ofrecer terapias aunque su efectividad sea sólo para un porcentaje bajo de personas.
4. Hay quien cambia incluso sin terapia… luego el cambio es posible
Neil Whitehead recuerda, citando un estudio de 2005 (Kinnish, Strassberg, & Turner, 2005) que hay al menos un 3% de población heterosexual que declara que en algún momento creyeron ser homosexuales o bisexuales, y que hay gente que declara haber cambiado de tendencia sin terapia. El famoso cineasta Pedro Almodóvar, gay y activista, declaraba en El Mundo que a los 17 o 18 años «me lié con una chica alemana muy jovencita. Entonces era heterosexual».
Si el cambio espontáneo puede tener lugar, ¿no será que el cambio terapéuticamente asistido puede tener una mejor posibilidad?», escribe Neil Whitehead.
5. Regla básica: escuchemos al paciente o usuario… y muchos declaran mejorar
En ética médica se dice: «ante todo, escuchar al paciente». Hay que tener en cuenta que una terapia -de cualquier tipo, contra el tabaco o para adquirir buenos hábitos- no siempre logra un «cambio total». Puede lograr distintos grados de cambios parciales, que el usuario puede disfrutar ya como mejoras sustanciales.
El mismo Spitzer, que era toda una autoridad (fue quien quitó la homosexualidad del manual de diagnóstico en 1973), en su informe publicado en 2003 en Archives of Sexual Behavior , la revista de la International Academy of Sex Research, (vol. 32, No. 5, octubre 2003, pp. 403-417), declaraba: «Muchos pacientes, cuando se les da un consentimiento informado acerca de la posibilidad de que queden decepcionados si la terapia no tiene éxito [sin un cambio total] pueden tomar la opción racional de trabajar para desarrollar su potencial heterosexual y minimizar sus atracciones homosexuales no queridas. […] La habilidad de hacer tal opción debería considerarse fundamental en la autonomía y autodeterminación del cliente».
Optar por explorar esa opción forma parte de la libertad de la persona: la de buscar potenciar una atracción y minimizar otra. Y, doce años después del Task Force de 2009, ¿cuántos estudios hay firmes que muestren que esta opción sea más dañina que las alternativas? No los conocemos.
En cambio, cientos de personas aseguran que diversas formas de acompañamiento les ayudan, y valoran la mejoría que experimentan. En Alcalá de Henares se expresan en esa dirección cien personas.
6. Libertad para los investigadores, terapeutas y usuarios
Es curioso que mientras los fanáticos de la «autonomía» dicen que cualquier persona puede -por su autonomía- pedir que le maten con eutanasia o que le mutilen el cuerpo para «cambiar de sexo», y muchos ya hablan del derecho a quitarnos brazos y piernas y sustituirlos por poderosas prótesis mecánicas, esas mismas personas piden prohibir a adultos o familias explorar con terapias su potencial heterosexual.
Darius Lee, un experto en derecho internacional, recordaba en Public Discourse que «si bien la preocupación por las conductas violentas, coercitivas, fraudulentas y manipuladoras es legítima, éstas ya están prohibidas en las leyes vigentes en todas las democracias. En cambio, al imponer la «afirmación» [el reafirmarse en que no es posible cambiar los sentimiento homoeróticos] como el único enfoque aceptable en la orientación sexual y la identidad de género, prohibir las terapias de conversión va más allá de la simple prohibición de conductas dañinas, y consagran y refuerzan un nuevo -y profundamente perjudicial- dogma moral sobre el sexo y el género».
Es la imposición del poder político, con multas y coacción y sin la ciencia de su lado, sobre la libertad de las personas para buscar, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica «acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana». O a la judía, o a la musulmana, o a otra opción exigente libremente escogida.
Darius Lee lleva el tema al debate sobre el transgenerismo y señala que incluso la Coalition of Activist Lesbians (Australia) [Coalición de Lesbianas Activistas] observó la contradicción que implica «el que se hayan prohibido los tratamientos médicos agresivos para las terapias de conversión mientras se permiten, al mismo tiempo, la cirugía radical y la utilización de hormonas peligrosas en niños en el caso de la identidad de género».
Añade que «en la investigación los orígenes y el desarrollo de la identidad de género no se entienden muy bien. Los datos suelen mostrar un grado significativo de fluidez en la orientación sexual y la identidad de género entre niños y adolescentes».
«Los gobiernos se entrometen de manera injustificable en cuestiones totalmente privadas relacionadas con el sexo y el género al prohibir las terapias de conversión y establecer leyes que ‘afirman’ la orientación sexual y la identidad de género, que no concuerdan con los puntos de vista clásicos que enfatizan el valor de la biología en relación a la naturaleza humana y socavan, por tanto, los aspectos de la autonomía personal y de grupo. Al hacerlo, no solo violan la privacidad de esas personas que, individualmente, buscan ayuda en estas cuestiones íntimas, sino también la libertad de expresión y religión de los terapeutas, los líderes religiosos y los consejeros que proporcionan dicha ayuda. Y cuando este tema atañe a los niños, estas prohibiciones limitan los derechos parentales», insiste Lee, como experto en derecho internacional.
7. Las terapias hoy son hablar y acompañar… y con ellas encontramos personas que se declaran ex-gays
Habrá grupos, terapias y terapeutas que funcionen mejor y otras que funcionen peor, pero no tiene sentido meterlas todas en el mismo saco.
El médico generalista Peter May, inglés y cristiano anglicano, que ha prestado atención a este tema, explicaba en MercatorNet que las terapias agresivas, de electrochoques u obligadas, «fueron abandonadas hace más de cincuenta años».
«En Occidente, solo están disponibles, para quienes pidan ayuda, terapias basadas en la conversación. Entre ellas, el asesoramiento profesional, la atención pastoral, la oración y el apoyo de la familia y de los amigos. Los grupos de presión LGBT pretenden ahora prohibirlas todas«, protesta.
Recuerda que la revista Science el 30 de agosto de 2019 publicó la mayor investigación (con casi medio millón de personas) buscando una base genética a la homosexualidad, repitiéndose la misma conclusión que en tantos estudios anteriores: no existe lo que popularmente se conoce como «gen gay», es decir, un conjunto de factores genéticos claramente identificables que permitan predecir la atracción por el mismo sexo.
8. Las terapias no son sólo para curar o para enfermedades: las hay para duelo, hábitos, vida matrimonial…
Peter May está harto de oír a los que dicen «no necesito terapia porque no estoy enfermo» y responde que las terapias no son sólo para los enfermos.
«El duelo, los trastornos de estrés post-traumático y las dificultades matrimoniales no son ‘enfermedades’ que puedan ser ‘curadas’. Son, sin embargo, situaciones estresantes para cuyo alivio suele ser eficaz el asesoramiento», aclara.
Y añade que «rara vez el asesoramiento ‘cura’ a nadie, y el terapeuta puede ser tan importante como la terapia para conseguir un buen resultado«.
Una terapia o un coaching puede aportar un mejor conocimiento de uno mismo que, incluso sin cambio de orientación sexual, puede ayudar a vivir una vida más equilibrada, generosa y virtuosa.
¿Consigue el asesoramiento cambiar la orientación sexual de una persona? «Sí», responde May, «aunque no siempre, ni siquiera frecuentemente». Pero lo cierto es que «cada vez hay más personas en todo el mundo que se identifican felizmente como ex gay. Si hay que respetar la identidad de las personas LGBT, también debería respetarse la identidad de los ex gays«.
Por eso, no solo considera «éticas» estas terapias «basadas en la conversación», sino «antiético» prohibirlas, porque se negarían «derechos humanos fundamentales: la libertad de expresión, la libertad de conciencia, la libertad religiosa y la libertad de elección de tratamiento. Y se condenaría a unas personas a vivir un estilo de vida que desean abandonar».
De fondo, está el derecho de la persona a la búsqueda de la virtud y de la verdad. Y, como dijo Jesucristo: «la verdad os hará libres«. La verdad de todos somos vulnerables, y todos necesitamos ayudas.
Hace 2 años la Comunidad de Madrid (gobernada por el PP) se volcó en multar a la coach Elena Lorenzo que acompaña a personas con sentimientos homoeróticos no deseados; ella defiende el derecho de estas personas a ser acompañadas. En redes sociales, una muchedumbre que odia la existencia de ex-gays o de personas que no quieran esos sentimientos la acosó con grosería y amenazas
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