La sombra de Benedicto XVI se cierne sobre el Sínodo
Hace unos días, cuando se inauguró en el Vaticano la sesión de otoño de un Sínodo cada vez más controvertido, acaba de publicarse un extracto de un texto inédito de Benedicto XVI que pone el dedo en la llaga de un progresismo moral que se ha convertido en la norma en la sociedad occidental y que, en ciertos aspectos, parece haber penetrado incluso en el ámbito eclesiástico.
(…) Del mismo modo, en el ámbito eclesiástico, a veces se evoca la figura del Papa Benedicto XVI para cuestionar ciertas posiciones que surgen bajo el pontificado actual.
No es casualidad que un texto inédito del Papa alemán se haya hecho público justo cuando se está celebrando en el Vaticano la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos: una publicación que llega, además, pocos días después de una serie de nombramientos en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe que parecen encaminarse hacia un progresismo tanto moral como doctrinal.
El texto publicado por Sandro Magister, vaticanista de Settimo Cielo, es uno de los escritos manuscritos que el predecesor de Francisco no quiso publicar en vida, y que confió a monseñor Livio Melina: el ex director del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, que recientemente coescribió La verità dell’amore, una obra que pronto debería estar disponible en las librerías italianas.
La contribución del difunto Papa se remonta a 2019, cuando el Instituto estaba en plena remodelación: una purga en la que, según Melina—estaba dirigida a eliminar sus elementos más conservadores.
Benedicto XVI, según Melina, “consideró esa medida injusta e inaceptable, y trató de varios medios de hacer recapacitar a los responsables”.
En este texto (La imagen cristiana del hombre), el ex Pontífice vuelve de paso a su tesis —muy discutible— de que el Concilio Vaticano II se había desviado de su intención original, para ser considerado “como una demolición de muros, como un ‘derribo de bastiones’, de modo que en algunos ambientes se temía, o se esperaba con alegría, el fin mismo del catolicismo”.
Lamentando el hecho de que la libertad individual, una noción que se volvió central con Lutero y el Renacimiento, haya sido exaltada paroxísticamente a lo largo de los siglos, el autor hace la siguiente observación: “hoy se niega que el hombre, como ser libre, esté de algún modo ligado a una naturaleza que determina el espacio de su libertad. El hombre ya no tiene una naturaleza, sino que se ‘hace’ a sí mismo.
“Ya no existe una naturaleza del hombre: es él mismo quien decide lo que es, varón o mujer. Es el hombre mismo quien produce al hombre, y así determina el destino de un ser que ya no proviene de las manos de un Dios creador, sino del laboratorio de invenciones humanas. La abolición del Creador como abolición del hombre se convierte así en la auténtica amenaza a la fe.
“Esta es la gran tarea que tiene por delante la teología hoy, que sólo podrá llevarla a cabo si el ejemplo de vida de los cristianos es más fuerte que la fuerza de las negaciones que nos rodean y que prometen una falsa libertad”.
Estas frases contrastan fuertemente con el documento que sirve actualmente de base a los trabajos de los participantes en el Sínodo, a quienes se les pide, por citar sólo un ejemplo, considerar “asumir la diversidad sociocultural en el marco de una Iglesia multiforme, y favorecer la valoración de las expresiones litúrgicas, disciplinares, teológicas y espirituales adecuadas a los diversos contextos socioculturales” (Instrumentum laboris, n. 97).
El filósofo Augusto Del Noce, en su antología Analyse de la déraison [Análisis de la sinrazón], ya en los años 60 advertía de una “falta de reacción de la Iglesia” frente al progresismo moral, que un día podría anunciar el advenimiento de un “catolicismo sin religión”, como él mismo lo expresaba.