Opinión

De Dios nadie se burla

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Lunes 29 de julio de 2024

En los tiempos que corren, decir las cosas tal cual son, es disruptivo. Decir la verdad por tanto, es realmente extremo. Existe un falso concepto del respeto, que implica ignorar las equivocaciones y abdicar de la obligación de la corrección fraterna.

En los tiempos que corren, se vale casi todo: es un hecho que si alguien en uso de una mal entendida libertad, asume en público tener conductas sexuales desviadas, se llevará una carretada de aplausos. Lo mismo sucederá si se admite consumir tal o cual estupefaciente, haber cometido algún delito o creer en el origen divino de seres absurdos o mucho más aún, afirmar no creer en nada, ni nadie. Libertad, respeto, inclusión y tolerancia, son las divisas que blasonan los sectores woke.

Pero todo cambia, si de manera osada y temeraria, alguien hace pública profesión de fe, si invita a rezar y a hacerlo en latín, si condena el aborto o se indigna por los desmanes que hordas de sociópatas perpetran contra el patrimonio cultural de todos.

Entonces, quien se atreva a incurrir en semejantes actos de valor y honestidad, será motejado de inmediato de fanático, extremista, fascista, intolerante, homofóbico, retrógrada y misógino, sobre todo si tiene la puntada de ostentarse conservador y tradicionalista.

En los tiempos que corren, resulta de buen tono, hacer todo lo que antaño nos parecía censurado y moralmente reprochable. Especialmente galardonado resulta injuriar a la iglesia católica, a sus ministros y a sus feligreses (me refiero a la verdadera, no a la patética fantochada que propugna la misericorditis y el buenísimo modernistas), en la inteligencia que no habrán consecuencias que lamentar.

Tal es el penoso ejemplo que nos han dado los franceses, con ese deplorable y desafortunado evento inaugural de los Juegos Olímpicos, donde en vez de invocar los más altos valores humanos, se incurrió en conductas rayanas en lo más grotesco, lépero y vulgar. Circunstancia lamentable a todas luces.

Por supuesto, en aras de la tolerancia y la modernidad, nadie en la Iglesia Católica, comenzando por ese impostor que usurpa de manera por demás grotesca el trono de Pedro, ha dicho esta boca es mía. Tampoco lo ha hecho ningún integrante de la manada de sus tuchos. Ni lo harán.

Alzamos por tanto, nosotros la voz, en defensa de todo cuanto es caro para los creyentes y hombres de bien: la fe, las creencias y las convicciones religiosas, que no permitiremos jamás que sean mancilladas por la avilantez de yuntas de miserables y mal nacidos, ansiosos de defenestrar aquello que detestan, por saberlo y sentirlo, ajeno e inalcanzable.

Llamamos a todos los creyentes, a los verdaderos, no a quienes tan sólo fingen y simulan, a no dar seguimiento, ni mayor importancia a cuanto acontezca en la tierra de la doncella de Orleans y de tantos otros personajes, qué brillaron con luz propia para la cristiandad, pero cuyo ejemplo, se ha visto opacado y oscurecido por los despropósitos y disparates de una sarta de masones e idiotas útiles, que hacen cuanto quede en sus manos, para ultrajar la fe.

Nosotros no lo permitiremos, denunciaremos sus felonías y daremos cuenta puntual de los agravios y barbaridades que cometan, para intentar en desagravio, pedir misericordia y clemencia a nuestro Creador por las ofensas inferidas.

Por cuanto a nosotros toca, las olimpiadas han concluido. Nos abstendremos de dar cuenta de lo que acontezca, máxime además de que merced a contar con un gobierno que practica la austeridad republicana, tampoco esperamos éxitos.

Tal es lo que haremos, pero la memoria inevitablemente nos remite a nuestros recuerdos de infancia, en los que nuestra abuela mencionaba: De Dios nadie se burla, Él castiga sin palo y sin piedra, pero nunca falla y recordaba las profecías qué indican, que por sus iniquidades y pecados, París será arrasado y Marsella sumergida entre las aguas.

Del Señor nadie se burla y mal harían los franceses en creer que ellos lo lograrán. Estamos ciertos qué estos agravios serán vindicados a cuota de sangre, no por los hombres, sino por Dios mismo.

Reiteramos e insistimos, de Dios nadie se burla. Sobran ejemplos en la historia de la humanidad que dan cuenta de ello. Alguien debería recordarlo a los franceses, en aras de hacerlos rectificar.

Empero, francamente es de dudarse: una nación que fue capaz de pasar a cuchillo a su rey, es sin duda capaz de crucificar a todo un Dios. Con todas las consecuencias que de ello deriven. Recordemos: Dios castiga sin palo y sin piedra… mejor arrepentirse mientras sea posible hacerlo. Tiempo al tiempo.

Seguimos pendientes…

Dios, Patria y Libertad

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