¿Es falsa una profecía que da miedo?
Lunes 22 de abril de 2024
…Mientras rezaba entre lágrimas el 9 de abril, su ángel la inspiró a abrir de nuevo las Escrituras.
Por tercer día consecutivo, la monja nordestina encontró Jer 14,10-16. El pasaje dice:
«Esto es lo que dice el Señor de este pueblo: ‘Se deleitan en errar y no saben cómo mantener sus pies. El Señor no se complace en ellos.
Acordándose de sus iniquidades, los castiga por sus pecados.
Entonces el Señor me dijo: ‘No intercedas por este pueblo. Si ayunan, no escucharé sus lamentos, y si ofrecen holocaustos y ofrendas, no los aceptaré. Quiero destruirlos con la espada, el hambre y la peste.
Pero yo le dije: ‘Ah, Señor Yahvé, mira lo que dicen los profetas: la espada no te alcanzará ni sufrirás hambre, pues en este lugar te daré paz y seguridad.
Pero Yahvé respondió: ‘Los profetas han dicho mentiras en mi nombre. Yo no los envié, ni les di órdenes, ni siquiera les hablé. Visiones de mentira, adivinaciones vanas, invenciones de sus mentes, eso es lo que profetizan’.
Por tanto, esto es lo que dice el Señor: ‘De los profetas que pronuncian oráculos en mi nombre cuando yo no les he encomendado ninguna tarea, que proclaman que no habrá espada ni hambre en esta tierra, son ellos los que perecerán a espada y de hambre. Y los hombres a quienes dirijan serán arrojados a las calles de Jerusalén, víctimas de la espada y del hambre, y nadie vendrá a enterrarlos, ni a ellos, ni a sus mujeres, ni a sus hijos e hijas; y yo haré recaer sobre ellos el mal que han hecho.»
En los pasajes citados hay tres castigos: la espada, el hambre y la peste, lo que puede indicar que se trata de los dolores simbolizados por los nudos de la revelación.
También se condena a los que profetizan falsamente la paz y la seguridad. Son éstos, junto con los que les escuchan, los que más sufrirán el castigo.
Quien escucha la voz del Señor se dispone a aceptar su voluntad. En el sufrimiento, se unen a su Pasión. Al pie de la Cruz, encuentra a la Santísima Virgen y es consolado. Recibe así el consuelo que Dios, en la segunda bienaventuranza, promete a los que lloran. Y esta gracia prevalece sobre cualquier pena.
Es hora de rezar y hacer penitencia.
Seguro que has oído alguna vez la frase: «Esta profecía es falsa porque da miedo».
Hay gente que niega que las profecías de castigo puedan tener un origen divino. Dicen que Dios, siendo bueno, no nos asustaría, o que la Virgen María no nos diría cosas espantosas (como se afirma últimamente desde el Vaticano). ¿Es esto verdad?
Muchas veces, en la Sagrada Escritura, la expresión «no tengáis miedo» es dicha por Jesús a sus discípulos y por los ángeles a quienes los ven. Por tanto, es verdad que Dios no quiere que tengamos miedo. Sin embargo, también se dice varias veces en la Biblia que debemos temer a Dios.
El temor es similar al miedo. Sin embargo, mientras que el miedo es incontrolable y desesperante, el temor conduce al control a través de la contrición y fomenta la esperanza a través de la obediencia. El miedo paraliza, pero el temor conduce al progreso espiritual. El miedo te saca de ti mismo, pero el temor te lleva al recogimiento. El temor de Dios, por tanto, tiene el efecto contrario al miedo. No debemos tener miedo, pero sí temor.
Un padre que advierte a su hijo de las consecuencias negativas de su mal comportamiento no le advierte porque quiera que le cause daño, sino porque quiere que haga el bien. Si su hijo se sube a un árbol, le advierte de que puede hacerse daño. Si desobedece, se le amenaza con un castigo. Si un padre, con todas sus imperfecciones humanas, advierte a su hijo por amor, ¿por qué Dios Padre, en su perfecta sabiduría, no haría lo mismo? ¿Nos abandonaría conociendo las consecuencias de nuestros actos? Dios sólo quiere nuestro miedo porque nos ama.
Dios sólo quiere nuestro temor porque nos ama.
Las profecías que aterrorizan no son innovaciones de revelaciones privadas. También están en las Sagradas Escrituras, desde el primero hasta el último libro. Quien niega las revelaciones privadas porque hablan de castigo, rechaza también, sin darse cuenta, la propia Biblia.
Ningún padre se complace en castigar. Las amenazas de castigo se hacen precisamente porque los padres quieren ser obedecidos y así no tener que infligir ningún castigo. Así que seamos lo bastante humildes para aceptar las correcciones de este Padre amoroso.
Transformemos el miedo en temor mediante la oración y la penitencia. Dios escucha nuestras oraciones y, del mismo modo que castiga a los desobedientes, también recompensa a los obedientes.