IN MEMORIAM Emilio Moller, su legado de nobleza, cultura y amistad


Domingo 19 de enero de 2025
Hoy hace un año que mi querido amigo Emilio E. Moller emprendió su viaje hacia la vida eterna.
Aunque el tiempo avanza inexorable su implacable marcha, la ausencia de Emilito sigue siendo tan palpable como aquel primer día.
Sus amigos lo recordamos constantemente: evocamos sus palabras, sus gestos y esa energía que llenaba de vida cualquier lugar al que llegaba.
Emilio era un hombre único, un gigante gentil, no solo por su presencia física sino por la magnitud de su intelecto y carisma.
Cultísimo y siempre curioso, no había tema que no pudiera abordar con profundidad y soltura.
Hablar con él era como asistir a una clase magistral donde el aprendizaje surgía de la conversación más amena.
Su vasto conocimiento y su espíritu inquieto lo convertían en un faro para quienes buscábamos inspiración.
Además de su sabiduría, Emilio tenía un sentido del humor inigualable. Su risa era contagiosa y su chispa lograba iluminar incluso los momentos más serios.
Sabía disfrutar la vida con un equilibrio admirable: reírse de sus absurdos, enfrentar sus retos con valentía y siempre encontrar algo valioso en cada experiencia.
El «gordito», -como cariñosamente lo llamábamos- y yo teníamos nuestras pequeñas tradiciones. Tomábamos café juntos al menos una vez por semana, discutíamos de política y con alguna frecuencia salíamos a comer.
Igual, compartíamos el gusto por la cerveza stout y por el Jack Daniels, siempre presentes en nuestras tertulias. Miles Davis, Chet Baker, John Coltrane y Dizzy Gillespie entre otros, eran nuestros cómplices sonoros.
Cada brindis, cada conversación, estaba lleno de significados que hoy, más que nunca, sostienen los recuerdos de nuestra amistad.
Emilio era un hombre que dejaba huella. Su bondad, su generosidad y su capacidad de conectar con los demás lo hacían especial.
Siempre tenía algo que enseñar y lo hacía con la humildad de quien sabe que el aprendizaje es un camino compartido.
Muchos lo admiraban, aunque estoy seguro de que él nunca dimensionó plenamente cuánto era querido.
A pesar de haber tenido una niñez marcada por dificultades y rodeado de entornos complicados, Emilio nos enseñó que la vida merece vivirse con pasión, curiosidad y determinación.
Su historia es una lección de resiliencia, un testimonio de cómo, incluso en las circunstancias más adversas, uno puede encontrar la fuerza para construir una vida llena de significado.
Hoy, en este primer aniversario luctuoso, su recuerdo sigue vivo en cada conversación, en cada rincón de mi corazón y en el de todos los que tuvimos el privilegio de llamarlo amigo.
La ausencia física no ha apagado el amor y la admiración que sentimos por él.
Desde aquí, mandamos besos al cielo, en espera que, de alguna forma, Emilio sepa cuánto lo extrañamos.
En nombre de todos tus amigos, gracias Emilio, por todo lo que fuiste y por todo lo que sigues siendo para nosotros. Te queremos, te admiramos y te recordamos siempre.
¡Un abrazo hasta el cielo, gordito!

