Religión

Partícipes en la obra creadora de Dios

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Lunes 10 de febrero de 2025

El Señor manifestó conocer muy bien el mundo del trabajo. En su predicación utiliza frecuentemente imágenes, parábolas, comparaciones de la vida de trabajo que Él vivió o vivieron sus paisanos.

Quienes le oyen entienden bien el lenguaje que emplea. Jesús hizo su trabajo en Nazaret con perfección humana, acabándolo en sus detalles, con competencia profesional.

Por eso ahora, cuando vuelve a su ciudad, es conocido precisamente como el artesano, por su oficio.

A nosotros nos enseña hoy el valor de la vida corriente, del trabajo y de las tareas que debemos desempeñar cada día.

Si nuestras disposiciones son realmente sinceras, Dios nos concederá siempre la luz sobrenatural para imitar el ejemplo del Señor, buscando en la ocupación profesional no solo el cumplir, sino el sobreabundar en la abnegación y el sacrificio, en un empeño gustoso, con amor.

Nuestro examen personal ante el Señor y nuestra conversación con Él versará frecuentemente sobre esas tareas que nos ocupan: debemos llegar al fondo, con valentía.

Hemos de realizar el trabajo a conciencia, haciendo rendir el tiempo, sin dejarnos dominar por la pereza; mantener la ilusión por mejorar día a día la preparación profesional; cuidar los detalles en la tarea cotidiana; abrazar con amor la Cruz, la fatiga de la labor de cada día.

El trabajo, cualquier trabajo noble hecho a conciencia, nos hace partícipes de la Creación y corredentores con Cristo.

«Esta verdad –enseña Juan Pablo II–, según la cual el hombre, a través del trabajo, participa en la obra de Dios mismo, su Creador, ha sido particularmente puesta de relieve por Jesucristo, aquel Jesús ante el que muchos de sus primeros oyentes en Nazaret permanecían estupefactos y decían: ¿De dónde sabe estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado?… ¿No es este el artesano?».

Los años de Jesús en Nazaret son el libro abierto donde aprendemos a santificar lo de cada día. La misma ausencia forzosa de trabajo, la enfermedad… es una situación querida o permitida por Dios para ejercitar las virtudes sobrenaturales y las humanas. 

Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, todo sea en el nombre del Señor, dando gracias a Dios

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