La hazaña de Cortés
Martes 22 de octubre de 2024
¿Cómo pudo un sólo hombre, con no más de 600 soldados entrenados, y aún menos armas, conquistar un vasto imperio con un ejército de 200.000 hombres y una de las ciudades más elaboradas y avanzadas de la América precolombina?
Incluso con sus 15 cañones y sus 15 jinetes, simplemente no tenía suficiente mano de obra; las probabilidades estaban en su contra más de lo que estaban en contra de David cuando enfrentó al gigante Goliat.
Cuando pensamos en los grandes estrategas y héroes militares del pasado solemos pensar en Ciro el Grande, Alejandro Magno, Julio César, Atila el Huno, pero no se habla lo suficiente de aquel gran conquistador español que, literalmente, gestó a la gran nación de México: Hernán Cortés.
Fue él quien la conquistó, fue él quien la nombró, fue él quien la bautizó como un nuevo gran imperio de la Cruz.
De hecho, antes de conquistar el poderoso Imperio azteca, Cortés fundó la Villa Rica de la Vera Cruz, homenaje a la verdadera cruz de Cristo, la primera ciudad española en lo que hoy es México, o Veracruz. Desde ahí, iniciaría sus objetivos militares que le llevarían a conquistar el resto del imperio azteca.
Pero de nuevo, ¿cómo lo logró? ¿Cómo un puñado de soldados españoles lograron conquistar lo que era un imperio que incluso el ejército completo en la madre España tendría dificultades para conquistar?
Pues la verdad sea dicha: contrariamente a la opinión popular moderna y a lo que muchos ideólogos hoy enseñan en las escuelas, Hernán Cortés conquistó el imperio azteca no porque fue visto como un tirano, por lo contrario, porque las muchas tribus indígenas más pequeñas que el imperio azteca había aterrorizado brutalmente durante siglos vieron en Cortés un libertador.
María Roca Barea, licenciada en Filología Hispánica y máster en literatura medieval escribe:
– «La cultura azteca era un totalitarismo sangriento fundado en los sacrificios humanos. Los aztecas pasaban buena parte del año cazando gentes en las tribus vecinas para sacrificarlos en festivales que duraban tres meses y en los que se mataban entre 20.000 y 30.000 personas cada año. Las tribus sometidas de la región vivían aterrorizadas esperando el día que acabara aquella monstruosidad. Y acabó, con la llegada de los españoles, pero no sin la colaboración imprescindible de muchas tribus.
Cortés desembarcó con unos 500 hombres. Los investigadores no se ponen de acuerdo sobre cuántos habitantes tenía Tenochtitlán y las cifras van desde 80.000 a 250.000.
En cualquier caso, en un barrio cualquiera de la gran ciudad azteca había gente suficiente para acabar con aquellos extranjeros.
Cortés jamás hubiera podido rendir a los aztecas sin el apoyo imprescindible de otros pueblos indios como los tlaxcaltecas y los totonacas.
Philip Wayne Powell (historiador especializado en la historia colonial española) insiste en que la mayor parte de la conquista fue un trabajo de alta diplomacia más que de guerra y que solo fue posible estableciendo alianzas con los indios».
(Imperiofobia y leyenda negra, capítulo 7).
Y esto hace de Hernán Cortés un conquistador de aún mayor lustre: lo que otros en su lugar hubieran intentado por la fuerza bruta y sólo hubieran conseguido una derrota segura, él lo logró por la diplomacia con las poblaciones nativas.
Y esto es lo que es precisamente México y el resto de las Américas al sur del Río Grande: no los «hijos de los que los españoles no lograron matar», todo lo contrario, los hijos de los indios que el imperio azteca no logró sacrificar y se cruzaron con los españoles, nuestros progenitores.
Nada por lo que disculparse.
Todo por que agradecer.
¡Viva la Hispanidad!
Dios, Patria y Libertad