Religión

El apoyo inmoral de Bergoglio a los activistas LGBT

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Sábado 24 de agosto de 2024

El pasado 13 de agosto de 2024, Francisco recibió a un grupo de activistas por los derechos de las personas LGBT en la Casa Santa Marta que ocupa en el Vaticano.

Fue una reunión privada “para celebrar el cumpleaños de Juan Carlos Cruz, un abogado chileno homosexual, designado miembro de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores en 2021”, según cath.ch.


Gracias a las fotografías compartidas en las redes sociales por los distintos participantes, se puede ver «a Francisco en el salón de recepción de la residencia ofreciendo un regalo de cumpleaños al abogado, luego un video que lo muestra cantando «Happy Birthday» en inglés con una decena de invitados más”, según el mismo medio.


El sitio precisa que entre los participantes se puede reconocer “a la activista ugandesa Clare Byarugaba, conocida por su defensa de los derechos de las personas LGBT en su país, (…) la actriz transexual Nava Mau, (…) y la religiosa dominica argentina Lucía Caram, quien se posicionó públicamente a favor del matrimonio religioso para los homosexuales”.


Un apoyo desquiciado e inmoral


Desde el pecado original, pueden surgir en el alma humana las más diversas tendencias pecaminosas: desprecio de Dios, robo, asesinato, pecados sexuales, mentira, alcoholismo, etc. Pero todos los pecadores pueden recibir la misericordia de Dios. 

Todos ellos, a pesar de las dificultades y las recaídas, y arrepentidos pueden ser acogidos por el Buen Pastor a través del sacerdocio católico y ser absueltos.

Pueden, por la gracia de Dios, buscar unirse con Cristo y progresar en la santidad, pero para ello deben arrepentirse y evitar el pecado, a pesar de todas las debilidades que cada persona lleva en sí misma.

Todos tenemos tendencias pecaminosas, y contra estas tendencias debemos luchar, por la gracia de Dios, los esfuerzos de la virtud, la mortificación y la perseverancia.

Pero sería inmoral y desquiciado exigir reconocimiento por nuestras malas tendencias.

Con estas tendencias, sí, pero no a causa de ellas.

Por tanto, ningún pecador puede pedir ser recibido en la Iglesia siendo reconocido por su mala tendencia: como asesino, como abusador, como estafador, como adúltero o como ladrón.

Solo los homosexuales quieren ser reconocidos como tales y Francisco apoya esa exigencia.


¿Alguna vez se ha visto a personas con tendencia al robo pedir ser bendecidas como ladrones? ¿O a los fieles propensos a la violencia ser acogidos como golpeadores de sus esposas? ¿O incluso a los adúlteros ser reconocidos como violadores de la fidelidad conyugal?

Sin embargo, esto es lo que quieren imponer algunos católicos inclinados a la homosexualidad, y es lo que Francisco alienta, en particular a través de Fiducia supplicans.


En la Iglesia no hay lugar para el “orgullo” del pecador, que se alegra de serlo: allí no puede existir el “orgullo homosexual”. Ni el orgullo de sentirse atraído por los niños, el amor al fraude o la inclinación por la violación.

Tampoco se puede hablar, como piden los miembros del Camino sinodal o el cardenal Jean-Claude Hollerich, de eliminar del catecismo una parte de la doctrina católica, declarando que los actos homosexuales deben ser reevaluados: ¿por qué no reevaluar entonces la violación o el asesinato?


Esta es la razón por la que el apoyo mostrado por Francisco, no a los individuos que piden apoyo espiritual, sino a un movimiento que quiere ver las malas tendencias reconocidas como normas de respeto, no está alineado con la fe y la tradición, y es profundamente inmoral.

Y consuela a las personas afectadas por esta tendencia, en una ilusión profundamente carente de misericordia, de la misericordia de la Verdad que él debe dispensar como Pastor supremo.

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