Opinión

La traición de Monreal

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Ricardo Monreal es uno de los factores de la estrepitosa caída de Morena en la CDMX. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que traicionó al equipo del presidente y ganó.

Juan Ignacio Zavala

Juan Ignacio Zavala

No deja de sorprender la manera en que fue cesada de su cargo Irma Eréndira Sandoval. Nada se le permitió, ni responder. Tan sólo una plegaria de adoración a su amado líder que decidió humillarla públicamente para advertencia de propios y extraños. Ni que te vaya bien, ni gracias por todo. Se fue de manera ignominiosa. Así se trata a los traidores al Presidente. La exhibición pública del maltrato, la obligación de adorar al líder como respuesta a la afrenta. Renegar de sí misma, alabar al movimiento y ser azotada en la plaza como lo que es: una traidora, una arpía arribista y egoísta que intentó volar por su lado –con el orate de su marido– y dañar al todopoderoso con sus necedades y ambiciones. Lo pagó caro: ha sido señalada enfrente de todos. El regocijo fue generalizado. Condenada por los de afuera y repudiada por los de adentro, la señora salió en medio de un baño de lodo.

En política, la traición es una actividad cotidiana. Por supuesto hay niveles. No todos hacen de eso una profesión llevada al extremo. Ejemplo de esto son Alfonso Durazo y Javier Corral, por hablar de partidos diferentes. Los priistas durante años consideraron a Ernesto Zedillo uno de los peores traidores. En fin, que donde hay política hay traición, algo que no debe sorprender pues no siempre se traiciona para mal (hay un estupendo libro al respecto: Elogio de la traición, de Jeambar Denis y Roucaute Yves).

Claro, mientras más fanáticos sean los grupos políticos, abunda más la palabra traición en boca de todos. Es el caso que nos ocupa: el de Ricardo Monreal. Como buen líder de Morena, el senador Monreal fue un priista destacado que ha sabido moverse al ritmo de la música que suene en el momento. Sabe sus tiempos, es astuto, inteligente y retorcido cuando se ocupa: no da paso sin huarache. Sabe también que no es el consentido del Presidente y menos de la señora Sheinbaum, que si los deja hacer todo lo van a desbancar y llegará hasta el último día que dure su puesto de senador y hasta ahí.

Monreal no corrió la misma suerte que Morena y Sheinbaum en la CDMX. Monreal sí ganó y le ganó a Morena, eso lo saben todos en su partido y en Palacio Nacional. Monreal los traicionó sin pudor alguno. Les arrebató una importantísima alcaldía que se sumó a las otras derrotas en la capital. Ricardo Monreal es uno de los factores de la estrepitosa caída de Morena en la CDMX. Los morenistas capitalinos acusan traición de Monreal. El Presidente también. Y cualquiera con dos dedos de frente sabe que Monreal los traicionó y gacho.

Hace unos días asistimos al castigo ejemplar de una traidora: Irma Eréndira Sandoval. Quizá el de Monreal tarde más por su posición que no depende del Presidente, pero no se escapará de la furia presidencial. Por lo pronto y para curarse en salud, el líder de Morena en el Senado ya advirtió que las reformas que quiere López Obrador “serán difíciles de aprobar”. No será difícil ver a Monreal en otro partido dentro de unos meses. El pleito va a estar bueno. Compren palomitas.

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