La gloria de los bienaventurados será según se han comportado con Dios en la tierra
La gloria de los bienaventurados en el Cielo será de acuerdo a los modos como se han comportado con Dios en la tierra. Del modo como es Dios para el alma, se puede ver cómo el alma es para Dios.
Agosto 4, 1904
(1) Esta mañana, habiendo venido el bendito Jesús me ha transportado fuera de mí misma, y tomándome con la mano me ha conducido hasta la bóveda del cielo, desde donde se veían los bienaventurados, se oía su canto. ¡Oh! cómo los bienaventurados nadaban en Dios, se veía la vida de ellos en Dios, y la vida de Dios en ellos, a mí esto me parece que es lo esencial de su felicidad.
Me parece también que cada bienaventurado es un nuevo cielo en aquella bienaventurada morada, pero todos distintos entre ellos, no hay uno igual a otro, y esto viene de acuerdo a los modos con que se han comportado con Dios sobre la tierra: Uno ha buscado amarlo más, este lo amará más en el Cielo y recibirá de Dios siempre nuevo y más creciente amor, y este cielo quedará con una tinta y un lineamiento divino todo especial.
Otro ha buscado glorificarlo de más, Dios bendito le dará siempre más creciente gloria, para quedar este nuevo cielo más glorioso y glorificado de la misma gloria divina. Y así de todos los otros modos distintos que cada uno ha tenido con Dios en la tierra, que si yo quisiera decirlo todo me alargaría demasiado. Así que se puede decir que lo que se hace para Dios en la tierra, lo continuaremos en el Cielo, pero con mayor perfección, entonces el bien que hacemos no es temporal, sino que durará para toda la eternidad y resplandecerá ante Dios y en torno a nosotros continuamente.
¡Oh! cómo seremos felices viendo que todo nuestro bien y la gloria que dimos a Dios, y la nuestra, viene de aquel poco de bien iniciado imperfectamente sobre la tierra; si todos lo pudieran ver, ¡oh! cómo se apresurarían para amar, alabar, agradecer y más al Señor, para poderlo hacer con mayor intensidad en el Cielo.
¿Pero quién puede decirlo todo? Más bien me parece que estoy diciendo tantos desatinos de aquella bienaventurada morada, la mente lo capta de un modo, la boca no encuentra las palabras para saberse manifestar, por eso paso a otra cosa.
(2) Después me ha transportado a la tierra. ¡Oh! cómo los males de la tierra son espeluznantes en estos tristes tiempos, sin embargo parecen nada aún en comparación de lo que vendrá, tanto en el estado religioso, que parece que sus mismos hijos desgarrarán a pedazos a esta buena y santa madre, la Iglesia; como en el estado seglar. Entonces, después de esto me ha reanimado y me ha dicho:
(3) “Hija mía, dime un poco qué soy Yo para ti”.
(4) Y yo: “Todo, todo eres para mí, ninguna cosa entra en mí excepto Tú solo, todo corre fuera”.
(5) Y Él: “Y Yo soy todo, todo para ti, nada de ti sale fuera de Mí, sino que todo me deleito en ti. Así que del mismo modo que Yo soy para ti, puedes ver cómo tú eres para Mí”.
(6) Dicho esto ha desaparecido.
Libro del Cielo vol 6 Luisa Piccarreta